Viernes 29 de julio de 2022, p. 4
Roma. La residencia Real de Caserta, cerca de Nápoles, nació para generar estupor. Carlos de Borbón, nuevo rey de Nápoles y de Sicilia desde 1734, decidió su construcción como medida de seguridad contra los frecuentes ataques por mar en el puerto de Nápoles. Eligió a Luigi Vanvitelli para construir un nuevo palacio grandioso, que tradujo en una obra maestra de la arquitectura neoclásica italiana.
La muestra Fragmentos de paraíso, en curso hasta el 16 de octubre, curada por Tiziana Maffei, Alberta Campitelli y Alessandro Cremona, analiza con detalle su historia y gestación, integrándola en el marco del fenómeno de las villas y jardines que apuntalaron el paisaje rural italiano de norte a sur desde el Renacimiento, con Caserta como uno de los últimos grandes ejemplos de residencia principesca.
La espectacularidad de sus jardines dominados por el agua, con efectos escenográficos, es el elemento más reconocible de la villa. La partida del monarca para tomar el trono de España como Carlos III en 1759 modificó el ambicioso proyecto original, que nunca se llevó a cabo y del que la muestra ha realizado una reconstrucción virtual. El hijo de Vanvitelli, Carlos, siguió la dirección de la obra desde 1773, debiéndose a él la proyección de los jardines y del famoso camino de agua
de 3 kilómetros, compuesto por fuentes donde se deslizaba el líquido en libre declive en dirección del palacio, alimentado por una cascada de 70 metros, irrigado por un formidable acueducto.
El jardín a la italiana apenas descrito se caracteriza por las formas geométricas en que la naturaleza es sometida por la mano del hombre y recibe influencia del estilo de los jardines franceses, de un gusto más cargado en la variedad de sus plantas. El palacio pronto se enriqueció con un nuevo jardín a la inglesa o informal, de 23 hectáreas, inspirado en los escritos de filósofos e intelectuales como Jean-Jacques Rousseau u Horace Walpole, entre muchos más.
Fue realizado por encargo de la reina María Carolina, esposa del rey de Nápoles Fernando IV (que gobernó alternadamente de 1759 a 1816), cuando estos espacios se estaban poniendo de moda en Europa. Fue creado por Vanvitelli y el jardinero inglés John Andrew Graefer, poblado por estatuas con detalles pintorescos como edificios chinos y ruinas, que aportaban un aspecto paradisiaco incrementado por las plantas raras y exóticas.
Tiziana Maffei, directora del museo, dice esperar que la cultura del arte del jardín se recupere. Señales de un cambio son registrados por Judith Wade en la guía de los grandes jardines de Italia 2022, de la que es fundadora. Destaca cómo el turismo sustentable y el incremento de la conciencia ecológica está transformando un sector que hasta ahora había sido de nicho.
En 2014, la residencia Real de Caserta comenzó un profundo proyecto de restauración (60 millones de euros) y resurgió en esplendor y visitantes, y se colocó como el quinto museo estatal más visitado del país.
El tema de la muestra es prioritario por los objetivos ecologistas del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia, subvencionados con fondos de la Unión Europea y con la política de apoyo a la industria cultural, a la que se han dedicado mil 800 millones de euros, la mayor cifra destinada al sector cultural en Europa, considerado ahora en Italia un motor económico.
El Plan Nacional de Aldeas –el más beneficiado– pretende frenar el fenómeno del abandono de los pequeños pueblos, con una inversión de 760 millones de euros, que cree a su vez un turismo sustentable.
Con esta idea está programada la restauración de 134 jardines históricos, que recibirán 290 millones de euros, de los cuales 25 millones se destinarán a los jardines de Caserta y a su formidable acueducto carolino.