Viernes 8 de abril de 2022, p. 3
París. El reconocido pianista y ex embajador argentino ante la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) Miguel Ángel Estrella, quien pasó más de dos años detenido en Uruguay cuando la región era gobernada por militares, falleció a los 81 años en Francia, informaron ayer fuentes diplomáticas de su país.
En su cuenta de Twitter, la delegación argentina de la Unesco lamentó el deceso de quien también fue embajador de buena voluntad de ese organismo, además de pianista y fundador de la organización no gubernamental (ONG) Música Esperanza.
Miguel Ángel Estrella dirigía la Casa Argentina en la Ciudad Universitaria en París.
Nacido en 1940 en Tucumán, Estrella comenzó a tocar piano a los 12 años, y luego estudió en el conservatorio nacional de Buenos Aires, antes de hacerlo en París con Marguerite Long y Nadia Boulanger.
De regreso a su país, tuvo que exiliarse en 1976 a causa de la dictadura militar y fue detenido un año más tarde en Uruguay, también gobernado en aquel momento por un grupo castrense, donde permaneció 27 meses, hasta ser liberado en 1980 bajo una fuerte presión internacional.
En 1982, fundó la ONG Música Esperanza, con la que ofreció conciertos en cárceles y barrios desfavorecidos del mundo, para, de ese modo, colocar la música al servicio de la comunidad humana y la dignidad de cada persona
, afirmaba.
Seis años más tarde fundó la Orquesta para la Paz, con músicos musulmanes, judíos y cristianos que viven en Oriente Medio.
En 2003 fue nombrado delegado permanente de Argentina ante la Unesco, cargo que ocupó hasta finales de 2015.
En 2012 dio un concierto en el penal de Libertad, a las afueras de Montevideo, donde había sido encarcelado y torturado.
“Cuando estaba preso nunca se me habría ocurrido volver a la cárcel de Libertad tantos años después, pero unos compañeros me decían: ‘mirá si alguna vez cuando ganemos venís a hacer música’. En ese momento era impensable”, relató Estrella en esa ocasión.
Evocó también algunos de los mecanismos que le permitieron resistir. En una de las sesiones de tortura “sentí la voz de mi mujer ya fallecida que me decía: ‘sos miles amor, tenés miles detrás’”, relató.