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Contener el entusiasmo
E

l reciente e intenso proceso inflacionario que abarca a muchos países se ha asociado con: a) la larga persistencia de bajas tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos y que recién desde febrero de 2022 han ido aumentando de modo constante de un nivel de 0.08 por ciento hasta 4.10 en diciembre pasado; b) las repercusiones sociales y productivas de la pandemia, y c) el efecto de la guerra en Ucrania.

Habrá que ver cómo se desenvuelve el fenómeno de la inflación, que aún tiene vuelo a pesar de las recientes disminuciones en su ritmo de crecimiento, para indagar si el proceso de alza de los precios se convierte en un rasgo definitorio del reordenamiento de la globalización que está en curso.

Los bancos centrales, especialmente en los países con flujos significativos de comercio y de capitales, adaptan su política monetaria mediante la fijación de la tasa de interés de referencia. Esto quiere decir que lo que sucede en su entorno nacional debe integrarse en los criterios técnicos y en la consideración de las repercusiones económicas de lo que ocurre en los mercados internacionales.

En concreto se trata del volumen y la dirección de las corrientes del comercio y de los capitales que inciden en la determinación del tipo de cambio. En la fase actual, estas corrientes se adaptan a las condiciones enumeradas más arriba y los acomodos globales que están en curso.

En México esto se ha revelado en la reciente expansión de la entrada de capitales y la apreciación del tipo de cambio del peso frente al dólar. El caso es que, de una u otra manera, los países ajustan su política monetaria, principalmente el costo del crédito, mediante la fijación de un objetivo para la tasa de interés, en respuesta no sólo a las condiciones internas, sino en el marco de sus relaciones internacionales, o sea, el comercio y flujos de inversión y endeudamiento.

El dinero y las monedas tienen una estructura jerárquica. Tal estructura se deriva de la capacidad relativa para solventar deudas. El oro está en la cúspide de esa jerarquía; después las monedas, primordialmente el dólar; luego los depósitos en los bancos y los diversos títulos de deuda, como pueden ser los bonos de deuda pública o privada.

Esto define, de alguna manera, el entramado de las relaciones monetarias y financieras a escala global. Desde la década de 1950, el dólar de Estados Unidos funciona como una moneda mundial; tiene, pues, una condición hegemónica. Este rasgo se ha ido definiendo, transformando y adaptando de modo progresivo en una intrincada red de relaciones entre las más grandes empresas y conglomerados, los más grandes bancos comerciales y un puñado de bancos centrales liderados por la Fed. Este proceso es el que enmarca la historia financiera de las últimas siete décadas. Se estima que alrededor de 60 por ciento de la generación del producto interno bruto mundial gira en relación con el dólar para denominar y realizar transacciones y, sobre todo, para solventar las deudas.

Muchas economías denominan buena parte de sus deudas en dólares, lo que significa que se vinculan de alguna manera con las condiciones que surgen de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos.

El peso se apreció la semana pasada y se cotizó por debajo de 19 por dólar. Se propagó llamarlo el superpeso. Esta forma de concebir los procesos económicos es llamativa, como si el valor en sí mismo determinara una cualidad superior de la moneda. Los precios son relativos y la cotización del peso se alineará en función del movimiento de los otros precios que determinan su valor.

Son varios los factores que han llevado a esta revaluación. Entre ellos la fuerte entrada de dólares para colocarlos en títulos de deuda del gobierno. Los Cetes están pagando alrededor de 10.46 por ciento, mientras que los rendimientos en títulos del Tesoro de Estados Unidos pagan alrededor de 4.25 por ciento. El diferencial es muy grande y la revaluación del peso hace muy conveniente el negocio: se gana más por los intereses y se puede volver a los dólares a un precio más barato en pesos.

Se aduce que la diligente política fiscal del gobierno sostiene esta revaluación. Este es un elemento, en efecto, pero al mismo tiempo la inflación general anual a fines de diciembre en el país fue de 7.82 por ciento. El peso está súper, pero las familias tienen la misma dificultad para comprar la canasta básica, la misma para comprar medicinas, la misma para hacerse de un ingreso suficiente. Si se sostiene la revaluación, eventualmente las importaciones de alimentos y otros productos podrían abaratarse, lo que no necesariamente se expresaría en menores precios al consumidor.

El superpeso también se favorece por la gran cantidad de superremesas que se reciben; un fenómeno que aquí siempre se festeja, cuando que expresa la presión que existe para muchos mexicanos que abandonan el país. Hasta noviembre de 2022 las remesas sumaron 53 mil 139 millones de dólares, 13.5 por ciento más que en el mismo periodo de 2021.

El peso revaluado tampoco favorece al sector más dinámico de las exportaciones (las manufactureras); la mayoría está denominada en dólares, muchas se hacen entre las mismas empresas que importan (comercio intrafirma) como ocurre en la industria automotriz.

La inflación en Estados Unidos también está cediendo, las tasas de interés podrían empezar a reducir el ritmo de expansión de los últimos meses. El diferencial de tasas se irá ajustando y el margen a favor del peso tendrá que hacerlo también, pues las tasas muy altas afectan negativamente al consumo y la inversión productiva internas.

El superpeso es una condición variable de la moneda y no es de tipo permanente; se asocia con corrientes de índole eminentemente financieras para conseguir rendimientos positivos ocasionales en una relación actualmente propicia entre el dólar y el peso mexicano. No está sostenido en la fortaleza productiva de esta economía, en un mayor gasto en inversión, en una mayor productividad, en un mayor bienestar que sostenga la elevación de la capacidad de consumo de la población.

Conviene controlar el entusiasmo y no perder de vista la naturaleza de este proceso coyuntural del tipo de cambio. Conviene concentrarnos en lo importante, como es el apocado crecimiento productivo que ya es crónico, del insuficiente empleo formal, de la carencia de servicios básicos, del bajo nivel de ingresos de la mayoría de la población.