ay en el catálogo de Mario Lavista (1943-2021) dos versiones de su obra titulada sencillamente Divertimento. La primera, de 1968, fue escrita para quinteto de alientos, cinco woodblocks y tres radios de onda corta. En la segunda, presentada en estreno absoluto hace unos días en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Cenart), el ruido de los radios de onda corta es sustituido por otras clases de ruidos: pares de palitos percutidos a la manera de claves, bolsitas de canicas para ser sacudidas, y hojas de papel celofán para ser frotadas. Para la ejecución de estos objetos ruidistas esa noche fuimos reclutados (muy gentilmente, debo decir) unos cincuenta de los asistentes al concierto. El resto de los intérpretes: miembros del Ensamble del Cepromusic, su director José Luis Castillo y dos directores asistentes para hacerse cargo de los tres grupos de ruidosos. Muestra cabal de la seriedad del asunto: antes de realizar este estreno de Lavista, recibimos detalladas instrucciones y, cómo no, ensayamos. El haber tocado y escuchado este Divertimento (segunda versión) mueve de inmediato a una especulación: ¿cómo habrá sonado la primera versión con los tres radios de onda corta? ¿Quizá algún día el Cepromusic programe ambas versiones en el mismo concierto? Mientras tanto, analizaré la conveniencia de añadir a mi currículum la frase: Participó en el estreno mundial de una obra de Mario Lavista
. Lo que es un hecho, por lo pronto, es que con unos pocos minutos de trabajo me he convertido en un auténtico virtuoso del papel celofán. No cualquiera...
Antes, este concierto dedicado a la memoria de Mario Lavista había iniciado con la interpretación de su obra Mutaciones, que es también una creación de tipo experimental. La pieza está basada en el trabajo del artista Arnaldo Coen, quien fuera entrañable amigo del compositor. Las imágenes de Coen, que incluyen textos armados en collage, están basadas en sus percepciones sobre la cultura oriental en general, y sobre los hexagramas del i ching (Libro de las mutaciones) en particular. Sobre las imágenes de Coen, Lavista realizó una codificación musical que implica, para decirlo de manera muy sencilla, que la obra visual es en sí misma la partitura gráfica de la obra musical. En esta ocasión, la parafernalia para la ejecución incluyó a un ensamble mixto de 19 músicos, tres laptops, dos proyectores, dos pantallas y sonidos electrónicos pregrabados. De interés fundamental para el público (sólo para quienes estábamos realmente atentos al desarrollo de estas Mutaciones) fue la concentración necesaria para tratar de dilucidar qué sonidos iban correspondiendo a qué partes de las imágenes. El haberlo logrado o no fue lo de menos; importaba más el disfrute puro de esta pieza audiovisual en la que están presentes dos líneas importantes del pensamiento creativo de Mario Lavista: la experimentación y la interdisciplina. Del sugestivo y variado discurso de Mutaciones me quedo con un momento fascinante en que los trazos musicales de los 19 instrumentistas comienzan a coincidir hasta encontrarse en un poderoso unísono de fugaz presencia que casi de inmediato comienza a disgregarse de nuevo.
Al centro del programa, una elección impecable de José Luis Castillo: el arreglo camerístico de Arnold Schoenberg al formidable Preludio a la siesta de un fauno, de Claude Debussy, uno de los compositores más amados, estudiados y enseñados por Mario Lavista. A pesar de la dotación reducida, nada hay de timidez en la sonoridad de este arreglo, y así lo entendieron Castillo y sus músicos, quienes además supieron comunicar las acaso inesperadas pinceladas de música de salón que contiene esta versión de Schoenberg a la magistral partitura de Debussy. En el contexto del usual alto rendimiento de los miembros del Cepromusic, mención particular merece el trío de alientos (flauta, oboe, clarinete), en quienes recae una parte sustancial del peso de esta partitura, y cuyo trabajo fue sobresaliente.
Es justo, equitativo, saludable y necesario tocar la música de Mario Lavista, por numerosas y muy válidas razones. De importancia singular es, también, realizar el catálogo completo de su música y, de inmediato, proceder a grabar todas aquellas de sus obras que todavía no han sido registradas en disco.