s difícil no verse envuelto en alegatos sobre el feminismo. En lo personal, he sido partidario explícito de la equidad de género, mas no deja de incomodarme tanta triquiñuela que lleva a puestos de relevancia a gente incompetente e incluso al desempeño aparente de cargos públicos cuando quien mueve los hilos tras bambalinas es el galán de la señora.
Supongo que ello es parte inevitable del proceso que irá mejorando en aras de una sociedad más equilibrada y de que hombres y mujeres puedan desarrollar armónicamente sus capacidades.
Lo que sí me revienta es este feminismo clasista que ha tenido manifestaciones, a mi modo de ver, repugnantes y contraproducentes.
Me llamó la atención un añejo tratante de zapatos deportivos que fue a algunas marchas para sacar un promedio aproximado de 7 ú 8 mil pesos del calzado de las aguerridas manifestantes, algunas de las cuales reclamaban ejercer sus derechos mientras los hijos están en la escuela cara y el marido no las necesita… Recuerdo con náusea aquellas escenas de las señoras rebeldes gritándoles a las mujeres policías destinadas a mantener el orden que no eran más que gatas de mala muerte
sin ninguna calidad para enfrentárseles.
Estaban tan pagadas de sí mismas que se lanzaron a manifestarse en contra del actual gobierno desfilando en sus coches de lujo y tocando el claxon a rabiar…
Confieso que tales damas, colectivamente, me merecen menos respeto aún que el manifestado por ellas agrediendo monumentos y edificios públicos…
Siento en cambio, mayor admiración por aquellas mujeres que tienen las agallas para desempeñarse en modestos empleos mal pagados haciendo gala de eficiencia y sentido de responsabilidad.
Llevo tiempo escribiendo notas sobre mujeres ligadas a la seguridad pública, lo mismo en la calle con uniforme que en oficinas administrativas como una ciudadana cualquiera. Por ello, quiero rendir homenaje a manera de ejemplo, en representación de tantos casos que hay, a Judith Velázquez Jiménez de Sandi, oriunda de Coyoacán, y enraizada a más no poder en Guadalajara.
Hace más de tres lustros que la dicha funcionaria se encuentra en el vértice del organigrama de la policía tapatía: muchos directores ha habido y nuestra Judith permanece en su puesto, cada vez con mayor experiencia y capacidad, al servicio de la seguridad ciudadana, lo cual, dadas las circunstancias cada vez más complejas, resulta muy apreciable.
Se dice que más de 40 por ciento de los hogares tapatíos se mantienen del aporte total o parcial de una mujer, como en el caso de la casi licenciada Judith, quien cubre dos turnos diarios desde las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche, cuyo currículum culmina con una licenciatura en administración de empresas turísticas adquirida en una universidad privada. Bien puede decirse que la vida no le ha regalado nada.
El esfuerzo de superación es encomiable, pero las circunstancias son rígidas e imponen sus límites. Sin embargo, la licenciada Velázquez, sorprende por su jovialidad y muy buena disposición.
A las muchas buenas policías