a pregunta que se hacen millones de estadunidenses en esta difícil coyuntura económica es si el presidente Joe Biden es responsable directo de la inflación que asola a Estados Unidos. Para mala fortuna del presidente, y sin mediar el menor análisis, la respuesta es que, en alguna medida, sí lo es, según las encuestas de opinión.
Para las mentalidades más conservadoras, el pecado original del mandatario es haber inyectado grandes recursos en la economía, principalmente empleados en tres rubros: gasto en infraestructura, apoyo a la precaria economía de millones que estaban a punto del colapso económico debido al cierre de la economía por el efecto de la pandemia, así como el gasto para combatir dicha pandemia. El millonario flujo de dinero, en especial el destinado a las familias, produjo un desbalance en la economía que se tradujo en un incremento desproporcionado de la demanda, particularmente en artículos de consumo duradero. En general, el consumo de bienes inmediatos no creció en igual cuantía: la gente no comió más de un día para otro.
De acuerdo con diversos economistas, Krugman entre ellos, el aumento en los precios se debió más bien a la dislocación en la producción y transportación de mercancías. En los últimos meses, el principal factor inflacionario ha sido el aumento en el costo de los energéticos, la gasolina principalmente. En este sentido, la inflación no es privativa de Estados Unidos, sino un fenómeno que afecta a todo el mundo. Los problemas económicos por los que atraviesa Europa son prueba de eso. Vale revisar y desagregar algunos de esos factores para poner en contexto la pregunta que encabeza este artículo.
Primero, la respuesta del presidente a la precaria situación de los sectores más desprotegidos económicamente fue poner el dinero en sus bolsillos para que adquirieran lo más necesario para su sustento diario. No son pocos los que lo acusaron de populista
; para ellos hubiera sido preferible dejar a la deriva del temporal a millones de familias. Quienes piensan así son los mismos que, con pandemia o sin ella, no tienen que privarse de lo necesario, pero acusan al presidente de atentar contra la democracia con medidas de apoyo a los pobres. Curiosamente son los que, al mismo tiempo, aprueban medidas para acotar el voto de millones de esos ciudadanos, lo que es una forma sui generis de defender la democracia.
Segundo, uno de los principales motores de la inflación ha sido el aumento extraordinario en el precio de los energéticos, la gasolina el principal de ellos. En este sentido la guerra en Ucrania ha sido un factor determinante. Según el Departamento de Comercio, el aumento en el costo de la gasolina tiene dos componentes: el incremento del precio en el crudo, producto de la guerra de Rusia contra Ucrania, y la especulación de las compañías petroleras. Tratando de contrarrestar la carestía de las gasolina, el gobierno de Estados Unidos abrió la reserva estratégica de petróleo, lo que permitió bajar los precios de ese energético.
Lo que no ha sido posible es evitar la especulación y el sobreprecio de la gasolina por parte de las corporaciones petroleras. La responsabilidad de Biden, en todo caso, radica en que no ha podido evitar que las grandes empresas energéticas inflen los precios a su conveniencia y especulen en perjuicio de los consumidores, una práctica común en una economía de libre mercado. Es un hecho que el Banco de la Reserva Federal no frenó a tiempo la oferta de circulante para evitar el calentamiento de la economía, por lo que también en parte es responsable del problema inflacionario.
Lo lamentable es que la dura realidad obligó al presidente Biden a viajar a Arabia Saudita para solicitar que aumentara la producción de petróleo, cuando sólo unos meses antes, con base en informes de los servicios de inteligencia, había responsabilizado al jeque que gobierna ese país por haber ordenado el grotesco crimen de un periodista de The Washington Post.
Fue un duro golpe a la democracia y para el respeto a los derechos humanos.