Integrantes de Iglesias por la Paz, del Centro de Estudios Ecuménicos y de diversos credos realizaron ayer una manifestación en la que subrayaron que la paz en México no se alcanzará utilizando la violencia.

Por separado, el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo primado de México, expresó respaldo al llamado a la oración de la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM), la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.

Durante la marcha realizada este martes, el sacerdote anglicano Arturo Carrasco Gómez señaló: Nosotros consideramos que ni balazos ni abrazos; queremos paz, pero como fruto de la justicia.

En el contexto de la manifestación a favor de la vida y la paz, dijo que la violencia no se combate con violencia, pues ya se vio el resultado de la denominada guerra contra el narco, que desplegó el ex presidente Felipe Calderón.

“No queremos otra guerra contra el narco; los expertos en seguridad recomiendan el trabajo de inteligencia: hay trabajos de prevención de la violencia” en los cuales se tratan de cortar los flujos de dinero a estas agrupaciones criminales.

Como gente de fe, coincidimos en que es importante establecer un diálogo con los perpetradores de estas calamidades. Tenemos décadas con la escalada de violencia, expresó a La Jornada.

Llamó al Estado a asumir su responsabilidad, en cuanto a hacer justicia y comentó que saludamos las iniciativa de la CEM, emitida el lunes, y en la que una de sus propuestas es rezar por la paz.

Criticó a aquellos sectores que se montan en hechos violentos esperando sacar provecho político y llamó a mesurar los discursos, a atemperarlos.

Sobre los que apoyan la violencia, como lo han hecho religiosos de otras denominaciones y agrupaciones civiles, manifestó que es una vergüenza lucrar con el dolor de la gente y lucrar políticamente con esta violencia; es un profundo problema del corazón del ser humano.

Por separado, Carlos Aguiar afirmó: Estoy convencido de que la oración nos ayudará a mirar al prójimo con la dignidad que Dios nos ha dado, y a partir de ahí, iniciar los procesos de perdón personal y social. Sólo así podremos crecer como sociedad que anhela los valores universales de la verdad, justicia, caridad y libertad.