on dos elecciones estatales ya en ruta acelerada es casi imposible sustraerse del efluvio que huele a poder. Poco importa el nivel o la intensidad de este absorbente influjo, lo cierto es que bien puede ser avasallante. Todos los demás asuntos, por trascendentes que puedan ser, quedan tocados: tal vez minimizados, subordinados o simplemente pospuestos. Se llega a veces hasta el mismo absurdo de sujetar el proceso de jerarquización, dictado por el interés colectivo, de poner orden en el quehacer público. Y, como si esas dos elecciones no fueran suficientes, el 2024 presidencial aparece como un horizonte que todo lo impregna y hasta subordina. En una lógica de rompimiento con los rituales anteriores y para complicar el panorama, el adelanto de las candidaturas del partido oficial se llena de eventos –discretos o abiertos– y desata ambiciones a duras penas retenidas. A esta altura de los tiempos parece imposible introducir contenedores. El clamor de la lucha partidista se agranda con los días y el calor de triunfos asequibles se tornan irresistibles, prometedores de bienes mejores.
Detrás de la publicación del plan B para reordenar al INE, con su alud de impugnaciones, se descubre la ruta protectora transitada por posturas conservadoras. La recurrencia a los tribunales del Poder Judicial es, sin duda, donde depositan sus esperanzas. Saben, esas fuerzas –cada vez más activas– cómo usar sus habilidades para conseguir, mediante la legalidad, propósitos ulteriores. A veces los emplean para detener cualquier propuesta gubernamental y otras para sabotear sus programas o proyectos. No en balde lo probaron 200 veces contra el aeropuerto de Santa Lucía y otras tantas para obstaculizar el Tren Maya. No se puede decir que tuvieron éxito, menos aún razón legítima, pero sí que es una, muy usable, alternativa a su alcance. La lección que bien puede ser extraída de esas tentativas pasadas, apunta hacia acciones conjuntas, es decir, formar alianzas con otros estamentos de la sociedad para hacerlas efectivas.
La casi inacabable serie de intentos y golpes de Estado que plagan el subcontinente muestran el uso, eficaz a veces o torpe y asesino en otras ocasiones. Un celebrado método ahora llamado lawfare, es decir, un abusivo procedimiento –que conserva apariencia legal– usado contra oponentes para vencerlos y dominarlos. Por sí mismo, este camino, no causa tanto daño, ni asegura llegar al objetivo ansiado. Pero, al combinarlo con la fuerza de los medios de comunicación y sus voceros, se convierte en poderosa arma. Pueden, entonces, llegar a sustituir la validez de los votos, en pocas palabras, alterar la vida democrática. En ciertas ocasiones, incluso, se ha usado para desprestigiar la misma vida democrática.
Muchas de las expectativas de la oposición conservadora se concentran, por ahora, en la Ciudad de México. Creen, por hechos pasados, llegada la hora del asalto final para dirigirla. Esperan hacerlo después del largo tiempo bajo el mando de la izquierda nacional. Un, en efecto, larguísimo periodo que, ciertamente, ha tenido altas y bajas en la apreciación de la ciudadanía. Aunque, en verdad, la continúan respaldando con suficiencia. Pero los resultados obtenidos por los opositores en las intermedias de 2021 los alientan. Ahora no sólo atisban oportunidades para ganar en la ciudad capital, sino se animan para extender sus esperanzas a toda la República. En realidad, los opositores le han echado el ojo, los bolsillos y sus ánimos estelares, a la gran concentración metropolitana del país. Y en ello cruzarán apuestas y fincarán su futuro. Unir sus capacidades para dominar el centro del país se presenta como etapa intermedia. Tal posibilidad les situará en condiciones inmejorables para el empuje final por la Presidencia. Aunque esperan confiados en que su ruta combinada ( lawfare) les permitirá no sólo encaramarse en ese centro neurálgico del poder sino, también, aumentar los logros ya obtenidos en el Legislativo y en ciertos niveles municipales.
Mientras, esperan que la Suprema Corte, ahora bajo una presidenta asequible, les auxilie en la lucha durante este trecho momentáneo: inmovilizando el plan B y capitalizar, de inmediato, el tufo triunfal que de ahí se desprenderá. Para lo cual agregan las posible determinaciones, en su favor, que pueda emitir el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Con este arsenal, adicionado por amplias capas medias, pretenden enfrentar a los morenos y su fuerza popular, misma que habrá de dar una señal adicional este ya próximo 18 de marzo.