Opinión
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Isocronías

Fragmentos a su imagen

S

e dice que antes de morir o al estar en peligro de muerte se ve como en celérea cámara toda la vida. Es un repaso, casi un acordeón de aquellos a los que los escolares recurrían en afán de no reprobar alguna materia. Escribo esto y, no sé si casualmente, escucho música de Nino Rota y me acuerdo de Amarcord… Pero no he terminado la primera idea.

He estado enfermo, de probable cuidado al principio, ya pasó, y no en fracciones de segundo, sino como a flashazos –espaciados, aislados–, como por tomas diré que descarriladas, a manera de deshojadas y desordenadas hojas de almanaque, he visto azarosos retazos de mi vida desfilar, lo que no me ha dejado muy contento –ni, mucho menos, nostálgico–, sí inquieto. Dada la incapacidad de concentración que la enfermedad impone me he puesto a ver películas. E involuntaria y dispersamente se me presentan escenas fílmicas, lo que interpreto actividad metafórica de lo que ocurre con mi propia historia.

A los 17, invitado por un condiscípulo de 16, vimos 8 ½, que nos asombró. Él se dedicaría al cine; yo, ya se sabe. No menos asombro, incluso espanto, me causó (también en esos entonces) Pedro Páramo. Años después llegarían Fragmentos a su imán y Opera aperta, títulos que, ahora tal vez vengo a comprender, orientaron la lectura de un transcurso vital cuyo sentido aún a estas alturas se me escapa.

Todo esto para decir, si algo en lo limitado de este espacio, que con frecuencia se confunde lo poético con la poesía y que mientras que lo poético es o tiende a ser, ignoro qué tan naturalmente, significativo, la poesía, sencilla, inexorablemente, es sentido. Lo primero puede que induzca o pretenda inducir (invitar a) un otro estado de conciencia; la segunda es conciencia, del todo incontestable. Destino, acaso.

Cintio Vitier negó ante mi grabadora lo que consideró aventurada aseveración de Rulfo, quien con otras palabras en cierta conferencia indicó que la estructura de Paradiso era aleatoria. Mas si recordamos que alear y fundir son sinónimos, es posible hablar sin contradicciones de una fusión, de una fusión por imágenes, que daría la Imagen: fragmentos a su imán, como los aparentes murmullos de Pedro Páramo, una vez fusionados o fundidos por tal nombre de pila y apellido, dejan de ser murmullos para ser una Voz.

Pásase así, parece, de la deshilachada procesión de imágenes significantes al Sentido de dicha procesión. En eso andamos.