char volados era una fórmula de muchachos para solucionar controversias. Quién tenía la razón se decidía lanzando al aire una moneda y habiendo las partes elegido una de las caras, águila o sol, al caer se ganaba o no. Imposible otro resultado.
A diferencia de esa rapacería el mundo enfrenta hoy un tercer posible conflicto. Con Ucrania no perderá uno y ganará otro, ahora podríamos extraviarnos todos. Así de grande e intensa será la pérdida de civilidad, de humanismo que esta guerra está aportando.
Se oye predicar de manera repugnante sobre cuánto perderán los mercados, de que sí o no habrá escasez de granos y energéticos, de cuán alta será la inflación o de cuánto afectará a la relección de Biden.
Para algunos ámbitos esas parecen ser sus graves angustias. Muy poco o nada se habla de la pérdida de todo lo implicado en el concepto de civilización como triunfo supremo del ser humano.
Lo logrado como civilización supera al simple concepto de cultura. Acoge la interpretación del mundo, ideologías y creencias que la sustentan, sus valores, costumbres, leyes e instituciones, es fusión de acervos que lleva a la cumbre de lo humano: la creatividad de todo lo bueno, justo y bello que pueda ser deseable.
Acéptese o no este referente, es innegable que la evolución y esfuerzo del ser humano sobre la tierra por tan largo tiempo ha permitido la acumulación de un tesoro para la calidad de la vida humana que hoy arriesgan tiros y troyanos.
Sólo un prolongado esfuerzo de creatividad posibilitó la creación de un caudal de bienes intangibles y materiales, mesopotámicos y siderales. Produjo patrimonios que son obras maravillosas cuyo destino debe el beneficio de una comunidad feliz. Hoy todo está en riesgo.
Es por esa magnitud de bienes alcanzados que su pérdida no puede ser determinada por hombres cuya existencia personal en el tiempo será sólo un registro de amargura. La hazaña de Putin y de Biden no será más que el registro de un desastre.
Hablo claramente de Joe Biden y Vladimir Putin y todo lo que ellos significan al momento. Hablo así tanto como creo en la indestructibilidad del mundo, simplemente por la irracionalidad de ese planteamiento.
No es un acto de fe religiosa, es la convicción indeclinable de lo perenne que es el existir. Si hubo razón en la lógica de la creación del mundo, acéptese por igual discernimiento su calidad de indestructible.
Esta tan liberal reflexión no desestima la estupidez que vivimos: Putin, que no Rusia, y Biden, que no Occidente, son ambos igualmente responsables del daño y retraso que se sufra en la búsqueda de un mundo mejor, pero la suerte está ya en el aire.
Una cara de la moneda: Putin se ancla en el espíritu de un tiempo pasado que es irrepetible. Está fijado a una noción de grandeza que no tiene traducción hacia las realidades de nuestro tiempo. El recurso bélico por él empleado es contrario a civilización y por ello es inaceptable.
La otra cara: Biden, quien cree ser héroe del expansionismo de EU, actúa con certeza de la que él cree ser intérprete providencial. Escucha a sus halcones y difunde su postura como valor universal, igual que Bush Jr cuando Irak.
De los otros afectados directos, casi toda Europa, puede decirse que los países más vigorosos, Alemania y Francia, cuyas riquezas resultarían las más terriblemente afectadas, han empezado a decir que no participarán en una guerra generalizada que significaría un nuevo desastre para su país.
Latinoamérica apenas ha dejado oír frases de sus retóricas tradicionales con excepción de México, que como siempre, reitera los principios a los que su historia y geografía política lo someten.
China espera sabiamente un esclarecimiento de la situación y, como siempre, tras su proyecto milenario, sabe cuándo y cómo retirarse de la mesa recogiendo ganancias.
La tercera cara de la moneda: es de reflexionarse que por medio de un acuerdo oficial o sin ninguno, con una declaración unilateral de quiebra, Ucrania declare una moratoria tendiente a pronto anunciar el retiro de sus pretensiones de sumarse al bloque ruso. Tácitamente es entregarse a Rusia.
Así, las partes beligerantes pueden llegar a una especie de prórroga que salve sus dignidades, pero que también puede producir un clima de conflagración interna de ucranios cuasi eterna (léase Afganistán) y que su toxicidad nos alcance a todos vía una especie de nueva guerra fría.
Ese es el peligro universal. Hay riesgo de que la guerra de Ucrania se empantane con las irradiaciones universales que bien pueden anticiparse. Perderemos todos todo. Se abriría un abismo de décadas para llegar a una nueva civilización, cual esa fuera. Una guerra nunca es absoluta
, dice Clausewitz, siempre habrá un siguiente acto, pero…. ¡La moneda está al aire! Por hoy no se puede pensar mucho más allá.