ransformar una sociedad en la que imperó por más de tres décadas falta de equidad, corrupción, fraude electoral y un sistema capitalista abusivo, no es una tarea fácil; avanza el proyecto de la Cuarta Transformación (4T), se consolida, no se rinde y afronta los compromisos adquiridos y cumple las promesas. Está el aeropuerto Felipe Ángeles, avanza el Tren Maya y pronto veremos la inauguración de la refinería de Dos Bocas.
Los programas sociales y de rescate al ambiente, navegan viento en popa y son adoptados en Centroamérica; los recursos alcanzan gracias a la austeridad y a que se evita el saqueo. Todo esto a pesar de la pandemia, de los contratiempos internacionales y de las campañas de ataques mentirosos de la oposición
, que perdió las elecciones en 2018, la consulta sobre la revocación del mandato y la cordura.
Vamos bien; sin embargo, no está demás ver lo que falta. Se trata de lograr que la educación llegue a todos los rincones del país y que las escuelas de las zonas pobres cuenten con amplios espacios, estén equipadas y listas a recibir a los niños. El otro punto pendiente es la propuesta de un sistema económico alternativo al que ha prevalecido y es generador de diferencias abismales entre ricos y pobres, de desajustes sociales y espacio propicio para la corrupción; me refiero al sistema de libre mercado, columna vertebral del neoliberalismo, en el que con fondos públicos se paga la infraestructura y las empresas privadas obtienen la parte del león de las ganancias; varias veces el Presidente ha puesto como ejemplo de este fenómeno, el gran negocio de las empresas privadas administradoras de los reclusorios.
La competencia es una fuerza social que impulsa la economía; sin embargo, no debe ser social el centro de la vida económica. Competir puede hacer crecer la economía, pero no es el único motor de la vida social ni el proceso fundamental de la comunidad. La sociología enseña que al lado de los procesos competitivos, que lesionan el tejido social, hay otros procesos que unifican y consolidan a la comunidad.
Se trata de la cooperación, que en especial en materia económica ha sido propuesta como una alternativa a la competencia y con buenos resultados. También ha encontrado obstáculos y ataques que han impedido que se lleguen a modificar las estructuras de la economía neoliberal. Nuestra Constitución, surgida de la Revolución Mexicana, reconoce al sector social de la economía y la existencia de sociedades cooperativas frente a las sociedades de capital y por acciones. La diferencia radica en que en las grandes empresas del neoliberalismo, unos pocos los dueños del capital y de las ganancias y otros, la mayoría, son los trabajadores que solamente reciben su salario y eventualmente un reparto de utilidades que se escamotea fácilmente o es mínimo. La empresa cooperativa, en cambio, todos los sabemos, pero hay que reiterarlo, es aquella en que los trabajadores son los dueños del capital; en ellas hay compañeros y no patrones y trabajadores.
Hace unos días se cumplieron 40 años del inicio de la lucha de los trabajadores de la empresa Pascual, cuando los obreros defendieron sus derechos, aun con sus vidas. El líder histórico Demetrio Vallejo, orientó y encabezó la resistencia, dirigentes como el ingeniero Heberto Castillo la apoyaron y convocaron al pueblo, que respondió, para que se hiciera solidario con los huelguistas. Al final, los trabajadores ganaron el litigio y con los bienes rescatados de la empresa, formaron una sociedad cooperativa que aún existe, tiene éxito y compite con las grandes refresqueras trasnacionales. No olvido que el entonces joven escritor Rosalío Hernández, fue una especie de cronista de la lucha inicial y de la creación de la cooperativa; y escribió entre otras obras, un libro que conservo, Los patos y otros cuentos.
La 4T debe al pueblo mexicano una propuesta de transformación a fondo de la economía; no basta combatir la corrupción, es necesario sustituir al sistema capitalista que la propicia.
Antecedentes hay muchos; el gobierno de Cárdenas promovió cooperativas pesqueras, de transportes, cementeras y otras, y fundó un banco de fomento cooperativo. Periódicos como Excélsior y La Prensa funcionaron como sociedades cooperativas. La Iglesia católica promovió también el cooperativismo; un movimiento encabezado por el padre Pedro Velázquez, fundó, a mediados del siglo pasado por todo el país, cooperativas de artesanos y las famosas cajas populares
, sociedades cooperativas de ahorro y el préstamos con intereses moderados, que funcionaron muy bien hasta que la Secretaría de Hacienda, las persiguió y ahora están prácticamente extinguidas. El PAN, en su mejor época, propuso el cooperativismo como alternativa y la participación de los trabajadores en las utilidades y la dirección de las empresas.
Es hora de recuperar esos antecedentes y proponer el modelo de economía alternativa que el pueblo está esperando.