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Desatinada invitación a Lula a Oaxaca
L

a invitación que nuestro presidente López Obrador recién extendió a Lula a asistir a la próxima cumbre de la Alianza del Pacífico del 25 de noviembre en Oaxaca es amable, pero soslaya contextos históricos. En la 4T no se ha entendido que la Alianza del Pacífico, como otros tratados de libre comercio, es una herencia del neoliberalismo impuesto bajo el Consenso de Washington. Queda claro, en la definición que hace la Alianza del Pacífico de sí misma, que es un proceso constituido por países con visiones afines de desarrollo y promotores del libre comercio como impulsor de crecimiento (https://alianzapacifico.net/que-es-la-alianza/). Y más allá de sus fines comerciales y de negocios, es una alianza basada en intereses hegemónicos estadunidenses para frenar la integración latinoamericana, la cual estaba en pleno auge en la primera década de este siglo. La alianza fue fundada en junio de 2012, por los gobiernos ultraneoliberales y coludidos con el gran capital de Juan Manuel Santos, Sebastián Piñera, Felipe Calderón y Ollanta Humala. Eran entonces, justamente, y aun son, Colombia, Chile, México y Perú los países de la región plegados bajo asimétricos tratados de libre comercio con Estados Unidos.

Lula dijo hace nueve años en Telesur (https://bit.ly/3Wv6Z5o): Tenemos que tomar en cuenta que esta Alianza del Pacífico lleva por detrás un interés geopolítico de hacer más débil a la Alianza de América del Sur y de hacer más débil a la Celac. Evo Morales también advirtió, cuando era presidente de Bolivia, que EU está dividiendo a la Unasur. Los países que conforman la Alianza del Pacífico son parte de una conspiración que viene del norte para dividir y que Unasur no avance hacia la liberación definitiva (https://bit.ly/3U7VZJF).

La Alianza del Pacífico oxigena a la doctrina Monroe ante la menguante influencia estadunidense en la región y la competencia con China. Es también una respuesta al fracaso en 2005 de la pretendida Área de Libre Comercio de las Américas, concebida por el gobierno de Bush como una extensión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. “Este proyecto, impulsado en pleno auge del neoliberalismo, fue truncado por el cuestionamiento de un actor clave al cual se intentó relegar desde el principio –la sociedad civil organizada” (https://bit.ly/3UHI3WX). Y muchas organizaciones civiles y sociales brasileñas celebran el triunfo de Lula. Los amigos de la Tierra en Brasil dicen que han decidido matarnos, pero hemos decidido no morir y hacer parte de esa historia, que no termina aquí. En los 60 días que aún quedan del mandato del actual gobierno (de Bolsonaro), enfrentaremos una guerra simbólica y material. En la defensa de ese proyecto de reconstrucción del país, además de la esperanza, contamos con la capacidad de organización y articulación popular, de la unidad en la diversidad de los pueblos y de las fuerzas políticas que tienen un proyecto de amor, humanidad y de respeto a la vida (https://bit.ly/3FGUAFL).

Con esa visión, y para sacudir imposiciones imperialistas, Lula se ha pronunciado también por una renegociación del acuerdo entre Mercosur y la Unión Eu­ropea que se ha pactado ya con Bolsonaro. Lula apuesta a un acuerdo que respete el ambiente amazónico, la agenda climática y, a diferencia de acuerdos como la Alianza del Pacífico o el TLC modernizado entre México y la UE (Riesgos en la renegociación del TLC con la UE, La Jornada 2/8/21), no contenga obligaciones entreguistas, como dar apertura a empresas extranjeras a compras gubernamentales, que son motor de desarrollo endógeno y deben privilegiar a productores locales (https://bit.ly/3NBNtjM).

En lugar de libre comercio y ante los crecientes abusos de empresas extranjeras en América Latina, en particular de empresas extractivistas, los gobiernos progresistas, desde México hasta Colombia, Brasil, Argentina y Chile, se deben articular para concretar un tratado vinculante de las naciones unidas para empresas trasnacionales en materia de derechos humanos. En efecto: la participación continua de los miembros de las comunidades afectadas por las actividades de las trasnacionales, las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos y los movimientos sociales lo convierte en uno de los procesos con más apoyo en la historia de las negociaciones de tratados de derechos humanos de la ONU (https://bit.ly/3UsYg1I).

A diferencia de las negociaciones de tratados comerciales en que las organizaciones sociales y civiles son excluidas, la Campaña Global para Reclamar la Soberanía de los Pueblos, Desmantelar el Poder Corporativo y Detener la Impunidad (campaña global), que representa a más de 260 millones de personas afectadas por las trasnacionales, tiene fuerte presencia e incidencia, tal como en la octava sesión de la ONU en Ginebra la semana pasada, contribuyendo en las negociaciones de dicho instrumento (https://bit.ly/3WxvYFu). La participación de países latinoamericanos es muy importante y Brasil será clave ante la oposición de EU y la UE a este tratado que sujetaría a sus trasnacionales.

Con apoyo decidido de México se lo­graría enfrentar el neoliberalismo fundamentado en tratados de libre comercio y de protección de inversiones, como la Alianza del Pacífico, que responden a los grandes capitales transnacionales y al predominio geopolítico de EU. Y también para la reactivación de la Celac, propuesta por AMLO, es necesario desactivar la divisoria y mercantilista Alianza del Pacífico, no ampliarla. Sería sorprendente si Lula asistiera a la cumbre en Oaxaca.

*Investigador del Institute for Policy Studies www.ips-dc.org y Asociado del Transnational Institute www.tni.org