Sábado 23 de octubre de 2021, p. a12
Suena Mozart. Sonreímos.
Ninguna otra música tiene tanto poder. Sí, papá Bach, pero Mozart nunca pierde la sonrisa. Vaya, en los momentos más terribles, sonríe.
Reúne todas, pero todas las emociones, sin aspavientos. No es autoconmiserativo, no presume de nada, no nos dice cómo ponernos, si tristes o alegres o enojados, él sólo sonríe.
Y ríe a carcajadas, como en el tercer movimiento del Concierto 25 para piano (especialmente clara la carcajada en la grabación de Daniel Barenboim), de donde podríamos asegurar que Milos Forman tomó el modelo para dar indicación al actor Tom Hulce de cómo reír a carcajadas, prácticamente con metrónomo en mano, en la hermosa película Amadeus.
Además de risas, sonrisas, carcajadas, en la música de Mozart hay suspiros, canto, baile, alegre desmadrito. Por eso es EL compositor. Volfi rifa.
El nuevo disco del pianista islandés Víkingur Ólaffson es un bellísimo homenaje a Volfi Mozart, se titula Mozart & Contemporaries y pone codo a codo, mano a mano, a nuestro compositor favorito con algunos de sus contemporáneos: Baldassare Galuppi, Carl Philip Emanuel Bach, Domenico Cimarosa y Joseph Haydn.
Comienza con el galopar de Galuppi: andante spiritoso, un caminar de nubes gráciles, en medio de sonrisas. Baldassare Galuppi también sabía sonreír sin importar el momento, intríngulis o circunstancia. Es música amable a más no poder.
Veneciano, oriundo de Burano y por eso conocido como Il Buranello, director de música del Ospedale dei Mendicanti (Vivaldi lo fue del Ospedale dela Pietá, también en Venecia), maestro de capilla de la catedral de San Marcos, Galuppi creó prodigios como el que inicia el disco que hoy recomendamos: carece de melodía y reposa su belleza en una serie de coros arpegiados, posee espíritu atemporal, anuncia a Schubert. Tiene, de acuerdo con el juicio de Víkingur Ólaffson, un estado alterado de conciencia entre el estar despierto y al mismo tiempo sumergido en un sueño
. Así de prodigioso.
En las notas al programa, Víkingur elaboró prácticamente una escucha guiada (ese es el espíritu del Disquero: escuchas platicadas con los lectores) y explica uno a uno los tracks que elaboró, el cómo y el porqué. La segunda pieza de este recital es el Rondó K. 494, la esencia de Mozart: cada vez que escuchamos el tema central, tan simple, tan sencillo, tan angelical, nos trae algo diferente, siempre
. La esencia de Mozart: cada vez que lo escuchamos, suena mejor; es una música que crece con nosotros, en el transcurso del tiempo.
Al hacer este disco con música de Mozart, Víkingur procuró hacer de lado toda idea preconcebida, todo lugar común, toda leyenda, fábula y toda ínfula. Quiso, en cambio, profundizar en el ecosistema musical de Mozart
.
Mozart conoció a otros compositores, no a todos los que incluyó Víkingur en este álbum, pero los veneró a distancia.
Es por eso que el tercer track está dedicado a uno de los semidioses a quien admiró y de quien aprendió mucho Mozart: Carl Philipp Emanuel Bach, segundo de los hijos de Johann Sebastian Bach y principal representante del Empfindsamerstil, movimiento musical semejante al Sturm und Drang, que ofrece los primeros componentes del romanticismo, y a su vez adelantó elementos del estilo clásico; también protagonizó, de manera muy elegante (para que rime), los principales episodios del periodo galante.
Carl Philipp Emanuel Bach contribuyó al desarrollo de la forma sonata, y fue de esa manera precursor de la obra de Haydn, Mozart y Beethoven. Por eso Mozart decía: Él es el padre; nosotros somos los niños
.
El Rondó II en re menor de Carl Philipp Emanuel Bach, que define e interpreta al piano Víkingur Ólafsson, es una pieza muy libre y con armonías muy atrevidas. Tiene un punto muy salvaje; es como un gato salvaje. Es como un niño mal portado. Esta obra bien la pudo haber escrito Stravinsky
.
La siguiente obra, la Sonata 42 de Cimarosa, es de belleza monumental. Su melodía pertenece al bel canto pero la modificó a placer, literalmente, Víkingur, y por eso escribió junto al título la palabra arreglo
en un gesto de humildad, porque en realidad la recompuso.
Enseguida, la Fantasía en re menor, K.485 suena en su naturaleza verdadera: extremadamente virtuosística. Es la obra de un gran pianista, Mozart, y está escrita para brindar placer y asombro
y es por eso que Víkingur la interpreta de manera más veloz que todas las grabaciones existentes.
Brindar placer y asombro, vaya definición precisa del arte de la música.
La siguiente pieza también es de Cimarosa, pero además la rescribió Víkingur. Esta pieza no estaba originalmente en el álbum, pero en el estudio de grabación, durante uno de los descansos, su melodía comenzó a sonar en mi cabeza. Así que me senté y la transcribí aquí y allá, con el micrófono prendido. La arreglé en tiempo real y la grabé en tiempo real. Es un poco como una siciliana de Vivaldi. Tiene una preciosa melodía dorada
.
Melodía dorada. Brindar placer y asombro. Música de ángeles. Sonrisas. Vaya componentes los de la música de Mozart.
Enseguida, otro prodigio: la Sonata en si menor Hob. XVI:32 de Joseph Haydn avanza igual hacia atrás que hacia adelante. Mira hacia el barroco en el minuet y prefigura a Beethoven en el Presto
final.
Luego, la Kleine Gigue, “otra de las piezas completamente sin tiempo ni edad de Mozart, escrita en un peregrinaje que hizo a Leipzig para visitar la tumba de Johann Sebastian Bach. Fue una de las etapas más difíciles en la vida de Mozart, cuando todos parecían estar en su contra. Pienso que buscaba un refugio y escribió esta Pequeña Giga en solo un día en Leipzig. Parece, otra vez, como Stravinsky, o como Bach. Es tan cromática, tan increíble”.
Las obras que eligió Víkingur para este disco pertenecen a la producción de los últimos 10 años de vida de Mozart, cuando estaba en plenitud. El conocimiento que posee el pianista islandés, Ólaffson, de la vida y el contexto musical de Mozart, le permite ironizar: la Sonata Facile, o Sonata Semplice, es la obra de un autor en pleno dominio de sus poderes, es perfecta y es, además, la música de una búsqueda dolorosa
.
Sigue en el disco el Adagio en mi bemol mayor, un arreglo de Ólaffson a partir del Quinteto de Cuerda Número 4: puede ser mi pieza de cámara favorita de cualquier época y para cualquier instrumento, incluido todo el repertorio para piano. Es increíble de principio a fin. Se parece un poco a la Sinfonía Número 40. Las melodías simplemente se detienen y no sabemos dónde están
.
Lo que suena después, el Larghetto de la Sonata para piano número 34 normalmente se toca de una manera muy diferente a como la grabé, y la notación también es un poco distinta y así encontré esta especie de tranquilidad gélida. Es una música de invierno, casi como una meditación
.
Suena enseguida la Sonata 14 de Volfi: es la mayor obra para piano de Mozart, la semilla del siglo XIX. Es impensable, por ejemplo, que Beethoven hubiera compuesto su Sonata Patética sin escuchar el primer movimiento, donde Mozart lleva el instrumento a sus límites, lo cual es una constante en las obras de sus últimos días
.
Luego de otra pieza de tranquilidad gélida
, el Adagio en si menor K. 540, viene la culminación del disco, el episodio más conmovedor: el Ave Verum Corpus, K.618, en la transcripción que hizo Franz Liszt para piano solo.
Dejemos la palabra a Víkingur Ólaffson: “en su transcripción, Mozart baja la tonalidad una tercera, hasta si mayor, y cambia la esencia de la música, la hace más oscura y más brillante al mismo tiempo.
Es una de las mejores transcripciones, porque no trata de añadir demasiado. Se limita a presentarla en un nuevo medio, sin arpegios superficiales y otros efectos. Deja que la música sea exactamente lo que es. Quise terminar este álbum presentando a Mozart como el más grande de los genios, que es como lo veía también Franz Liszt
.
Volfi Mozart, el más grande de los genios, autor de melodías doradas. Música para brindar placer y asombro. Música de ángeles. Música que en todos los idiomas se traduce en sonrisas.
El más grande de los genios.