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Rusia en el laberinto estadunidense
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erminó 2021 con un ligero descenso de la incertidumbre sobre el riesgo de una guerra nuclear, pero no tenemos garantía alguna. Numerosos tratados entre Rusia (o antes URSS) y Estados Unidos han sido firmados, pero el Reloj del Juicio Final creado por Einstein, fue ubicado en enero de 2021, por los científicos que lo operan, en el punto más cercano en que ha estado del fin de la humanidad.

Desde inicios de 2021 Joe Biden tensó la situación en Ucrania: envió bombarderos estratégicos, como los B-52 y B1B, a las inmediaciones del mar Negro, en noviembre pasado realizó simulacros de ataques nucleares contra Rusia y entró en su espacio aéreo a 20 kilómetros de la frontera rusa.

Para EU, ya se sabe, Rusia es un enemigo que amenaza al mundo libre. Mientras EU camina encima del orbe como un desalmado conquistador con botas, dueño de todo; aplasta países –Irak, Afganistán y un largo etcétera–, y defiende los derechos humanos aun de los propios rusos, Rusia debe tensar gran parte de su energía nacional, sólo para defender su frontera; no está disputándole a EU nada en ninguna parte. Lo mismo ocurre con China que busca detener la embestida de Estados Unidos en el mar de China, no en el océano Índico, menos aún en el Atlántico o en el Pacífico.

El PIB de Rusia (por paridad de poder adquisitivo) es en 2020 apenas 19.3 por ciento del de EU, y el gasto militar de Rusia, en el mismo año, representa el 7.9 por ciento del de EU. El ingreso per capita de Rusia no ha mejorado en la última década y su participación en el PIB mundial ha disminuido desde 2008. Grandes sectores de la economía continúan tecnológicamente atrasados. Que Rusia sea un enemigo estratégico global de EU es una patraña descomunal.

El mundo creado a partir de 1990 nunca satisfizo las expectativas surgidas tras la caída del muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética. La creencia en que los principios del orden internacional liberal habían triunfado falló estrepitosamente; es decir, la convicción de que en el planeta reinaría la democracia neoliberal, que consiste en la circulación de las élites políticas por el sufragio –o, como la llamó en estas páginas Fabrizio Mejía, la democracia sin el pueblo–, está siendo derrotada por las tendencias efectivas de la historia.

Rusia jugó el papel de Gran País en la zona euroasiática desde los tiempos de los zares y, después, como eje central de la experiencia de la URSS. No es extraño que, según una encuesta de 2020, 58 por ciento de los rusos esté en favor de que el país siga su propio camino especial, y un amplísimo 75 por ciento crea que la era soviética fue la mejor época de su historia. Hoy los rusos no buscan revivir la URSS, algo impensable, sino contar con seguridad nacional en sus fronteras, incluidos los mil 576 kilómetros de frontera entre la Federación Rusa y Ucrania. No olvidar: en 2013 un gobierno de Ucrania afín a Rusia sufrió un golpe de Estado apoyado por EU, y remplazado por un gobierno afín a EU y Europa Occidental.

La idea de que EU podía continuar ampliando la OTAN armada hacia el este topó con la oposición social y geopolítica de Rusia. Esa ampliación en los años 90 ocurrió cuando la URSS se desplomaba en su crisis terminal. La OTAN avanzó en múltiples rondas de ampliación a 30 estados en los que viven, en conjunto, casi mil millones de personas; Rusia no acepta, por su seguridad nacional, ni un centímetro más de ese avance.

La guerra armamentista de la URSS con EU fue parte evidente de su crisis terminal. Lo sabe Rusia. La precipitación en el caos inició cuando Stanislav Shushkévich y Leonid Kravchuk, respectivos jerarcas de Bielorrusia y Ucrania, firmaron con Boris Yeltsin el tratado de Belavezha, por el cual declararon formalmente disuelta la URSS. Llegó el caos y el vértigo de la corrupción en los procesos de privatización. La economía se despeñó, mientras Yeltsin se hundía en su enfermedad y en su alcoholismo. En tanto, EU avanzaba con la OTAN hacia el este. Rusia era un boxeador peso gallo noqueado, mientras EU, peso completo, continuaba tundiéndolo en el piso. La arrogancia de EU en Europa y hacia los países que formaron parte de la URSS, nacía de esa circunstancia victoriosa. Ese enemigo no fue finalmente rematado porque Rusia recibió de la URSS –que se iba–, 30 mil armas nucleares sobre las cuales EU no tenía control.

Ese infierno produjo a Vladimir Putin y también la postura social de la que informa la encuesta referida. El estratega George Kennan, arquitecto de la política de EU de contención soviética durante la guerra fría, reconoció en 1998, cuando el Senado de EU ratificó la expansión de la OTAN a Polonia, Hungría y República Checa, que Rusia reaccionaría gradualmente de forma bastante adversa, según recordó recientemente Nina Khrushcheva.

EU, no obstante que mantiene un poder económico y militar sin parangón en el mundo, también conserva la ceguera y la arrogancia del imperio. El riesgo de una guerra nuclear no se ha disipado.