l sistema de integración económica impulsado por Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX, ha revelado su fragilidad y limitaciones. A pesar de sus cuantiosos beneficios, el modelo económico mejor conocido como globalización
ha demostrado ser proclive a generar relaciones de absoluta dependencia que hoy resultan muy riesgosas. Ante esta coyuntura, la integración global parece estar cediéndole el protagonismo a una más cautelosa y modesta, que pretende hacer de las dinámicas regionales la piedra angular para el desarrollo.
La visita del presidente de Estados Unidos y del primer ministro de Canadá, en el contexto de la Cumbre de Líderes de América del Norte 2023, marca no sólo el relanzamiento de una agenda trilateral concreta, sino una propuesta ambiciosa por reformar el sistema de relaciones comerciales globales que se encuentran bajo la órbita norteamericana.
Consciente de las futuras presiones demográficas que enfrentan países como China y de una revaloración del costo-beneficio respecto a lo que significa tener la planta manufacturera de componentes básicos fuera de la esfera de su influencia, Estados Unidos ha emprendido un proceso de relocalización de lo que considera industrias estratégicas de cara al nuevo siglo.
Nuestros vecinos del norte han llegado a la conclusión de que para conseguir la descarbonización de la economía se requiere de una nueva política industrial libre del riesgo que representan las restricciones y potenciales riesgos presentes en el mercado asiático. La relación con México y Canadá es un activo indispensable para lograr la disponibilidad constante de las materias primas, los recursos humanos y energéticos, así como la seguridad alimentaria, necesarios para encaminar la revolución tecnológica.
En la hoja informativa en la que asientan los Objetivos de cumplimiento clave para la Cumbre de Líderes de América del Norte 2023, publicada el pasado 10 de enero por el Departamento de Estado de Estados Unidos, pueden reconocerse tres grandes temáticas: la necesidad de desarrollar una cadena regional de producción de semiconductores, las energías limpias como respuesta a “crisis climática y la seguridad.
En relación con el primer tema, el plan es bastante explícito. Norteamérica debe desarrollar una industria regional capaz de producir los semiconductores que constituyen la columna vertebral para acelerar la revolución tecnológica. Para ello, asienta el documento, es necesario estudiar el tema de manera conjunta, conocer las necesidades de la región, valorar en conjunto la disponibilidad de recursos minerales críticos
destinados a ese propósito y crear las competencias para desarrollar la fuerza laboral
mediante el desarrollo y la movilidad estudiantil
.
Para gestionar la crisis climática se ha planteado reducir las emisiones de metano, descarbonizar la industria del transporte (principalmente el público), homologar las normas operativas y la instalación de cargadores para vehículos eléctricos a lo largo de las fronteras internacionales con el fin de que la carga de estos vehículos no presente problemas al pasar de un país a otro
, así como crear un mercado de hidrógeno en la región para establecer corredores de transporte de carga verdes.
La secretaria de Energía de Estado Unidos, Jennifer Granholm, quien por cierto fungió como gobernadora de Michigan, fue aún más concreta al decir que México podría ser un importante exportador de energía limpia a sus vecinos dado su potencial de recursos de energía renovable de clase mundial, lo que convertiría a América del Norte en una potencia de energía limpia.
En relación con el tema de seguridad, el documento es bastante claro y quizá, salvo algunos detalles, menos sorpresivo. Desde la óptica de Estados Unidos se requiere coordinar acciones y estrategias para combatir el tráfico de armas y de drogas (principalmente el fentanilo), así como la trata de personas. Propone también mejorar los programas de asilo y sus tiempos de respuesta.
Llaman la atención el anuncio de la creación de un nuevo centro de ayuda a migrantes en el sur de México con un gran apoyo del sector privado
y la mención explícita de aumentar la seguridad nuclear en la región. No queda claro si esta última referencia deriva de una necesidad de incrementar la energía nuclear como de fuente energética o se trata de una preocupación de otra índole.
La nueva política económica industrial de Estados Unidos, esbozada durante la Cumbre de Líderes de América del Norte, no obstante, es percibida por algunos sectores económicos como retroceso. Como lo expresa en un artículo editorial publicado la semana pasada por The Economist, titulado La nueva lógica destructiva que amenaza la globalización
, el abandono del presidente Joe Biden de las reglas del libre mercado por una política industrial agresiva ha asestado un nuevo golpe (al sistema de reglas impuesto tras la Segunda Guerra Mundial), Estados Unidos ha desatado vastos subsidios, que ascienden a 465 mil millones de dólares, para energía verde, automóviles eléctricos y semiconductores. Estos están entrelazados con los requisitos de que la producción debe ser local. Sin embargo, la consecuencia inmediata ha sido desencadenar una peligrosa espiral hacia el proteccionismo en todo el mundo
. Cabe recordar que la iniciativa a que hace referencia el semanario encontró aprobación en Congreso hasta que se consideró a la región T-MEC como parte de la producción local
, y que tanto México como Canadá, resultaron favorecidos por el panel de controversias que dirimió la interpretación sobre contenido regional en la industria automotriz.
Aliado natural de Estados Unidos, México cuenta con una oportunidad que se presenta cada 100 años. El repliegue estratégico de nuestro vecino del norte supone un acercamiento oportuno con nuestro país, que de cristalizarse, generará inversión, empleo y mejores condiciones de vida para millones de mexicanos dentro y fuera de nuestras fronteras bajo un paradigma, que sin abandonar algunos de los beneficios de la globalización, pretende enmendar algunos de sus desaciertos. Aprovechemos integralmente esta oportunidad.