La escritora sigue el camino de una familia confinada en un gulag que luego migra a León, Guanajuato
Miércoles 28 de septiembre de 2022, p. 3
A través de la literatura se tiene que denunciar, pero sobre todo dar voz a los más vulnerables en la guerra y en cualquier ámbito, que desafortunadamente son los niños y las niñas
, sostiene la escritora Mónica Rojas a propósito de su más reciente novela, La niña polaca (Grijalbo).
En entrevista con La Jornada, dice: Es un manifiesto latente de lo que hasta ahora vengo haciendo
. Añade que si movemos un poco el foco de la Segunda Guerra Mundial podríamos ampliar la percepción acerca de lo que significa el poder, la maldad y el crimen
.
En su narración, explora el camino de una niña que es confinada junto con su familia en un gulag siberiano y luego migra a una comunidad de León, Guanajuato. La comenzó a escribir hace siete años, durante los cuales recabó más de un centenar de testimonios.
Rojas (Puebla, 1983) menciona el azar de que sea publicada mientras se desarrolla la guerra entre Rusia y Ucrania. “Es un mensaje interesante pensar que lo que ocurre en otros tiempos y tan lejos de nosotros va a tener repercusión. Una de las grandes conclusiones al leer La niña polaca es que al final todos somos uno. Y todo lo que ocurre puede impactarle a uno y tal vez es el caso del texto, pues su migración tiene una repercusión en la comunidad de León, Guanajuato, que es donde se asienta”.
La también periodista destaca desde Zúrich, Suiza, que no se trata de una historia conocida; la rescatamos y sacamos de la nieve tanto esta servidora como los sobrevivientes, a los que tuve oportunidad de entrevistar
; sin embargo, en ese proceso de escritura “al principio quería traer este chip de la periodista que llega, entrevista, sale con la información y se va. Muy rápido me di cuenta que esto no iba a ser posible.
“La conexión que tuve con las víctimas, entendiendo que son personas que han superado sus batallas, me dio la plena satisfacción de poder contar esta historia que ha sido desconocida por mucho tiempo. No había un libro que hablara de la ocupación estalinista en Polonia ni de esta pequeña Polonia en León, Guanajuato.
“Algunas cosas son sumamente dolorosas. Uno pensaría que tanta maldad no podría existir. Hay un personaje que es un celador, El oso polaco, un tipo que cuida a los polacos en el campo de trabajo y les hace de todo, ¡y era polaco! Cuántos osos polacos no hay por ahí, personas con delirios de poder y de grandeza por el discurso imaginario de la raza, la sexualidad o el género.
“Quizá para el público sea interesante leer a La niña polaca como un hecho histórico, pero además como un punto de reflexión, donde la incomodidad de ver a una niña en una tragedia, como es la guerra, podría generar algún cambio de perspectiva, lo cual es la gran ambición del escritor.”
Rojas asegura que algo en común entre su más reciente novela y la anterior es “la necesidad de visibilizar las problemáticas de las infancias. En Lobo, Lupe era un muchachito con una edad similar a la que tenía Ania cuando es llevada al campo de trabajo forzado en Siberia”.
visibilizar las problemáticas de las infanciases algo común entre las dos últimas novelas de la también periodista Mónica Rojas.Foto cortesía de la narradora
Los jóvenes Jan y Lupe, protagonistas masculinos en ambas novelas, tienen una furia contenida. Hay una búsqueda constante de la manada, de la identidad, del persistente enojo con las cosas que no pueden controlar
.
Marginación de las figuras femeninas
A la novelista le “llamaba la atención la relación entre la hermana, Ania, y Jan. En los testimonios que colecté estaba la marginación de las figuras femeninas tanto en las familias como, aun peor, en los campos de trabajo forzado. Eso es una manera de violentar la libertad de pensamiento y de expresión de Ania, lo cual no es ajeno a lo que ocurre con nuestras niñas”.
En torno al periodo bélico, refiere que “el foco está en Alemania y lo que hicieron contra los judíos; sin embargo, a mí me enseñaron que los soviéticos habían sido los grandes héroes y, por supuesto, que gracias a su intervención Hitler cayó.
Se habla poco del costo humano que tuvo ese rescate. Una parte del libro dice que, mientras unos estaban esperando a que llegaran los soviéticos para que se liberaran los campos de concentración, del otro lado, los que están presos en el gulag esperaban que entraran los alemanes
, añade la narradora.
La también embajadora de la organización Save the Children en México relata que “la infancia y lo que ocurrió en los campos de trabajo forzados y Siberia tiene una literatura. Del gulag están Alexander Solzhenitsyn, Milan Kundera y Dostoievski; desde la visión de la infancia, El diario, de Ana Frank, es el caso más sonado, además de El niño con el pijama de rayas y La ladrona de libros.
“Si pudiera tener una justificación de por qué seguí esa línea, es que lo chocante de hablar de algo tan terrible y dramático como la guerra, la peor enfermedad del mundo, a través de los ojos de una niña, donde la infancia denota esta ingenuidad, pero mucha honestidad.
“Estoy segura de que la fortaleza que construyó Ania, tanto a las inclemencias del frío en su físico como en su interior, esta coraza que hizo que no se doblara frente a la muerte de sus seres queridos, ante las ausencias, fue su gran victoria.
“Quisiera pensar que el libro va a terminar con un ‘vivió feliz para siempre’, pero en las historias que fui colectando me di cuenta de que eso no era posible porque son muchas las heridas que quedan después de la guerra. La gran victoria de las personas que salieron del gulag o de los campos de concentración fue seguir viviendo, ese fue su acto de subversión ante la maldad y el poder.”