Muera el racismo
a noche del Grito, el Presidente añadió a los ¡vivas!, ¡mueras!, uno de ellos al racismo. Por primera vez, un Presidente maldijo nuestro racismo. Hace 30 años me atreví a relatar lo que significaba el racismo en un pequeño libro, La democracia que viene (1989). La gente que se interesó por el tema se mostró escéptica. Muchos que sabían que el racismo existe en México veían que hablar de la cuestión era inoportuno: la teoría oficial era que todos los mexicanos pertenecíamos a la misma categoría y que por fortuna el racismo colonial había desaparecido gracias a los liberales.
En los pasados 30 años ha despertado la conciencia de nuestro racismo y son muchísimos los artículos y encuestas que se refieren al tema de modo crítico y profundo, por ejemplo: Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 (Conapred-Inegi), el estudio El color de México del Colmex, la exposición Imágenes para ver-te en el Museo de la Ciudad de México, las películas Nuevo orden y Amar te duele y el libro México racista, de Federico Navarrete, y se puso en marcha toda una campaña llamada Encara el Racismo en 2016. Por supuesto que todo esto ha sido benéfico, máxime que la crítica del racismo tiene base científica y se ha venido desarrollando en algunos grupos; incluso hay numerosos observadores criollos que reconocen el fenómeno y empiezan a imaginar formas de atacarlo.
El racismo debe morir porque nos divide, está originado en una infamia que fue uno de los aspectos negativos de la vida colonial. Algunos intelectuales, como Federico Navarrete y Agustín Basave, han abordado el tema, pero el pionero en esta crítica fue don José Iturriaga, quien habló del problema en un estupendo libro sobre la estructura de México.
Lo importante es definir una estrategia para encarar y resolver este problema; si no se le da una oportunidad para que pueda extinguirse en forma progresiva, deben desarrollarse varias acciones positivas, por supuesto eliminar las campañas de publicidad exclusivamente de blancos, es decir, los neocriollos, que representan 15 por ciento de la población y forman parte de la élite.
De no encontrar una fórmula, el racismo tendrá expresiones muy negativas y hasta violentas cuando se empiece a cobrar una consciencia generalizada de lo injusto, de lo absurdo que son estas formas de discriminación. Si no es así, el grito de ¡Muera el racismo!
quedará como especie de maldición bíblica.