crónica de un país que duele
Viernes 23 de septiembre de 2022, p. 8
San Sebastián. La actriz Julieta Egurrola es madre de la cineasta Natalia Beristáin. Juntas han hecho Ruido, el drama de una mujer que busca a su hija desaparecida ante la indiferencia e ineficiencia de las autoridades, un tema redundante no sólo en la realidad mexicana, sino en el cine del país. Con ambas hablamos en San Sebastián, donde participan en el apartado Horizontes Latinos. Ruido es el tercer largometraje de Beristáin, tras No quiero dormir sola (2012) y Los adioses (Premio del Jurado en el Festival de Morelia).
–¿Cómo ha sido su relación de madre e hija en esta experiencia cinematográfica, tanto desde la actuación como detrás de cámara?
J. Egurrola: Es extraordinario ser dirigida por tu propia hija que desde chica conoce el mundo de la actuación y siente mucho respeto por este quehacer. Éste es su tercer largometraje y le ha ido muy bien hasta ahora con sus películas. Dirige con honestidad. Estudia y sabe lo que quiere. Me ha brindado la satisfacción de volver a hacer un protagónico en el cine, que hace años no lo hacía. Mi querencia es el drama, entonces de alguna manera todo fluyó bajo su dirección con este tema que estamos padeciendo desde hace años, tan violento, difícil, cruel, sin resonancia y sin solidaridad de nuestros gobiernos.
–La película cala profundo por su temática que se ve reflejada en muchos países del mundo…
N. Beristáin: Sí, y me cuestiono justamente eso, cómo una película que aparentemente es muy local, enraizada en la violencia que se vive en México día a día, de la cual somos víctimas las mujeres, al final, dentro de los distintos contextos de cada región, de cada país, puede también resonar por otras razones. Esto nos ha servido para darnos cuenta de que hay que protestar y gritar para que esto no quede en la indiferencia.
–¿De allí el título, Ruido?
N. Beristáin: Sí. La película está como atravesada por historias muy violentas, brutales, por eso lo que nos importa es precisamente hacer ruido. Y que éste moleste, sea incómodo, caótico y violento. Tenemos que ser solidarios con estas familias destrozadas que necesitan visibilidad.
–El bordado que usan las mujeres en Ruido, no sólo es una forma de denuncia, sino también una forma de reivindicar el arte propio. ¿Es además un tipo de terapia colectiva?
J. Egurrola: Durante mucho tiempo me pregunté qué hacía Julia. Cómo era esa vida que se había trastocado a partir del momento en que esta madre empieza a buscar a su hija, y que deja de ser Julia cuando es atravesada por tanta violencia. En medio de este cuestionamiento, cada vez más en las marchas y en las manifestaciones a las que acudimos, me percaté de estos bordados, que de alguna manera hacen eco de luchas pasadas, como las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, con sus pañuelos blancos en la cabeza. Pero está también el bordado que hacían las familias negras que hacían las esclavas en el Sur de Estados Unidos. Ya que no podían hacer narraciones verbales, entonces usaban estos bordados para poner allí su voz y contar sus historias y que allí quedaran plasmadas para que pasaran de generación en generación. El bordado, que está direccionado a ser femenino, permitía tejer redes con otras mujeres. Se convertía en la columna vertebral de esta lucha. Por eso, para mí la película busca la posibilidad de tejer
puentes hacia otras generaciones de mujeres, hacia otras luchas en el mundo.
- ¿Qué les ha enseñado el proceso de documentación, el trabajo con las asociaciones, sobre dignidad y resiliencia?
J. Egurrola: Todo. Si algo he entendido es que gracias a las buscadoras, las periodistas, las defensoras de derechos humanos, las abogadas, las madres de familia... todas buscan justicia sin perder ni la voz ni la dignidad, sin perder la posibilidad de gozo, de poder convivir y conectar con los demás. Ahí está la resiliencia, ahí está la digna rabia. No es nada más el lado oscuro y la exigencia, que sin duda es lo más importante de todo. Pero esta exigencia no tendría ningún sentido si lo otro no existe, si no hay cabida para la alegría y la esperanza.
–¿De qué tejido está hecha Julia? ¿Está basada en historias reales? Ha sido un trabajo largo de documentación, pero ¿tenía en mente a alguna persona que haya conocido?
N. Beristáin: Es una investigación de muchos años, de varias historias leídas y vistas en documentales, reportajes, de primera mano de familiares. Pero fue absolutamente consciente el que Julia vaya armada de muchos relatos. No es el caso de una mamá en particular. De ahí también el grandísimo poder de la ficción que nos permitió a partir de esta mujer, entablar otra serie de historias y de luchas que suceden en México.
J. Egurrola: las familias desesperadas se van dando cuenta de que no hay ayuda de ningún tipo, no hay entendimiento. Cambian de funcionarios. Hay una indiferencia total de la burocracia, hay cero empatía con el dolor de las familias. Estos colectivos de madres que apoyan a este personaje son muy humanos.
–A pesar de todo el dolor que plasma la película y la cantidad de callejones sin salida ¿Cree que la nueva generación de mujeres aporta esperanza?
N. Beristáin: Sin duda. Es que si no hay posibilidad de salida, para qué sigo viviendo ahí, para qué contar esta historia si de alguna manera me voy a estrellar contra una pared. Creo que los feminismos, las nuevas generaciones de mujeres, la rabia que traen consigo son definitivamente muy esperanzadores. Con esta película hemos aprendido que no estamos solas. Que somos dignas herederas de las generaciones que nos han precedido y que somos responsables de mantener las puertas abiertas para las generaciones que seguirán. Y que, a pesar del complejísimo panorama que nos toca habitar, sí está en nuestras manos cambiar nuestras narrativas.