urante décadas la agroindustria trasnacional, liderada por Monsanto, hoy fusionada con Bayer, ha presumido contar, a través de financiar poderosas campañas de publicidad, con desarrollos tecnológicos y científicos.
En México han afirmado que cuentan con evidencia científica robusta sobre los supuestos beneficios de la siembra de transgénicos, llegando al extremo de pretender acaparar el campo con maíz genéticamente modificado y de explotar con ello los derechos de propiedad intelectual que afectarían a cientos de miles de hectáreas. Estas afirmaciones están llenas de simulaciones, verdades a medias, datos confusos y manipulación en su manejo.
Podemos afirmar que la agroindustria trasnacional falsea la información científica, no sólo para tener un lucro desproporcionado, sino para acaparar la producción de alimentos de México y el mundo. Esta circunstancia de nuestros tiempos no únicamente es violatoria de los derechos humanos contenidos en instrumentos internacionales, como la Convención de Derechos Económicos Sociales y Culturales (y ambientales) de Naciones Unidas, la Declaración de Río, el Convenio sobre la Diversidad Biológica e incluso protocolos que la agroindustria pretende tergiversar, tales como el de Cartagena y el de Nagoya, sino que además podría representar la forma más poderosa de dominación y colonialismo que la historia de la humanidad ha padecido.
La manipulación de las empresas transgénicas puede comprobarse con el juicio de la demanda colectiva del maíz que 20 organizaciones y 53 ciudadanos promovimos desde 2013, y que actualmente sigue en disputa. Monsanto señaló por escrito que su tecnología cumpliría con las leyes mexicanas e internacionales, que respetaría las zonas donde no debe existir presencia de maíz transgénico. Sin embargo, reconoció, también por escrito, que las semillas que obviamente contienen información genética se trasladan entre las distintas regiones del país. Esto es una contradicción evidente. Es como si afirmara que el agua puede permanecer en un recipiente y al mismo tiempo reconocer que se filtra.
Otra empresa trasnacional, Syngenta, surgida en Suiza, reconoció dentro del juicio colectivo que para mantener a los transgénicos en las zonas que se llegue a autorizar, es necesario imponer barreras físicas, biológicas y químicas. Sin embargo, hoy pide a la Suprema Corte de Justicia que revoque la decisión de tribunales federales de imponer este tipo de protecciones. También reconoció que, a pesar de que la industria abandera la supuesta finalidad científica, todas las siembras que buscan realizar tienen fines comerciales, aun aquellas que por ley debieran ser experimentales.
Además, cuando las trasnacionales presentan traducciones mutiladas de investigaciones científicas, el descaro en el juicio es aún mayúsculo. Aquí, un ejemplo: en el caso de Raven 2010, que analiza si las plantas transgénicas generan disminución o beneficios a la biodiversidad, el autor señala que no habrá flujo genético de la tecnología transgénica hacia los parientes silvestres del maíz en el mundo, salvo en México y Guatemala. Tramposamente esta afirmación no llegó a la traducción que presentó ante los tribunales. Se han cumplido cinco años y medio de que un tribunal federal ordenó mantener la suspensión de siembra de maíz transgénico comercial, que, sin embargo, permitió sembrarlo experimentalmente, sujeto a informes mensuales para confrontarse en el juicio colectivo.
En otras palabras, al suspender la siembra comercial, dio la razón a la Colectividad, y al mismo tiempo abrió una puerta para contar con información directa en el juicio, al permitir la siembra experimental y confrontarla mensualmente en juicio, con el objeto de decidir si deben o no sembrarse los transgénicos.
La Colectividad ha conseguido informes mensuales de Semarnat y Sagarpa, hoy Sader. No obstante, la industria ha preferido no sembrar experimentalmente, antes que confrontar su información con los científicos de la Colectividad y los jueces, dando con ello una muestra más que evidente de que su objetivo es meramente comercial y lucrativo, y no colaborar en la atención de la alimentación y la salud de los mexicanos.
Por eso, hoy la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación debe ratificar la medida precautoria ordenada. Esperamos que los ministros puedan tomar una decisión a favor de los maíces nativos y la milpa. A favor del pueblo de México, de su alimentación sana y nutritiva, y de su soberanía alimentaria.
Un abrazo solidario y muy sentido a Carmen Lira y a los compañeros de La Jornada , por el sensible fallecimiento de Josetxo Zaldua, gran amigo y periodista.