n la mayor parte de Occidente, al menos los días finales de la presente semana hacen parte de un feriado más o menos extendido cuyo sentido de penitencia religiosa parece por completo olvidado y que, tras dos años de angustia, muchos decidieron festejar. Qué mejor ocasión para olvidarse de una vez por todas de la pandemia, ahora que las autoridades de docenas de países han retirado o anunciado el próximo retiro de todas o de la mayor parte de las medidas preventivas adoptadas en esos años para frenar o evitar la proliferación de la pandemia, incluso las más elementales y sencillas, como el uso de cubrebocas y el distanciamiento social, que, curiosamente, resultaron las más irritantes en sociedades muy diversas y provocaron reacciones de rechazo bastante extendidas. Dejó de atenderse el hecho documentado de que el retroceso de la pandemia, significativo en la mayor parte del mundo, dista aún de ser universal y coincide con rebrotes muy importantes de nuevos contagios de covid-19.
Entre los documentados en las dos últimas semanas destacan los siguientes:
Shanghái, la mayor megalópolis de China, con población estimada en más de 26 millones, atraviesa, ya por más de dos semanas, un nuevo y muy estricto periodo de confinamiento que abarca a casi el conjunto de su inmensa área metropolitana, tras registrar un fuerte rebrote que elevó hasta 25 mil los nuevos casos diarios. Las redes sociales divulgaron un fuerte rechazo, complicado por las dificultades concurrentes para el suministro de alimentos y otros artículos básicos. La continuada viabilidad política del enfoque de covid-cero
como eje rector de la estrategia china ante la pandemia ha sido puesto en cuestión (France 24, 9/4/22, y NYT, 10/4/22).
Dos naciones de Europa (Alemania, 173 mil, y Francia, 135 mil) registraron más de cien mil nuevos casos diarios hacia el 11 de abril, con Italia, 63 mil y Reino Unido, 40 mil, en segundo rango. La región en su conjunto sufrió a principios de año un brote muy severo (hasta 208 mil nuevos casos diarios al 31 de enero) y un segundo en las tres primeras semanas de marzo, con mucho menor virulencia. Empero, se ha mantenido la presión sobre los servicios hospitalarios, con repercusiones negativas en el intercambio comercial y los viajes, aun en ausencia de controles formales.
Estados Unidos presenta en semanas recientes un panorama de marcados contrastes. Un resumen reciente subraya, en primer término, la declinación del número de contagios sostenida a lo largo de dos meses y una aparente estabilidad, en alrededor de 32 mil nuevos casos diarios en la primera decena de abril. Las cifras por entidad federativa muestran, sin embargo, que la caída ocurre en aproximadamente la mitad de ellas, mientras en la otra mitad, constituida entre otros por los estados del noreste, los nuevos contagios siguen una tendencia creciente, muy marcada en algunos casos. Tanto las hospitalizaciones como los decesos se inscriben en una clara tendencia decreciente.
Este comportamiento ha llevado a proponer que covid-19 sea visto ya como dolencia endémica. Un análisis reciente entre las diferencias distintivas de las endemias vis-a-vis las pandemias señala la predictibilidad del comportamiento de las primeras frente a la impredecibilidad de las últimas como el mayor factor distintivo. Las muy notables y súbitas variaciones en el número de nuevos contagios en Estados Unidos muestran que no se ha llegado a tal situación. En los cuatro meses que median del 10 de diciembre de 2021 al 10 de abril de 2022, los nuevos contagios diarios se movieron de 165 mil a 8 mil 185, alcanzando un máximo de 1.4 millones el 10 de enero. A diferencia de las gráficas del comportamiento de las enfermedades endémicas, como la malaria, covid-19 es aún básicamente impredecible.
En la presente semana, el total de personas infectadas por covid-19 en el mundo rebasará 500 millones y la media de nuevos casos diarios se sitúa, una vez más, por encima de un millón. Me parece que, ante cifras de este orden, es innecesario argumentar que la pandemia sigue siendo una amenaza real que no admite la complacencia que parece ahora dominante. Reconocerlo no supone, por cierto, negar los avances limitados y desiguales
que se han conseguido en su prevención y tratamiento.
La virulencia global de la pandemia en esta primavera boreal se atribuye a la subvariante BA-2 de ómicron, a la que se considera altamente transmisible. Esta nueva subvariante es ahora, según la OMS, la dominante en el mundo y le corresponden cerca de nueve de cada 10 nuevos casos. También se encontró que, por fortuna, las vacunas existentes siguen siendo increíblemente efectivas
–como dijo la doctora M van Kerkhove, de la OMS– contra este y otros sublinajes recién aparecidos.