n la ciudad de Los Ángeles, California, hogar de cientos de miles de inmigrantes mexicanos, centroamericanos y de otros países, se realizó la novena Cumbre de las Américas. Al mismo tiempo, en Tapachula, Chiapas, se organizaba una de las caravanas de migrantes más grande que se ha visto en los últimos años, incluyendo centroamericanos, colombianos, haitianos y venezolanos. En las dos localidades, tanto en Los Ángeles como en Tapachula, se vive la triste realidad de verse obligado a abandonar el país de origen porque las condiciones de vida son intolerables.
La Cumbre en Los Ángeles nos ofrece un dramático contraste. Por un lado, están los mandatarios, que, ante la presión de EU, se propusieron bregar con el tema de la inmigración. Y por el otro, están miles de inmigrantes, víctimas de las políticas económicas impulsadas por la élite de Latinoamérica y de EU. Al no incluir a los inmigrantes, la discusión entre los mandatarios en la Cumbre parece ser el guion para un teatro del absurdo.
Mucho se ha escrito y comentado sobre la llamada Cumbre de las Américas y la decisión unilateral del gobierno de EU de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Dados estos hechos, mandatarios como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, la hondureña Xiomara Castro y el boliviano Luis Arce, entre otros, no asistieron. La postura de estos mandatarios puso al presidente Joe Biden a la defensiva y resaltó la nueva realidad que EU enfrenta en América Latina.
La primera Cumbre fue inaugurada en Miami por Bill Clinton con el propósito de promover un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) y desde su primera reunión se excluyó a Cuba. La principal meta de la Cumbre siempre era asegurar a EU control de la riqueza mineral de la región y acceso a sus mercados, y este objetivo no ha cambiado. Cabe resaltar que en esta meta EU contaba con el apoyo total de los mandatarios latinoamericanos, ninguno criticó los objetivos de la Cumbre. Lo mismo volvió a suceder cuando el encuentro se celebró en Chile en 1998. Es hasta 2001, cuando la Cumbre se celebra en Quebec, que se comienzan a escuchar voces disidentes expresadas por el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien se atrevió a reclamar el papel de la salud, la educación y la inclusión social. Al celebrar la cuarta Cumbre en Mar del Plata en 2005, las críticas de Chávez en Quebec se habían generalizado, llegando a incluir el rechazo al ALCA por países que pertenecían al Mercosur como Argentina, Uruguay y Brasil ante la negativa de EU de eliminar los subsidios que proveía al sector agrícola de su país.
Mucho ha cambiado desde la primera Cumbre en 1994, lo que no ha cambiado es el interés de EU en ejercer su dominio sobre América Latina, especialmente ahora que China se ha convertido en un importante socio económico para los países de la región. Desde 1994, aun cuando no se aprobó el ALCA, los proyectos neoliberales han sido factor determinante en la economía de América Latina, impulsando el neoextractivismo que desplaza a miles de personas, mientras contamina los ríos. El énfasis en una agricultura de exportación, como la palma africana y su aceite en Honduras, desaloja a comunidades enteras. Igual sucede en otros países. La política de seguridad nacional y la supuesta guerra contra el narco hace poco por promover la seguridad pública y más bien convierte al Estado en un represor de la población y criminaliza la protesta social. Estos factores impulsan la inmigración y no se discutieron en la Cumbre de Los Ángeles.
Ignorando el pasado y buscando restablecer su postura en América Latina, Biden propuso lo que calificó como un nuevo plan económico, la ahora llamada Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas. Reciclando propuestas del pasado, sus principales objetivos son: 1) revitalizar las instituciones económicas regionales (léase el uso del Banco Interamericano de Desarrollo); 2) mejorar cadenas de producción; 3) actualizar negociación básica; 4) crear empleos de energía limpia, y 5) asegurar un comercio sostenible. Aun cuando no ofreció mayores detalles, la mayoría de estas propuestas ya están contempladas en los tratados de libre comercio que EU tiene con países latinoamericanos. Aún más importante, ninguna de estas propuestas remediará la pobreza que enfrenta la población o detendrá la inmigración.
Los mandatarios firmaron un mosaico de propuestas que el gobierno de EU llamó la Declaración de Los Ángeles sobre Inmigración. Incluyen un fondo de 3.2 mil millones de dólares del sector privado para el desarrollo
en Centroamérica y una serie de iniciativas para emplear braceros o humanizar
la inmigración.
Por su parte, EU se compromete a aceptar 20 mil refugiados de América Latina en dos años, cuando aceptó 100 mil de Ucrania. Además, establece la Operación Aguijón, donde propone despachar mil 300 agentes federales a América Latina para interrumpir el tráfico de humanos
, constituyendo el lado represivo de la llamada declaración de Los Ángeles.
La novena Cumbre de las Américas terminará igual que las ocho anteriores. Al pasar el tiempo, los llamados logros se desvanecerán. Lo que no cambia es la intención de EU de mantener su hegemonía en la región. Ninguna de las propuestas frenará la inmigración. Fondos para el sector privado implican más neoextractivismo, más parques industriales (maquiladoras) y la expansión de la agricultura de exportación y por tanto mas inmigración. Los fondos prometidos por EU son pálidos en comparación con los miles de millones que los propios inmigrantes envían a sus países de origen en forma de remesas. Aun cuando son un factor determinante en la economía de EU, y ayudan a mantener a flote la economía de sus países de origen, los inmigrantes no fueron considerados en la llamada Cumbre de las Américas.
* Departamento de Historia, Pomona College, @mtinkersalas