Domingo 18 de septiembre de 2022, p. 30
La lucha comunal para expulsar a la fábrica de papel Loreto y Peña Pobre del bosque de Milpa Alta, en la que se involucró su padre en la década de los 70, llevó a Raymundo Flores Melo, de entonces 11 años, a interesarse por la historia y volverse cronista de la demarcación.
En esta época, cuenta, el representante comunal Daniel Chícharo Aguilar, estaba coludido con el delegado Humberto Navarro y el regente Carlos Hank, en contratos con la empresa a espaldas de los comuneros
. Ésta había metido guardias que impedían el paso a campesinos que iban al monte por leña, carbón o zacate, lo que hizo que la población se crispara y comenzara a organizarse hasta conseguir, en 1979, recuperar el control y dominio de su bosque.
Chícharo Aguilar quiso relegirse. La población estaba muy disgustada y asisten varios cientos a impedir la relección, se salen las cosas de control, le echan gasolina y lo queman
. A partir del interés por conocer lo que decían los documentos que aportaron las comunidades para confirmar la propiedad comunal del bosque, eligió estudiar etnohistoria en la Escuela Nacional de Antropología.
En entrevista, en un paraje de Santa Ana Tlacotenco, explica que si bien el de cronista es un oficio acreditado, se labora en los tiempos libres, porque la mayoría vivimos de otra cosa
; él es maestro de secundaria en Iztacalco desde hace 26 años. Agrega que se recopilan datos que no están registrados por los historiadores y provienen muchas veces de la tradición oral, de lo que cuentan los abuelos.
Flores publicó en 2016 En la Milpa Alta historias y crónicas. Dice que mucho del trabajo se da a conocer en conferencias de pueblo en pueblo, aunque en la pandemia descubrió que los medios digitales dan mayor difusión, y a pesar de que no es un trabajo remunerado, confía en que el oficio persistirá mientras haya personas interesadas por su pasado. Siempre hay algo nuevo por contar y descubrir
.