Miércoles 13 de abril de 2022, p. a31
Pumas ha hecho de las hazañas un arte. Contra viento y marea, con un hombre menos y fuera de casa, el equipo de la UNAM aguantó el cero ante Cruz Azul y avanzó a la final de la Liga de Campeones de la Concacaf –su primera definición internacional en 17 años– con un global de 2-1, por el cual sufrió hasta el último minuto.
La montaña rusa del partido, que movilizó a más de 60 mil aficionados en el Estadio Azteca, estuvo construida con vaivenes y dominios alternados. La Máquina tenía superioridad hasta la media hora del partido, cuando Pumas se la arrebató de un zarpazo. Los clásicos, tan apasionantes, tienen eso que los economistas llaman el costo del beneficio: las emociones pueden hacerse largas y el dramatismo se torna inevitable.
Es cierto que los universitarios necesitaban mantener el cero para dar un paso más hacia el título, pero el equipo de Andrés Lillini no sabe jugar a no perder. La desconfianza del portero Sebastián Jurado quedó al descubierto con los primeros remates de Pumas. Higor Meritao lo intentó de larga distancia, mientras Diogo de Oliveira obligó la atajada del joven guardameta tras un potente remate cruzado.
El optimismo auriazul contrastó con los fallos de un equipo celeste sin un goleador. El chileno Iván Morales, en la jugada más recordada del primer tiempo, quedó mano a mano con Alfredo Talavera, y se encimó tanto a la pelota que terminó enviándola por arriba del arco. Antes, el uruguayo Ignacio Rivero se escabulló por el área visitante, desafió a Talavera, pero cruzó de más su disparo.
Los universitarios, adelantados en el campo por su ambición habitual, cerraron el primer tiempo en una disputa abierta con el árbitro Mario Escobar, quien invalidó un gol de Washington Corozo por un supuesto fuera de juego (la repetición demostró que era legítimo), y más tarde expulsó al brasileño Meritao por derribar a Santiago Giménez en un contragolpe que lo dejaba solo frente a Talavera.
De paso, Escobar dio marcha atrás a un penalti señalado sobre De Oliveira luego de ser asistido por el VAR. El partido invitaba a ambos equipos al frenesí callejero del gol gana
. Y allá fue Cruz Azul, con un hombre de ventaja, a buscar la épica en los últimos minutos. El equipo de Juan Reynoso tenía dificultades para romper el orden de Pumas, lo que derivó en constantes centros al área, casi todos sin destino.
En las gradas, las aficiones fueron un espectáculo. Los gritos de ¡Goya!
, la respuesta del ¡Azul, azul!
y un Azteca que estuvo cerca del lleno dieron un plus a la semifinal de vuelta. Incluso, el operativo que horas antes aplicaron las autoridades para evitar el consumo de alcohol en los puntos de acceso al inmueble estuvo a la altura de un clásico.
Tras la lejana Copa Sudamericana 2005, Pumas ha vuelto al plano internacional para pelear por un título.