ujeres, hombres, niños. Es un grupo numeroso que espera en el terraplén de una vía férrea. Un adolescente le dice a su compañero, apodado Chino, que deje de limpiarse los dientes y le arrebata el cepillo. De pronto, un hombre da la voz: vámonos, muévanse
. Esa y otras voces apremian a los del grupo para que suban y se acomoden en el interior de una caja de tráiler. Somos muchos, no vamos a caber
, dice Chino. Es un puro problema pendejo; este no es pinche Greyhound, wey
, responde su tóxico compañero. Otro de los viajeros hace igual señalamiento: es que somos un chingo, no vamos a caber
. Un hombre corpulento, de la pandilla de polleros que participan en la operación arremete contra el quejoso: tú ya pagaste para viajar, ¿no? ¿Entonces? Vámonos, vámonos
.
Todos, en tropel, se acomodan en el remolque. Van a pasar un retén, así que calladitos. En un rato llegan a Houston
, les dice otro de los polleros, en la actitud de un tío que da recomendaciones a sus sobrinos a punto de emprender un viaje.
Una pareja lleva a un niño pequeño, que pronto da señales de malestar por agotamiento. El calor, el sudor y el poco oxígeno de que disponen los viajeros en aquel encierro crean una atmósfera agobiante. La angustia y la penumbra son el subrayado del hacinamiento y la falta de oxígeno.
En una de las paredes del tráiler hay una pequeña claraboya. Los migrantes se turnan para acercarse a ella para tomar alguna bocanada del aire que les falta en aquella arca asfixiante.
Los migrantes tratan de animarse entre sí; algunos son rendidos por la atmósfera viciada y el calor. Llegan hasta el retén. El celador le pregunta en inglés al chofer qué trae en el tráiler. Voy de vacío y con algo de leche
, le contesta. Entre tanto, Chino, que observa el drama en el interior del tráiler, se decide a dar la alarma a través de la claraboya, pero sus compañeros de viaje se lo impiden. Puede dar al traste con el destino de todos, que ya sienten cerca. El niño se halla exánime. Pronto se corre la voz: El niño está muerto
. Los migrantes se desesperan y empiezan a golpear las paredes del tráiler. Alguien saca un trapo rojo por la claraboya en señal de auxilio. El chofer detiene su vehículo bajo un puente. Baja exasperado, saca su celular y se comunica con alguien para decirle a gritos que no entiende nada de lo que está pasando. Los migrantes están destruyendo su tráiler y él no habla español. Abre la puerta y, como piezas de un rastro, caen de la caja varios cuerpos. Chino ve cómo se vuelve a cerrar.
El tráiler fue encontrado tiempo después por la Patrulla Fronteriza en el lugar donde lo había abandonado el chofer. En su interior yacían varias decenas de cadáveres.
El episodio real tuvo lugar en mayo de 2003. Con mayor o menor magnitud, episodios similares se repitieron en lo que va del siglo. Hasta el más reciente, también registrado en Texas. Cadáveres más, cadáveres menos. Notas policiacas más o menos descriptivas y reiteradas. Después, la sombra del olvido.
El cortometraje Victoria para Chino fue un intento de mantener viva la memoria de un mundo que se abre con el peregrinaje de los migrantes del norte al sur del hemisferio –y del globo–, y se cierra con la intermediación de grupos criminales para desembocar en la noticia macabra que apenas escapa por unas horas al aluvión informativo donde el holocausto de la miseria convive con goles y trofeos deportivos, las imágenes compulsivas del fitness y el homo juvens, los índices bursátiles, la felicidad bancaria, el obituario de un señor que pasó a ser bueno y las catástrofes de siempre.
En Victoria para Chino (2004) participó un grupo de jóvenes recién salidos de la crisálida universitaria: Cary Fucunaga ( Sin nombre), Gabriel Nuncio y Rodrigo Guardiola ( El Comediante).
Los filmes que se refieren a los grandes problemas sociales son muy pocos. Y la audiencia está condicionada a ver acción, balazos, detectives, narcos, historias cubiertas de malvavisco. Victoria para Chino responde a la necesidad de crear imágenes y dar voz a los gritos que acompañan a la vida en esta sociedad mortífera y alienante
, como dice David McNally en entrevista con Alejo Pedregal ( El Salto, 12/7/22).
Las que no aparecen ni con la frecuencia ni con la decodificación necesaria son las causas de los problemas sociales, entre ellos el de la migración. En México este problema se ha vuelto nuclear.
Para resolverlo de origen y evitar su masificación, López Obrador le ha planteado al gobierno de Estados Unidos inversiones que permitan a la región donde se produce el mayor número de migrantes crear condiciones para arraigar a sus sectores más pobres.
La respuesta de Washington ha sido casi un bostezo. Como si la riqueza del norte no fuera, en gran medida, la pobreza del sur. Claro, los migrantes no tienen en el Congreso de Estados Unidos representantes que cabildeen ese tipo de recursos, como sí los cabildea con gran éxito la bancada de la industria armamentista, que está enviando armas al gobierno de Ucrania por 10 veces más la suma que López Obrador le pidió alguna vez a Biden para atender el problema migratorio en América.