Domingo 28 de agosto de 2022, p. 16
La propiedad privada es predominantemente masculina. Entre las viviendas habitadas por sus dueños, hasta 57.9 por ciento son de hombres. También son ellos quienes ocupan una mayor proporción de los empleos formales y, casi en automático, los que tienen un mayor acceso a créditos hipotecarios, muestran datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La construcción de la pobreza alrededor de las mujeres viene de siglos, explica en entrevista Nelly Lara Chávez, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG). Desde que se conforma la posibilidad de acceder a la propiedad privada, se cimienta esta primera desigualdad a favor de los hombres.
El Inegi reporta que entre los hogares habitados por la persona propietaria, 40.6 por ciento es de mujeres, en otro 1.6 por ciento no se especifica el género, y en el resto los dueños son hombres. Una vez que se consulta por escrituras a su nombre, estas proporciones no se modifican de manera importante, con 40.9 por ciento, 0.6 y 58.4 por ciento, respectivamente.
El cambio se vuelve más notorio cuando se consulta a las personas propietarias si las escrituras están a nombre de otra persona, donde esta proporción escala a 45.1 por ciento en el caso de las mujeres, a 7.6 por ciento en las personas que no especificaron un género y sólo se reduce en el caso de los varones, a 47.4 por ciento.
Hay mujeres que consiguen hacerse de una casa o de un departamento, pero en México nos encontramos con que hombres cercanos terminan por disponer de ese espacio
, comenta Lara Chávez.
La investigadora explica que desde finales del siglo XVIII se permite a los hombres ser propietarios y esta posibilidad queda vedada para las mujeres, quienes en el marco de una familia terminaban siendo parte de la propiedad de los hombres
.
Uno de los cuestionamientos más importantes a estos esquemas vino con el movimiento sufragista, y las vertientes a su alrededor, detalla Lara Chávez. El que una mayor cantidad de mujeres lograran acceder al divorcio evidenció que al separarse no tienen absolutamente nada, ningún bien, que la casa no les pertenece
.
En el caso mexicano, con la Revolución, el reparto agrario y una división sexual del trabajo que tenía a las mujeres replegadas en el hogar, la consigna la tierra es de quien la trabaja
terminó por dejar el territorio en manos de los hombres. Esto agravó mucho más la situación en cómo construir la autonomía vinculada a la ciudadanía de las mujeres y cómo se iba acentuando la desigualdad
.
Información recuperada por el Instituto Nacional de las Mujeres refleja que sólo tres de cada 10 personas ejidatarias son mujeres. Y aún es menor su participación en los espacios de representación. Datos de 2019 evidencian que de los 14.6 mil ejidos y comunidades con órganos de ese tipo sólo 7.4 por ciento fue presidido por una mujer.