engo de uno de los tres países más bellos de la Tierra.
Allí hay una explosión de vida. Miles de especies multicolores en los mares, en los cielos, en las tierras... Vengo de la tierra de las mariposas amarillas y de la magia. De las montañas y valles de todos los verdes, no sólo bajan las aguas abundantes, bajan también los torrentes de la sangre. Vengo de un país de belleza ensangrentada.
En esas selvas, se emana oxígeno planetario y se absorbe el CO2 atmosférico. Una de esas plantas que absorben el CO2, entre millones de especies, es una de las más perseguidas de la Tierra. A cómo dé lugar, se busca su destrucción: es una planta amazónica, es la planta de la coca, planta sagrada de los incas.
Como en un cruce de caminos paradójico. La selva que se intenta salvar es, al mismo tiempo, destruida. Para destruir la planta de coca arrojan venenos, glifosato en masa que corre por las aguas, detienen a sus cultivadores y los encarcelan. Por destruir o poseer la hoja de la coca mueren un millón de latinoamericanos asesinados y encarcelan a 2 millones de afros en América del Norte. Destruid la planta que mata, gritan desde el norte, pero la planta no es sino una planta más de las millones que perecen cuando desatan el fuego sobre la selva.
Nada más hipócrita que el discurso para salvar la selva.
Mientras dejan quemar las selvas, mientras hipócritas persiguen las plantas con venenos para ocultar los desastres de su propia sociedad, nos piden más y más carbón, más y más petróleo, para calmar la otra adicción: la del consumo, la del poder, la del dinero.
Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas. Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder.
No toquen con sus venenos la belleza de mi patria. Ayúdennos sin hipocresías a salvar la selva amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta.
Ustedes reunieron a los cientificos, y ellos hablaron con la razón. Con matemáticas y modelos climatológicos dijeron que se acercaba el fin de la especie humana, que su tiempo ya no es de milenios, ni siquiera de siglos. La ciencia prendió la alarma y dejamos de escucharla.
Cuando más se necesitaban las acciones, cuando los discursos ya no servían, cuando era indispensable depositar los dineros en los fondos para salvar la humanidad, cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo se inventaron una guerra y otra y otra. Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria. Invadieron en nombre del petróleo y del gas.
Las guerras les han servido de excusa para no actuar contra la crisis climática. Las guerras les han mostrado cuan dependientes son de lo que acabará con la especie humana.
Les propongo como presidente de uno de los países más hermosos de la Tierra, y de los más ensangrentados y violentados, acabar la guerra contra las drogas y permitir que nuestro pueblo viva en paz.
Convoco a toda América Latina en este propósito. Convoco la voz de Latinoamérica a unirse para derrotar lo irracional que martiriza nuestro cuerpo.
Los convoco a salvar la selva amazónica integralmente con los recursos que puedan destinarse mundialmente a la vida.
Les propongo y los convoco a América Latina para ello, dialogar para acabar la guerra. No nos presionen para alinderarnos en los campos de la guerra. Es la hora de la paz. Que los pueblos eslavos hablen entre sí, que lo hagan los pueblos del mundo. La guerra es sólo una trampa que acerca el fin de los tiempos en la gran orgía de la irracionalidad. Desde América Latina, convocamos a Ucrania y Rusia a hacer la paz.
Sólo en paz podremos salvar la vida en esta nuestra Tierra. No hay paz total, sin justicia social, económica y ambiental. Estamos en guerra, también, con el planeta. Sin paz con el planeta, no habrá paz entre las naciones.
Sin justicia social, no hay paz social.
* Presidente de Colombia. Resumen de su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.