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Predominancia
D

ecir que estamos presenciando en tiempo real el despliegue de un nuevo sistema de partido hegemónico, suena, por el momento, a exageración. Pero sí está cuajando un sistema de partido predominante.

Esto quiere decir predominancia. Sigo los datos presentados por mi colega Jorge Zepeda Patterson ( Milenio, 2/8/22), entre sábado y domingo pasados, se instalaron 553 centros de votación o asambleas distritales para elegir a los 3 mil congresistas nacionales de Morena. Esto es, 10 por distrito electoral. Son muchos, pero no se pueden comparar con las elecciones organizadas por el INE. Los comicios oficiales involucran a miles de funcionarios y representantes de todos los partidos, presupuestos en otra escala y atribuciones para movilizar a cientos de miles de ciudadanos. Con recursos infinitamente más escasos, Morena se las arregló para que 2.5 millones de personas pudieran sufragar.

Los incentivos. Como señala Zepeda Patterson a diferencia de una votación normal, en este caso no se necesitaba ganar más votos que el resto de los postulantes, sino simplemente quedar entre los 10 primeros. Una segunda diferencia es que no se votó sobre boletas que incluyen ya el nombre del candidato y en las que basta con cruzarlo; acá exigían al votante recordar el nombre completo y escribirlo correctamente. Esto llevó a que prácticamente todos los candidatos imprimieran etiquetas con su nombre para repartirlo entre potenciales votantes. Otra diferencia crucial es que no se operó con un padrón electoral.

Las lecciones. Primero, Morena –y para efectos prácticos, todos los demás llamados partidos–, tienen una sola alternativa para escoger a sus candidatos a puestos de elección popular: o hace sorteos o tómbolas –como ya lo hizo antes Morena–, o se realizan encuestas. Sin un padrón confiable de miembros de un partido, cualquier intento por realizar elecciones internas desemboca en un desastre como ya ocurrió en PRD, PRI y hasta en el PAN.

Segundo, el sistema de partidos que constituyó el engranaje principal del régimen de las alternancias desde 1997, colapsó en 2018. Lo que se vislumbra es un régimen con un partido predominante. Tercero, Morena sin ser partido tradicional o movimento social, es, una coalición electoral exitosa. Tal y como se perfilan las elecciones presidenciales de 2024, Morena emergerá como partido predominante en términos del conjunto de representaciones populares que alcanzará en los ámbitos nacionales, estatales y municipales.

La nueva institucionalidad. Las tres instituciones heredadas del régimen priísta: el madruguete, el ninguneo y el dedazo, estuvieron presentes en los acontecimientos recientes, incluyendo el nombramiento de la candidata al gobierno del estado de México. Gracias al reconocido filólogo de fama mundial, Mario Delgado, entendemos que acarreo existe sólo cuando se moviliza a gente a favor de un candidato. Pero en las elecciones recientes no había un candidato, sino listas. De suerte que no califica exactamente como acarreo. Se trata de una innovación creativa de la noble institución del acarreo, que propongo denominar acatrans es decir, acarreo transformador. Respecto al madruguete, suena a pleonasmo luego de constatar que las mañaneras son el instrumento estratégico con el que gobierna el Presidente. La llamada polarización se expresa en un sistemático y continuo ninguneo desde todos los bandos en disputa.

El dedazo. En cualquier régimen democrático el jefe del Poder Ejecutivo es el líder del partido en el gobierno.Más aún con un personaje carismático como AMLO. La clave es si las encuestas tendrán reglas claras y públicas con empresas encuestadoras solventes y, en consecuencia, con legitimidad reconocida por todos los potenciales contendientes. Si eso ocurre, como al parecer, en la selección del estado de México, el dedazo adquirirá otra forma de expresión. Sobre todo si no genera divisiones.

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