ujer, joven, indígena, profesora. Apenas hace unas semanas, la maestra ëyuujk Yenny Aracely Pérez Martínez enseñaba en un grupo de tres grados de una primaria, en la agencia de San José Konkixypy (El Rancho el Señor), en el municipio de Tamazulápam del Espíritu Santo, distrito de Mixe, Oaxaca. Estaba muy feliz trabajando allí. Ahora, está al frente de decenas de miles de docentes pertenecientes a la sección 22. Tiene la voz.
No lo esperaba. Pareciera que todo lo que me ha pasado en mi pueblo, en mi trabajo, en el posgrado, en la lucha social, en la represión me estaban formando para algo que yo no tuve contemplado, que es estar donde estoy ahora
, platica, acompañando sus palabras de una inmensa y fresca sonrisa.
Familia, comunidad, educación pública y lucha magisterial-popular son algunos de los ejes que atraviesan su vida. Nació el 7 de noviembre de 1987, casi por una casualidad, en la Ciudad de México, pero ni es ni se considera chilanga. Vino al mundo en el antiguo Distrito Federal porque su mamá había migrado allí y trabajaba en hogares haciendo limpieza. Pero, tan pronto como vio la luz, la futura maestra fue llevada y registrada en Tamazulápam.
Su papá fue promotor cultural en comunidades. Por su labor, vivía en los pueblos. Fue miembro activo de una de las organizaciones bilingües más significativas: la Coalición de Maestros y Promotores Indígenas de Oaxaca. Como muchos profesores de su generación, él impulsó la castellanización y la idea de que el español era mejor que el mixe, y que dominarlo le iba a permitir a sus dos hijas defenderse mejor en la vida. No era sólo asunto personal, sino una política estatal.
De manera que Yenny creció hablando simultáneamente ëyuujk y español. El mixe por su mamá y por la enorme influencia de su abuela materna. Y el español por su padre. Cuando era niña, el ëyuujk tenía una enorme vitalidad y se escuchaba en todos lados. Políticamente, ella reivindica el mixe como su lengua materna.
Desde muy joven supo que sería docente. Ahora que pienso y recuerdo, de niña siempre quise ser maestra. Soy de las primas mayores. Con mis primitos jugábamos a que yo era la maestra. Siempre he estado tratando de ayudar a los más pequeños. También influyó que mi papá fue promotor cultural bilingüe
, explica.
La maestra estudió el prescolar, la primaria y la secundaria en su comunidad. Los tres años de bachillerato los cursó sola, fuera de su pueblo, en Villa de Etla. Fue su primer contacto con otras lenguas y otras formas de vida. Al concluir la prepa se encontró con que su familia no tenía posibilidades económicas para que fuera a la universidad.
Cuando parecía que las puertas se le cerraban, el destino me llevó a tener un primer trabajo: acompañar a una prima que era maestra a dar un curso de verano para niños que tenían dificultades de aprendizaje muy particulares. Parecía que la vida ya sabía hacia dónde me tenía que dirigir
.
Apenas iba a cumplir 18 años cuando, sin tener profesión, se afilió al Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca y comenzó su peregrinar como docente por honorarios y contratos anuales, en comunidades de la Sierra Mixe. Simultáneamente a su trabajo, dedicó los fines de semana a estudiar en la Universidad Pedagógica Nacional en Oaxaca, hasta que obtuvo su título de profesora. Después, realizó un posgrado en lingüística en el Ciesas, en la Ciudad de México. En 2021, obtuvo una mención honorífica del premio INAH, por su tesis de maestría.
La lingüística le dio herramientas para, junto a otras compañeras, formar en su comunidad el colectivo Tunmuk Käjpxmuk, desde el que impulsan la revitalización de su lengua. “Es –dice orgullosa– un tequio que hacemos con mucho amor, porque queremos apoyar a las nuevas generaciones.” El posgrado y el colectivo reforzaron la socialización en su lengua materna con su madre, su hermana y, especialmente, con su padre.
En 2006, Yenny trabajaba por honorarios y participaba en las movilizaciones de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Allí supo de las injusticias sociales en la entidad, que hasta entonces desconocía. El 25 de noviembre la detuvieron sin motivo. La trasladaron al penal de Miahuatlán y de ahí al Cefereso de Tepic, Nayarit, por faltas que el desgobernador Ulises Ruiz provocó. Estuvo presa casi dos meses.
Esa amarga experiencia la marcó. Allí –narra– pude entender que mi deber estaba en la educación, al lado de los pueblos. Que no tenía otra cosa más que luchar por una educación acorde a las necesidades de los pueblos, de donde soy. A partir de entonces, todo se fue tejiendo hasta llegar este momento
.
Inmediatamente después de su nombramiento, Yenny encabezó una multitudinaria marcha magisterial en el marco de la llegada del nuevo gobernador. Orgullosa de sus raíces, considera que “los pueblos originarios somos el motor del país y de la CNTE. La coordinadora es una fuerza, una unidad, que refleja muchas realidades. Yo reflejo la de mi pueblo y mi lengua. Pero esa realidad siempre ha existido, sólo que pareciera que estuvo un tanto oculta. Para mí es una gran oportunidad. Tengo la voz para decir que estamos presentes y siempre hemos estado presentes. Soy la voz de aquellos a quienes no han escuchado por muchos años.
“Desde que se inició este proceso –sigue– les decía a mis compañeros que me estaban delegando una gran responsabilidad; una que no imaginaba. Este es un servicio como si fuera de mi pueblo. Serviré y no me serviré. Tengo principios basados en los valores de mi familia y de mi comunidad. Es un servicio en el que mandamos obedeciendo, en el que el pueblo es el que decide. Los compañeros tendrán la palabra a través de mí. El servicio es mi misión y siempre estaré del lado de quienes confiaron en mí”.
Twitter: @lhan55