Encrucijada
e acerca el día de las elecciones intermedias en Estados Unidos y crece la incertidumbre sobre las posibilidades que demócratas y republicanos tienen de recuperar o conservar una o las dos cámaras legislativas. De las primarias celebradas en las pasadas semanas a lo largo de ese país, las más controvertidas estuvieron a cargo de los precandidatos del Partido Republicano. El señor de las tinieblas, como bautizó un comentarista a Donald Trump, organizó desde los entretelones del Partido Republicano las campañas de sus incondicionales.
Denostó a quienes en su propio instituto político se abstuvieron de apoyarlo, acusándolos de traidores por no sumarse a quienes, como él, después de dos años aún consideran que Biden no ganó las elecciones. El enfrentamiento entre precandidatos de ese partido derivó en ofensas e incluso insultos en el transcurso de las campañas. Trump apoyó a cerca de 200 aspirantes en los comicios primarios y se estima que entre 30 y 40 por ciento ganaron (no está claro cuál es el saldo neto, pues muchos no tuvieron oponente y pudieron triunfar con o sin su apoyo). Algunos buscarán su relección como representantes, senadores o gobernadores, otros tratarán de llegar por primera vez a un sitio en alguno de los puestos a elección popular en noviembre, cuando se enfrenten a los aspirantes del Partido Demócrata.
En éste también hubo disputas, entre progresistas y moderados. La diferencia es que ni con mucho fueron tan contenciosas ni llegaron al bajo nivel de civilidad, como en el caso de los republicanos. La disputa más bien giró en torno al alcance de las medidas necesarias para apoyar a la mayoría de la sociedad que más necesita el auxilio del gobierno.
En noviembre está por verse cuántos aspirantes republicanos serán capaces de ganar en noviembre con el apoyo de Trump y cuantos perderán por su empecinada actitud en defenderlo y por haberse sumado a sus tropelías. Tal vez lo más ilustrativo será aquilatar la reacción social a las acusaciones en su contra por la inmoralidad y ausencia de ética con que gobernó y el estado desastroso en que dejó al país. La gran pregunta es si la sociedad será sensible a esos hechos. Será una buena radiografía de una nación que se encuentra en una encrucijada entre una democracia más humana capaz de incluir a la gran mayoría de sus ciudadanos y otra que se obstina en permanecer en la oscuridad en que El señor de las tinieblas la sumió.