Domingo 9 de enero de 2022, p. 3
Sus vidas representan destinos encontrados que se asemejan por un pasado en común: su ingreso a un centro de rehabilitación para las adicciones y la salud mental. En febrero de 2020, internada para tratar su problema en el consumo de drogas, Ángela Saucedo encontró la muerte apenas unos días después de ingresar en un centro en Santa Catarina. En octubre de 2021, Brandon N concluyó el internamiento forzado para atender su adicción. Apenas salió, mató a toda su familia en San Pedro Garza García.
La muerte de Ángela Saucedo ha sido un caso emblemático de los abusos cometidos en los establecimientos contra las adicciones. Con 15 años cumplidos, ingresó en el Centro de Rehabilitación Jesús Salva, coordinado por dos pastores que le ayudarían a superar su problema de drogas, pero su paso por la institución sería efímero. Sólo 17 días después, sus padres serían notificados de que había fallecido por un presunto infarto agudo al miocardio.
La inverosímil versión se diluyó pronto para develar que en esos días había sido víctima de abuso sexual. Al paso del tiempo, en un largo proceso que aún no concluye, se involucró a uno de los pastores como presunto responsable de la muerte ocurrida en Santa Catarina, Nuevo León.
Apenas hace una semana se conoció otro episodio trágico asociado con estos centros: Brandon, quien había sido internado por su familia para superar su problema de adicciones, concluyó su estancia en una unidad de rehabilitación en San Pedro Garza García. Su resentimiento derivó en un desenlace mortal el mismo día que salió, 16 de octubre: al llegar a casa, mató a su esposa Mónica Campos (25 años), sus dos hijas, su madre (50 años) y a la pareja de ésta.