l Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición (1569 en la Nueva España); su filial, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe (1542), y Tomás de Torquemada, primer gran inquisidor sangriento de Castilla y Aragón (1420-1498), pese a los años de diferencia de su aparición, tienen algo en común: los juicios sumarios.
Hay más en estas siniestras instituciones y en su entrega incondicional a quienes los manejan, porque mientras el TEPJF se asusta con fantasmas inexistentes en los pasillos de su sede, el Santo Oficio, el Dicasterio de la Fe y Tomás de Torquemada también se espantaban con aquellas personas que simplemente pensaban diferente, delito
por el cual el secuestro, la tortura y/o la muerte eran la sentencia.
En estas instituciones, una judicial y tres clericales, se dejan entrever la irracionalidad, la carencia de sentido común, el fanatismo y los intereses creados, todos ellos derivados de la ignorancia y la locura en el sentido de creerse dueños de la verdad
; de ahí que todo aquel que se atreviera a retarlos, en automático se convertía en culpable, por lo que era sentenciado a castigos inimaginables, como inimaginables y fuera de la realidad fueron los argumentos que en su contra se utilizaban en los juicios sumarios a los que eran y son proclives.
Hace 500 años, el Santo Oficio, el Dicasterio de la Fe y Tomás de Torquemada funcionaron perfectamente para la Corona española, así como para el clero católico. Todas esas prácticas sangrientas se realizaron en nombre de Dios
. En el caso del TEPJF, la mayoría de este tipo de juicios son en nombre de los intereses fácticos y de un establishment que agoniza.
Para darle contexto a las acciones represivas, autoritarias y, obvio, intolerantes de las instituciones mencionadas, vamos a lo ocurrido el pasado 17 de enero en la sede del TEPJF, lugar donde se realizan numerosos juicios de tal naturaleza.
El siguiente veredicto nos hace recordar esa intolerancia en que más de 80 años se padeció: El TEPJF y el Instituto Nacional Electoral (INE) prohibieron que cualquier persona tenga o utilice la imagen y figuras de Amlito, una famosa caricatura del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
Después de conocer tal medida punitiva, se dieron a la fuga millones de amlitos, pues temen el destino que, como Tomás de Torquemada y el Santo Oficio, pueda decidir el TEPJF.
Pero vamos más a fondo: el Santo Oficio o nuestro Tomás de Torquemada mexicanos (TEPJF), ¿qué castigo decidirá para quienes hayan comprado el Amlito? ¿Sufrirán cárcel? ¿Serán torturados para saber quién se los vendió? ¿Padecerán la picota en tonel? ¿El toro de Falaris? ¿El aplastapulgares? ¿La cuna de Judas? ¿La doncella de hierro? ¿El agua? ¿El potro? Habrá qué esperar, primero, la búsqueda que desatará el tribunal contra los ya tienen el Amlito (posibilidad que, dada la irracionalidad exhibida, no es remota) y después atestiguar los miles de juicios sumarios que se llevarían a cabo para destrozar a quienes piensan en un ambiente de democracia.
Por ejemplo, ¿una de las sentencias podría ser la hoguera en el Zócalo? Si en la lógica del TEPJF el Amlito encarna al presidente López Obrador, ¿por qué permitieron que el panista Vicente Fox utilizará el estandarte de la Virgen de Guadalupe para hacer su campaña presidencial?
Ya están en puerta los procesos electorales en Coahuila y en el estado de México; por ello el TEPJF tendrá mucho trabajo porque viene la cacería de herejes políticos y en ello no habrá descanso, pues buscan colocar en la picota todo lo que se oponga a la antidemocracia, a la corrupción, a la impunidad, al tráfico de influencias, así como al abuso de poder.
La tarea que los patrones han dejado al TEPJF no será fácil, porque la persecución y la campaña desatada contra la caricatura Amlito se ha convertido en el peor enemigo de la coalición Vamos por México.
Simplemente fue un suicidio de los opositores.
* Director de El Correo de Oaxaca