uego de una larga lucha diplomática originada en los reclamos del presidente Benito Juárez en el siglo XIX, en la década de los 60 del siglo pasado Estados Unidos regresó a México un territorio de 333 hectáreas. Se invirtieron 100 millones de dólares de entonces en la creación de la infraestructura necesaria para la entrega. Esa franja de territorio se extiende desde el centro histórico de Ciudad Juárez hasta la parte norte de la considerada zona dorada de la ciudad. La parte más conocida es el parque El Chamizal, 256 hectáreas localizadas a la orilla del Río Bravo. Con el paso de los años, y sobre todo a partir de que la Federación donó los terrenos al municipio en 1989, se han otorgado concesiones y comodatos para beneficiar a clientelas políticas del PRI y PAN sin cumplir con la normatividad correspondiente. Ahora se pretende construir ahí un megacentro de convenciones. Es una idea que surgió hace 30 años y hace 20 se creó un fideicomiso operado sin transparencia. Un elemental ejercicio de rendición de cuentas no resistiría una necesaria auditoría. Entre los nombres que aparecen en los desplegados defendiendo el proyecto, figura la crema y nata del prianismo local.
Los intereses particulares tienen dividida a la élite. Empresarios y políticos no dan pie con bola y en el camino han destruido la posibilidad de un bosque de convivencia en el antiguo Galgódromo. Cien millones de pesos en infraestructura para instalaciones deportivas y recreativas fueron desperdiciados ahí. Otros 40 millones convertidos en concreto fueron enterrados en un terreno que ahora es una cancha de futbol americano.
La viabilidad y sustentabilidad de este proyecto no han sido suficientemente argumentadas. Además, dicha obra contradice toda perspectiva ambientalista. Luego de la pandemia y en el contexto de incerdidumbre internacional que se vive hoy, una iniciativa mamut como ésta no puede ser la prioridad de una sociedad tan golpeada por la violencia. Cabe mencionar que esta urbe tiene un déficit de áreas verdes de casi 10 metros cuadrados por habitante. Juárez merece un respiro.
La tecnología digital ha convertido a este tipo de instalaciones en un anacronismo, aunque la realidad es que sus promotores lo que buscan es obtener facilidades para su negocios privados. Lo suyo es el capitalismo de amigos, subsidiado con dinero público. Ya se han dado a la tarea de invertir en la adquisición de terrenos en la colonia Hidalgo, con la consecuente destrucción y el desplazamiento de los moradores de ese histórico barrio fronterizo. Las tiendas de conveniencia, propiedad de una de las principales impulsoras de esta privatización, ya sentaron sus reales en esquinas estratégicas. No es un secreto para nadie que la especulación inmobiliaria en su versión más rapaz es un factor clave del modelo de desarrollo de esta ciudad, esto a costa de la precarización de sus habitantes. La derechista Coparmex ha sido cómplice de este modelo. Su actual presidente es el ideólogo de la cruzada empresarial por apropiarse de El Chamizal. La propuesta de José Mario Sánchez Soledad, de borrón y cuenta nueva para legitimar el despojo es el equivalente inmobiliario al haiga sido como haiga sido
de su correligionario Felipe Calderón.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador ha declarado categóricamente que El Chamizal no será usufructuado para fines otros que no estén contemplados en el decreto de donación al municipio de Juárez, el alcalde morenista Cruz Pérez Cuéllar no parece muy convencido. Su actitud contemplativa contrasta con las acciones del gobierno federal a través de la Semarnat. La secretaria, María Luisa Albores, ha suscrito varios acuerdos con el Frente por la Defensa del Chamizal, un grupo ciudadano que durante años ha pugnado por el rescate de esa zona. En estos días su movimiento ha tomado auge debido a su propuesta de que este territorio histórico se preserve como parque nacional. Insisten en la observancia de la ley. De concretarse, el Parque Nacional El Chamizal sería un acto parcial de reparación a una sociedad ultrajada por la guerra de Calderón, no sólo la de Juárez, sino la del país entero. El Chamizal es un símbolo de una nación despojada, que a pesar de todo resiste.
* Escritor chihuahuense; su novela más reciente se titula Garabato . Profesor de la Universidad de Texas. Novelista, ensayista y traductor. Premio Chihuahua 1995