Se debió hacer un diagnóstico para replantear cosas
, critica el filósofo // Con el historiador Leonardo Lomelí coordinó el libro Universidad y futuro, que se puede descargar gratis
Martes 27 de septiembre de 2022, p. 3
La educación fue especialmente lastimada por el confinamiento, lo cual representó una necesidad de pensar qué estaba pasando
, sostiene el filósofo Hugo Casanova Cardiel, coordinador del libro Universidad y futuro: Los retos de la pandemia.
En entrevista con La Jornada, el doctor en filosofía y ciencias de la educación dice que en el ámbito nacional debimos haber hecho un gran diagnóstico de la educación para comenzar a plantear cosas. Sin embargo, se lanzó un nuevo plan de estudios como si todo el mundo partiera del mismo sitio y no hubiera asimetrías en este país, ya no digamos en esta ciudad
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El título, coordinado también por el historiador Leonardo Lomelí Vanegas, se puede descargar de manera gratuita del sitio https://bit.ly/3RuEeSZ.
Explica: No es lo mismo en la colonia Del Valle que en Iztapalapa, o Milpa Alta, o sea, son escenarios radicalmente diferentes. Todo esto tiene que ver con la dimensión donde buscamos articular el fenómeno de la salud con el educativo
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La emergencia sanitaria, continúa el investigador, visibilizó problemas, y en algunos casos los agudizó. “Sí había una brecha. No la teníamos tan clara. Con la pandemia nos dimos cuenta de que hay una gran distancia entre quienes tienen acceso a dispositivos digitales, pero también quienes tienen el beneficio de la conectividad.
Existen factores estructurales en la sociedad que se vieron exacerbados con la pandemia. Las inequidades educativas también se manifestaron de manera más fuerte
, considera.
Casanova Cardiel puntualiza: “La humanidad se encuentra en una condición deficitaria. No estaba preparada para resistir un flagelo de esta naturaleza. Su educación es absolutamente insuficiente. En el ámbito social es un bien repartido de manera equitativa. Está orientada a los sectores sociales más favorecidos.
Esta época nos plantea preguntas, por ejemplo, sobre la necesidad de si es necesario universalizar el acceso a las redes, que para algunos es un derecho social, que todo el mundo necesita tener las mismas condiciones de acceso, porque si no, radicalizamos aún más la distancia entre los grupos sociales.
En el texto colectivo subyace la idea de que el saber se constituyó como un elemento de contención de la pandemia. El conocimiento de biólogos, médicos y químicos llevó a la búsqueda de vacunas, la patogénesis del virus, cómo es y dónde empieza la enfermedad y cómo se propaga. Eso nos diferencia muy claramente de otras etapas históricas en la contención de enfermedades
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Casanova afirma que las ciencias sociales y el arte realizaron aportes en un propósito general. Las primeras fueron parte de este concepto grande del saber qué se interpretó, qué estaba pasando en términos humanos, cómo los grupos sociales estaban viviendo esta condición de aislamiento y fragmentación individual ante un hecho que generaba gran zozobra
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Destaca que hoy por hoy lo que nos ha permitido el desarrollo tan temprano de las vacunas, a una velocidad mucho más pronunciada que en otros momentos, y que pudiéramos regresar con una relativa prontitud, pese a las variaciones y a la complejización del virus, es el saber. Las universidades como espacios por excelencia del saber se vuelven parte del escudo protector de la sociedad
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Primera etapa de análisis
El volumen, editado por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se suma a una primera etapa de reflexión de sobre la pandemia desde diversos sectores. El Consejo Mexicano de Ciencias Sociales sacó un libro relativo
a este fenómeno mundial, añade el también docente.
El director del IISUE opina que “la razón de ser de las universidades descansa mucho en la interpretación de los grandes problemas que le rodean. En la actual década, la pandemia es El Problema. Tiene que haber muchos más trabajos que nos ayuden a entender más. En la medida que conozcamos mejor qué pasó y cuáles fueron sus características, vamos a estar en posibilidades de salir mejor hacia el futuro.
En 2022 ya tenemos rasgos, que a veces no identificamos con claridad, de lo que vamos a hacer dentro de 10, 15, 20 o 30 años. Ya empiezan a darse estas manifestaciones en términos de desarrollo de los saberes, de formas de apropiarse de él, de construirlo, de su docencia.
Reseña que “la pandemia puso de manifiesto insuficiencias en muchos campos. En las políticas públicas encontramos que en el Plan de Desarrollo no había grandes referencias a situaciones de riesgo o a sucesos calamitosos. Hay apenas una mención.
En el campo de la educación tampoco teníamos una previsión con relación a grandes riesgos, siendo una ciudad sísmica, algo que el 19 de septiembre pasado nos lo recordó. ¿Tenemos esquemas educativos que nos preparen para enfrentar los sismos? Yo diría que no. Son insuficientes.
Añade que no tenemos programas de investigación en educación para la salud, una amplia gama de ángulos que tienen que ver con la nutrición, la higiene y la seguridad. Con el tema de la pandemia lo tenemos muy claro: la campañas de la distancia segura y del uso de cubrebocas costaron muchísimo trabajo en todo el mundo
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El volumen colectivo Universidad y futuro: Los retos de la pandemia reflexiona “qué hacemos después de la pandemia y hacia dónde, pero no busca desde conclusiones globales, sino que cada capítulo cierra reflexiones diferentes. Es una especie de mosaico con un paraguas temático común, pero con estructuras y conclusiones independientes.
Tiene una dimensión nacional y a la vez una mirada latinoamericana
, gracias a participaciones como la de Adriana Puiggrós, pedagoga y política argentina que tiene un gran conocimiento de la educación en México; Áxel Didriksson, ex secretario de Educación en la Ciudad de México; Sara Ladrón de Guevara, académica y rectora de la Universidad de Veracruz, y Rosa María Torres, rectora de la Universidad Pedagógica Nacional.
Hugo Casanova concluye que en los textos individuales se perciben experiencias y miradas muy fundamentadas. La mayoría de los autores tiene dos o tres décadas, hay algunos jóvenes que han pensado la universidad de manera sistemática y que ante la pandemia, de la universidad del siglo XXI, comienzan a pensar cuáles son los retos que vienen
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