Sábado 15 de octubre de 2022, p. a12
Una música ritual, una ceremonia de sonidos tribales, una sesión sublime de música hipnótica. Una síntesis de la cultura musical del mundo.
Todo eso es DakhaBrakha, cuarteto de músicos de Kiev que tienen embrujado al mundo con su música tan única, tan profunda, tan original y honda.
DakhaBrakha significa Dar y Recibir, algo así como Toma y Daca.
A mí me suena a Abracadabra, porque es una música passpartout, una encarnación en sonidos de Phileas Fogg, una hoguera.
La música de DakhaBrakha es mágica, pasional, encendida, brutal y al mismo tiempo tierna de toda ternura.
Los orígenes de este grupo se remontan a 18 años atrás, cuando se dedicaban a componer música para montajes teatrales en Kiev.
Tres de sus integrantes son mujeres, todas ellas etnomusicólogas: Iryna Kovalenko, Olena Tsybulska y Nina Garenetska; completa el cuarteto Marko Halanevych.
Todos ellos son multiinstrumentalistas, todos cantan. Los instrumentos base del grupo son: el violonchelo, el acordeón, el piano y percusiones, pero igual toman de otras culturas, otras tradiciones.
Su música pertenece a la mejor categoría del universo: la inclasificable.
Las músicas inclasificables son músicas libres, autónomas, autosuficientes. Respiran libertad.
Su esencia se afinca en la tradición milenaria eslávica y se extiende a todas las culturas-madres.
Las voces de ellas son prodigiosas. Juntas, nos recuerdan a El Misterio de las Voces Búlgaras. Cuando canta el cuarteto, enardece: van del grito al aullido al bramido, y cuando el ritmo se acelera, suena a los Balcanes, a la música de Goran Bregovic.
Y ya que mencioné un nombre, de una vez vierto el resto, para dejarlos atrás: George Gershwin, Philip Glass, Jimi Hendrix, Nina Simone…
Y ninguno de ellos.
Porque la música de DakhaBrakha es, ya dijimos, inclasificable.
Cantan en lengua eslávica, y también en alemán, en inglés y, sobre todo en interjecciones, exclamaciones, guturaciones, imprecaciones sin geografía ni temporalidad. Eso, es una música de la atemporalidad. Y al mismo tiempo es un pulso del tiempo, es el latir del universo.
La noticia es que DakhaBrakha regresa a México luego de siete años en que dejaron encandilados a todos por su participación en el Festival del Centro Histórico de 2015.
Es un proyecto de Discos Corasón, que los trae de vuelta para una gira que se inició el jueves en Cuévano, en el Festival Internacional Cervantino, continuó ayer en Guadalajara y realizará una presentación estelar este domingo 16 en la hermosa sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México.
La discografía de DakhaBrakha es abundante. Su disco más reciente se titula Alambari, y es bellísimo.
Fue grabado en Brasil y su espíritu es multiforme. Como el agua, toma la forma del recipiente.
Así es la música de DakhaBrakha: un ritual que cobra formas fantásticas, oníricas, asombrosas, y nos lleva del embeleso a lo telúrico, de la canción de cuna al bramido, del eco a la caverna, donde el sonido se pierde en laberintos y lo volvemos a encontrar emergiendo como un hada del lago que reposa a mitad del bosque.
La música vocal es la sustancia de esta música. Es el canto polifónico de la Europa del Este en todas sus formas.
Los finos hilos que tejen las cuatro voces nos cierran los ojos y nos abren los oídos de par en par.
La instrumentación básica es simple por poderosa: el violonchelo gobierna el paisaje, un par de tambores con baqueta izquierda gruesa y derecha variable (escobilla, palo delgado, lo que amerite), piano y acordeón.
Y sobre esas alfombras mágicas, sobre esa instrumentación insólita, las voces nos transportan hacia atmósferas edénicas.
La variedad musical que dominan estos cuatro músicos es asombrosa. Es inasible, como si quisiéramos sostener un pez en la mano dentro del agua.
Una de las formas reconocibles es el canto de origen irlandés denominado sean-nós (ó shán-nós), el que por cierto practicaba Dolores O’Riordan, sin que nadie hubiera entendido el secreto.
El canto sean-nós es también ritualístico. Asemeja el acto de una persona solitaria que canta frente a la inmensidad: el mar, el viento, la llanura, un mar de gente.
El trenzado de las cuatro voces es una filigrana exquisita que se transforma en muchas cosas, ninguna de ellas reconocible. Ese es el meollo de la música de DakhaBrakha: el misterio.
La condición de etnomusicólogas de las tres integrantes mujeres dota al cuarteto de una autoridad de conocimiento que se nota en sus ejecuciones y explica el dominio de tantas y tantas tradiciones musicales que ellos retoman sin hacer mescolanza sino fruto nuevo.
Un ejemplo práctico son algunas de sus composiciones cuyos pasajes iniciales tienen todas las características de la música de concierto, no solamente el género cuarteto de cuerdas, sino la música camerística para piano y voz.
El elemento distintivo, la magia de DakhaBrakha, es el uso diferente de la voz y cito ahora el ejemplo práctico de la voz del único integrante masculino del grupo, quien canta con una voz aguda que, si no lo estamos viendo cantar, es decir, si escuchamos solamente el disco, lo ubicamos como una voz femenina.
El uso del falsetto es fundamental en DakhaBrakha, pero como un elemento de la cultura campesina, del canto campesino, del canto del bosque o llanura.
Ya que dije bosque, hay una pieza de DakhaBrakha que nos lleva más allá de lo sublime: ellas cantan cual sirenas, cual hadas, él también, y las combinaciones tímbricas y armónicas nos llevan de repente a una situación inequívoca: cantos de lobos, aullidos matizados por la música de concierto (el lied, no el canto operístico, sino el lied) en un efecto de amortiguamiento, uno de esos mecanismos de la magia de la música de este cuarteto poderosísimo.
Sí, es como el aullido de lobos que se comunican a distancias largas en el bosque, cantando.
O bien como el canto de ballenas.
O el canto de las aves.
Y esa combinación, que no mezcla, insisto, de lo rural con lo citadino, de lo étnico con lo civilizatorio, de lo ritual con lo aparentemente convencional, como, otro ejemplo práctico, la pieza Im Tanzen Liebe, del disco Alambari, que cantan en alemán porque proviene del poema Die Lore-Ley, de Heinrich Heine, eso es lo que hace de la música de DakhaBrakha algo irresistible, fascinante, adictivo.
Bienvenidos al universo, al cosmos, a la galaxia DakhaBrakha.