Opinión
Ver día anteriorLunes 3 de octubre de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
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32 sonidos
G

racias a esa noble institución que es Ambulante Gira de Documentales (ahora en su edición 17), circula de diversas maneras un muy atractivo documental titulado 32 sonidos (Sam Green, 2022). Para este notable filme, el director eligió 32 sonidos básicos que forman el esqueleto narrativo del documental, pero que a lo largo del trayecto son complementados por muchos otros. Así, el catálogo de sonidos ahí explorados es tan vasto como variado; entre ellos, por ejemplo, el sonido intrauterino, pájaros extintos, ronroneos de gato, el mar, aviones, el juego de hockey, una máquina Zamboni, insectos, campanas de viento, la nieve cayendo, vidrios rompiéndose, un dron y muchos otros. Entre todos ellos, el que más me conmovió (no sé exactamente por qué) fue el de las sirenas de niebla, esas profundas y misteriosas señales de alerta marina.

De interés particular en 32 sonidos es el hecho de que además del catálogo sonoro que estructura la narración, Sam Green ofrece una importante variedad de observaciones sobre temas conectados directamente con el sonido, algunos de los cuales mueven a reflexiones profundas. Por ejemplo, el énfasis en el incomparable poder evocador del sonido, más potente en ocasiones que las imágenes; el hecho de que las grabaciones son, en efecto, las voces de los muertos, parcialmente recuperables; las fonotecas monumentales; la diferencia (enorme, por cierto) entre oír pasivamente y escuchar activamente; el lenguaje de señas; el silencio que precede y el que sigue a la música.

Y, claro, en una película de esta naturaleza no podían faltar las referencias específicamente musicales. Entre ellas, el reconocimiento de lo difícil que fue ponerle música (a cargo de JD Samson) a una película sobre el sonido. De ahí, también, la reflexión sobre la invención de sonidos falsos, como los efectos sonoros mecánicos para el cine. Entre las presencias musicales importantes en 32 sonidos sería necesario destacar la de John Cage, ahí presente interpretando su emblemática obra de no-música titulada 4’33”, pieza que como quizá ninguna otra en la historia enfatiza el valor del silencio y, de manera particular, del sonido que rodea al silencio y que se convierte por sí mismo en la obra de arte sonoro. Aparece también en el filme de Green la acordeonista y compositora Pauline Oliveros, personaje central en la exploración de la escucha consciente y participativa. Y por ahí está Philip Glass, quien además de componer música fascinante, también ha especulado en abstracto sobre el sonido y el silencio. Como una interesante contraparte del 4’33” de John Cage, se menciona también en el filme ese curioso (e importante) concepto cinematográfico que es el llamado room tone, consistente en grabar el ambiente aparentemente silencioso y vacío de sonido de una locación, para efectos de continuidad en la edición. Otros personajes conectados de una u otra manera con el arte o la ciencia de los sonidos que también figuran en la película de Sam Green son Fred Moten, Annea Lockwood, Ruth Anderson, Christine Sum Kim, Mazen Kerbaj, Edgar Choueiri y Harold Gilliam.

Además de sus episodios poéticos y especulativos, 32 sonidos ofrece también algunos pasajes científicos que son un buen complemento a las reflexiones más abstractas; así, las teorías del pionero cibernético Charles Babbage sobre la permanencia del sonido; así, la ciencia y técnica del sonido binaural; así, una referencia puntual a la invención del sonido estereofónico.

Haber revisado y disfrutado ese muy buen documental que es 32 sonidos me ha conducido a varias reflexiones; una de las primeras radica en asumir que, lamentablemente, vivimos en una nación poblada mayoritariamente por ciudadanos que no conocen el silencio, que no saben estar en silencio, que desprecian el silencio, que les da horror ese maravilloso y pletórico vacío que es el silencio. Y, por ello, se dedican inmisericordemente a invadir con sus ruidos el silencio de los demás, tema que también es explorado en el documental de Sam Green.

¿Tendrá esto algo qué ver con que México sea un territorio particularmente fértil para el auge y diseminación masiva del reguetón y otros ruidosos horrores similares?