Sábado 27 de agosto de 2022, p. a12
Esta entrega está dedicada a Pina Bausch (1940-2009), uno de nuestros referentes.
Gracias a ella, la humanidad es mejor. Desde entonces, la danza es un espacio donde los humanos amamos, reímos, lloramos, nos divertimos mucho.
Impronta: haberla visto bailar en vivo, en el Teatro de la Ciudad, en 1995, donde ejecutó una de sus piezas capitales: Café Müller, con pasajes de la ópera Dido y Eneas, de Henry Purcell, y años más tarde en Bellas Artes, con otra de sus obras maestras: Nelken.
Rendimos homenaje aquí a Pina Bausch desde la música, la que ella puso en los altavoces mientras la veíamos bailar, mientras veíamos a sus bailarines poner en escena la vida.
Cuando Pina Bausch vino a México, la danza todavía era un espacio de lo clásico, mientras lo contemporáneo apenas se vislumbraba. Su visita detonó la revolución dancística en México. Comenzamos a ver compañías independientes que seguían, literalmente, sus pasos.
Mi querido amigo, el compositor Mario Lavista (1943-2021), compartía mi preocupación: los grupos de danza carecían de imaginación, creatividad; era pobre su cultura musical. Feliz, me pidió acompañarlo al debut de su hija, Claudia, bailarina ahora y coreógrafa, cuando se presentó en Coyoacán.
Claudia Lavista prepara un gran homenaje coreográfico a su padre, que se estrenará pronto, con su música: un mundo, un universo, una galaxia.
Para Pina Bausch, la música es uno de sus personajes. Su cultura musical era asombrosa. Como pocos melómanos, disfrutaba por igual música de la calle, música campesina, música alternativa y, por supuesto, lo que todos esperarían de un coreógrafo: música de concierto.
La coreografía de Pina Bausch con música de Igor Stravinsky, La consagración de la primavera, es un hito de la historia de la humanidad.
Dedicar un Disquero a Pina Bausch es como hacerlo con Stanley Kubrick, Wim Wenders, David Lynch, o Jim Jarmusch, todos ellos hacedores de mundos con música asombrosa.
Es un ejercicio donde aprendemos, descubrimos, vamos de sorpresa en sorpresa.
De hecho, es una de las maneras de acrecentar el placer de hacer descubrimientos en música, de conocer autores que de otra manera pasarían inadvertidos para nosotros.
En el caso de Pina Bausch tenemos varias categorías de músicas y de músicos. En primer lugar, los compositores que trabajaron con ella, como fue el caso de Jun Miyake, a quien dedicamos la entrega de la semana pasada.
Para establecer un criterio de orden, basemos nuestra escucha de hoy en la música del filme Pina, que ella preparó con Wim Wenders, Yun Miyake y René Aubry, entre otros compositores.
En las plataformas digitales podemos disfrutar distintas versiones del soundtrack del filme Pina, de Wim Wenders. Si ponemos en el buscador de Spotify, por ejemplo, las palabras Pina Bausch y luego Wim Wenders, encontraremos la versión más apegada al original, puesto que el soundtrack original no se consigue completo en plataformas (en Spotify está a la venta, en dos elepés, pero no lo distribuyen en México) y entre otros detalles curiosos, en ningún lugar se consigue la versión original de Lillies of the Valley, la obra que creó Jun Miyake para Pina y Wenders. (Se consigue en YouTube, con el agregado delicioso de las escenas respectivas del filme.)
Esa versión de la playlist, titulada Soundtrack Pina Wim Wenders
, comienza con sonrisas y sol: O Leaozinho (El leoncito), de Caetano Veloso en dúo con María Gadú: “Me gusta mucho verte, pequeño león / caminando en el sol / me gustas mucho, leoncito / para desentristecer, leaozinho”.
En seguida, una pieza tradicional sefardita: La prima vez (que te vidi / de tus ojos me enamoré), y ejemplifica el gusto de Pina Bausch por las músicas del mundo fuera de lo comercial. Hay, como ésta, varias piezas cantadas en español (en este caso en sefardita), en las coreografías de Pina Bausch quien, por cierto, cuando visitó México en 1995 fue al legendario Salón Colonia, una de las mecas del danzón, que se ubicaba en la colonia Obrera de la Ciudad de México, y compuso una coreografía titulada precisamente Danzón, pero para sorpresa de quienes esperarían una obviedad, ella recurre a música de Ben Webster para sus abstracciones dancísticas.
A Pina Bausch le interesaban las personas por encima de todo. Su método para crear coreografías era hacer preguntas (mismo método de la filosofía y del periodismo, por cierto) a sus bailarines y a partir de sus respuestas creaba danza, pero nunca de manera literal. Lo que importaba a Pina era qué mueve a las personas, qué las hace felices, y a partir de ahí armaba sus obras maestras.
Hay una concepción equivocada respecto de las obras de Pina Bausch: se dice que es un expresionismo que relata la tristeza, lo cual es parcial e inexacto, porque, si observamos en la memoria o ponemos a andar los muchos videos disponibles de sus obras, veremos sonrisas, bromas, jugueteo, no solamente drama.
El siguiente track de Pina es un tango, género sobre el que pesa, así como el blues, el sanbenito del drama, cuando se trata de narraciones de vida. Suena La cachila con Los Astros del Tango y enseguida viene uno de los mejores ejemplos del mundo feliz y de la alegría de la vida en las obras de Pina Bausch: Bahamut, del extraordinario grupo de música alternativa Hazmat Modine, cuya música es tan poderosa, divertida, vital, que dedicaremos un siguiente Disquero entero a ellos.
Mientras tanto, solácese, hermosa lectora, amable lector, con la historia de Bahamut y su amigo Bohemoth, que juegan alegremente bajo el sol y miran a una enorme tortuga verde y azul que se yergue sobre siete montañas que flotan sobre un polvo amarillo que mece un árbol de acacia que nace del hocico de un inmenso toro rojo que tiene cincuenta ojos flameantes de fuego mientras sus pezuñas se plantan en el minúsculo grano de arena que flota en el ojo de Bahamut como una mota de polvo.
Nadie sabe quién es realmente Bahamut. Algunos creen que es pez, otros tritón, lo único que sabemos es que el solitario Bahamut flota sinfín a través del tiempo y del espacio y nos sostiene a todos y a todo flotando en una lágrima que nace de su único ojo. El mundo de Pina Bausch es vasto y hermoso.
Los descubrimientos para los melómanos no cesan de su obra: música potente, vigorosa, del diyéi brasileiro Amon Tobin, uno de los precursores del trip hop. De él suena Ruthless, del álbum Chaos Theory, y enseguida Theme From Battery, del mismo disco.
Más descubrimientos para melómanos no familiarizados con la música misteriosa y honda del rumano Alexander Balanescu, piezas de él como solista y también de su Balanescu Quartet; o del mítico Tom Waits, de su álbum Alice y de otros de sus discos.
Ah, por supuesto que Pina hizo coreografías con la música sagrada de Dead Can Dance (que estará en México en abril, por cierto), entre ellas con su obra Spirit Chaser.
El universo Pina tiene continuadores: Bob Wilson, William Forsythe y la genial Maguy Marin (el mundo andarán con Maguí Marán) y toda una escuela que formó, con sus intensidades.
Escuchemos la música de Pina Bausch. En las plataformas digitales existen varias playlists plenas de asombros, sorpresas, hallazgos, alegrías, intensidades.
Gracias por tanto, amada Pina.