Viernes 23 de septiembre de 2022, p. 7
En uno de los textos del libro Conversaciones con Jorge Fons, de Eduardo de la Vega Alfaro, el escritor José Agustín da cuenta de su relación personal y su opinión sobre el cineasta, su amigo.
“Jorge Fons es una de las personalidades claves y más fascinantes del cine nacional, demostró su maestría en el largo, corto o minimetraje. Fue continuidad y ruptura. Supo apreciar y aprender de los viejos cineastas mexicanos e introdujo la ‘nueva sensibilidad’ a través del dominio y del refinamiento de los recursos del lenguaje cinematográfico”, escribe.
Antes de conocerse, José Agustín admiraba ya el trabajo de Fons. Así que cuando el escritor salió de Lecumberri, no dudó en tomar la ayuda que el cineasta le ofreció. En 1971 salí de la cárcel y los trabajos escaseaban. Además de algunas colaboraciones en revistas, y de cursitos apenas suficientes para sacar la lana que aliviana, justo cuando me tronaba los dedos desesperado, Jorge Fons me invitó a escribir un guion. Carajo, qué buena suerte, pensé. La chamba no sólo prometía ser buena, y bien pagada, sino que para mí resultaba valiosísimo trabajar y aprender de un cineasta tan talentoso
, admite.
José Agustín y Fons se encontraron mientras el cineasta realizaba Caridad. Sin duda fue un gran salto cualitativo. Fons obtuvo reconocimiento y apoyo financiero para emprender un gran cine de autor, además de que era un joven dotadísimo. Yo lo conocí en ese momento decisivo, cuando se abría en él un nuevo ciclo creativo, y ciertamente nos enriquecimos mutuamente
.
Luego ambos compartieron tiempo al desarrollar proyectos para una nueva productora llamada Marco Polo. Y ahí Jorge y yo empezamos a trabajar un guion sobre la CTM y Fidel Velázquez, en condiciones de óptima comodidad
, recordó José Agustín. Fue durante esa época en que su relación se tornó más personal. Junto al también escritor Carlos Castaneda, José Agustín y Fons hacían excursiones a mercados de plantas medicinales, salían a comer o se veían en casas y hoteles. Jorge y yo congeniamos al instante, nos entendimos de poca madre y nos hicimos grandes amigos, incluso me facilitó una lana para sacar del hospital a Andrés, mi primer hijo, cuando nació. Pero todo lo que trabajamos juntos nunca se filmó
, cuenta el escritor. A pesar de no lograr culminar sus proyectos, ambos lograron otra cosa: Ya éramos cuatísimos irreversibles, compartíamos el amor por el buen cine mexicano y por clásicos
.
Tras el proyecto de la CTM, los caminos de Fons y Agustín tomaron sus propios rumbos, pero el escritor no perdió el hilo de la carrera del cineasta. “A fines de la década decidió tomar el guion de Xavier Robles, Rojo amanecer, sobre el 2 de octubre en Tlatelolco. Es de suponerse que la dificultad para obtener tomas de archivo o reunir el dineral necesario para reproducir la matanza con multitudes, ejército, halcones, helicópteros y demás, convirtieron a la película en un espacio más bien teatral”, relata.
Devolvió el mito del 68
La película, filmada durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, enfrentó problemas de exhibición, pero se volvió un clásico del cine mexicano. Para José Agustín las causas radican en que nos devolvía el mito del 68; los nuevos jóvenes pudieron tener una idea muy elocuente de la noche de Tlatelolco, lo cual, en tiempos cada vez más oscuros y deshumanizados, hacía falta. Pero también fue puerta de otro nuevo ciclo del cine nacional
, indica.
Fons, quien falleció la noche el miércoles, contaba con una visión artística de su labor. Su amigo, José Agustín se refirió también entonces a su forma de trabajar. “Ha filmado con talento, sentimiento y conciencia plena, comprometida; sin perder honestidad ni principios, sin caer en las tentaciones del medio o de los cheap thrills. Es antecedente de los directores más jóvenes y sobresalientes del cine mexicano del nuevo milenio porque modificó el concepto del lenguaje, lo abrillantó y lo puso al día, además de que dio lecciones sobre cómo enfrentar el dilema entre el arte y la industria. A fin de cuentas, eligió el camino del arte, de ahí que su obra, como la de Rulfo, sea densa y rica precisamente por selectiva”.