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Ver día anteriorJueves 9 de junio de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
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China: la opción entre salud y crecimiento
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ace un mes más o menos, Xi Jinping proclamó que China mantendría y fortalecería su estrategia nacional de cero covid, aunque en lo que va de 2022 el comportamiento de la pandemia en China ha seguido un marcado patrón de altibajos y ha sido muy dispar en las diversas regiones. El pronunciamiento de Xi tuvo enorme repercusión, quizá más en el exterior que en el país mismo. La mayor parte de las reacciones que examiné no aludió a las posibilidades –que en general se consideran muy escasas– de alcanzar en realidad el ambicioso objetivo de tal estrategia en el campo de la salud pública. Aluden, más bien, a sus consecuencias sobre el crecimiento de la economía china y la mundial; a las relaciones comerciales y financieras de China con otros países, y, entre otros asuntos, a las relaciones sociales y la política interna de la gran nación asiática.

En 2022, los nuevos contagios diarios de covid-19 en China iniciaron su primer ascenso el 10 de febrero, cuando excedieron de un millar, tras 11 meses de haber estado constreñidos a tres dígitos. El alza se sostuvo un mes y el 4 de marzo se alcanzó un primer máximo de 57 mil 192. Fue seguido por una caída sostenida hasta el 12 de abril, cuando sólo se registraron 2 mil 600, y luego, por una súbita alza, que en seis semanas llevó la cifra a 94 mil 753, el 28 de mayo. Por su parte, los decesos, que se habían mantenido por debajo de 100 diarios por 11 meses, repuntaron a entre 100 y 300 entre el 2 y el 7 abril. Fue este comportamiento, muy modesto en su dimensión cuantitativa, el que dio lugar a reafirmar la estrategia de cero covid.

El país en que se originó la pandemia suele ser reconocido entre los que han conseguido avances más sólidos y sostenidos en su contención y control. Lo primero, por reaccionar ante el aparente regreso a una dinámica de rápida dispersión, en contraste con la tendencia global a destacar y subrayar la caída en el número de nuevos contagios. La gran mayoría de las naciones considera haber alcanzado esta primavera tal punto de flexión y ha implementado o anunciado el desmantelamiento generalizado de las medidas preventivas, hasta de las más elementales, como se ha subrayado en estas notas. China había dejado de aparecer en la nómina de las 10 naciones que registran mayor número de nuevos contagios, aunque las cifras de mayo volvieron a colocarla en ese grupo. La complejidad de los rebrotes de covid-19 en China es, por muchos motivos, comenzando por la dimensión poblacional del país, mucho más compleja y diversificada.

Si se atiende a algunos de los análisis más recientes sobre la pandemia, se advierte que sus autores consideran que el riesgo de nuevos contagios representa un peligro menor que el costo de las acciones orientadas a abatirlo o erradicarlo. Un ejemplo, quizá extremo, se encuentra en el ensayo “How China’s lockdown policies are crippling the country’s economy”, aparecido el 1º de junio en el Financial Times. Allí se afirma que es evidente que el presidente Xi está dispuesto a llevar adelante su política de covid-cero por encima de cualquier otra preocupación; por encima del gran y extendido daño que inflige a la segunda mayor economía del mundo y primera potencia manufacturera, y por encima del riesgo político que supone limitar aún más la libertad de mil 400 millones de personas.

El primer argumento falaz que se enderezó contra las acciones de confinamiento sanitario fue considerarlas ataques a la libertad individual. Lo mismo se dijo del uso obligatorio de cubrebocas. El alegato se repite sin mayor fundamento. En cambio, todo mundo ha reconocido el elevado costo económico de las acciones de cierre temporal de actividades productivas y de confinamiento de las personas dentro de sus domicilios, a veces por periodos prolongados.

Los dos periodos en que China ha implementado medidas de este tipo a escala nacional o en varias grandes ciudades simultáneamente –como ha ocurrido esta primavera en Shanghái, Pekín, Tianjin, Xian y Shenzhen, entre otras– han afectado la velocidad del crecimiento económico, convirtiéndolos en los únicos en que se registran tasas de crecimiento negativas en la historia moderna de la República Popular. El quid pro quo ha sido transparente: evitar la expansión de la enfermedad y asumir el costo económico asociado, tratando de reducirlo lo más posible mediante la limitación y focalización de las medidas preventivas.

Para cerrar con una frase dramática leída en alguna parte: entre proteger la dinámica de crecimiento económico o proteger la vida, China ha optado por esta última, procurando minimizar el costo. Es claro, finalmente, que si se consiguen los objetivos universales de vacunación universal equitativa y desarrollo de fármacos efectivos y asequibles, resultará más sencillo compatibilizar los dos extremos de esta disyuntiva.