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Entender la parálisis
E

l país parece suspendido en el aire.

Uso una metáfora para referirme a las élites políticas y económicas.

El atasco elitista. Las élites están atascadas en medio de una numerosa telaraña de conflictos y dilemas insolubles referidos a la seguridad, a la economía, a la desigualdad, a la democracia, a la pobreza, a la soberanía. ¿Por qué? Esencialmente porque los canales de comunicación e intermediación están azolvados.

Sobre el viejo autoritarismo. El ensamblaje del México profundo y el México deseado de las modernizaciones, se construyó desde un sistema centralizado en la figura presidencial y articulado mediante grandes conglomerados –obreros, campesinos, burócratas–, que transformaron la participación ciudadana en actos litúrgicos de confirmación plebiscitaria. La gobernabilidad se basó en detalladas reglas formales en la Constitución y las leyes, que se cumplían de manera selectiva junto con un conjunto de reglas informales, el verdadero armazón institucional.

El discurso nacionalistarevolucionario. En el centro discursivo estaban los conceptos claves de unidad nacional y de estabilidad, pero el autoritarismo operó política y socialmente desde las reglas informales. Para Rafael Segovia (1974), la multiplicación y diversificación de los grupos sociales y económicos dejó a lo largo del camino modernizador una teoría de residuos institucionales engastados en el aparato estatal. Por ello quererse liberar de los residuos podría derrumbar todo el edificio. Fernando Escalante (2018) añadió que esos residuos eran los instrumentos –a través de los aparatos corporativos de masas– para gobernar.

El régimen de la alternancia. Aunque nunca se explicó de esa manera, señala Escalante (2022) eso que llamamos transición a la democracia consistía, básicamente, en suprimir esas formas de intermediación que eran un obstáculo para el funcionamiento normal, previsible, de la democracia, el mercado, el derecho.

Las transformaciones. El presidencialismo se transfiguró en un Ejecutivo acotado, pero no por los otros poderes constitucionales, sino por los poderes fácticos. El partido hegemónico fue sustituido por un pacto oligárquico entre partidos lubricado con los recursos públicos. Las reglas informales continuaron imperando junto a un activismo legislativo de leyes aprobadas, pero no acatadas. Sin embargo, la mayor derrota del estado y la sociedad expresada en la cauda de muertas y desaparecidas fue la guerra contra las drogas. Hasta nuestros días.

Las bandas criminales. Su lógica es local, territorial y multiforme.

No es, como repite con razón Escalante, un cuerpo ajeno, externo a la sociedad. Más bien se encuentra empotrado, engastado en la sociedad misma. Ha hecho uso de todos los recursos informales perfeccionados durante el autoritarismo. Ha refuncionalizado los mecanismos de intermediación desechados, aunque por razones diferentes, tanto en el régimen de las alternancias como en el régimen actual.

La cacofonía. La intermediación política está obstruida, en gran medida, porque las dos principales narrativas transportan en su seno aporías. Significan la imposibilidad de resolver un problema, ni siquiera comenzar a dialogar, si se parte de ciertas premisas. La premisa de que el gobierno actual pone en riesgo a la democracia, o recurre a un ente abstracto o al régimen incipiente que conocimos en los sexenios anteriores. La premisa de que quienes critican y objetan al gobierno actual son conservadores, o se ilustra en otro ente abstracto o en una referencia histórica. En ambos casos llevan al pasado para incrustarse en una imagen abstracta de futuro. Eluden el presente.

Así no hay diálogo posible, indispensable entre las élites, más aún en medio de una sociedad fracturada y conmocionada. Desmantelar las premisas que nos separan deber ser el punto de partida para iniciar una deliberación crucial para el país.

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