La industria de la guerra
a humanidad no avanza linealmente hacia el desarrollo. Hay momentos, como el que enfrenta Afganistán, en los que prácticamente se regresa a la Edad Media, con una teocracia al frente del gobierno.
Los derechos ganados por la mujer a lo largo de siglos, de la noche a la mañana se anulan con la sharía o ley islámica tradicional. Con las nuevas reglas se controla la vida pública y privada y, en el caso de las mujeres, se vigila hasta la forma de vestir y de sonreír y sus faltas se castigan incluso con lapidación y muerte.
Entre otras cosas, el nuevo gobierno legitima la esclavitud sexual. Ahora los talibanes buscan mujeres solteras y viudas de entre 15 y 40 años para entregárselas de trofeo a sus soldados, los cuales se convierten en sus amos. El tema es si la OTAN, la ONU o las grandes potencias deben intervenir para dar marcha atrás a este proceso.
A lo largo de dos siglos varias potencias han tratado de dominar a Afganistán, formado por múltiples etnias (pastunes, 40 por ciento; tayikos, 25; mazaras, 10; uzbecos, 10, y otras minorías 15 por ciento).
En el siglo XIX la invadió Gran Bretaña; en el XX, la Unión Soviética y en el XXI Estados Unidos, pero nadie ha logrado controlar a este país, por lo que se le conoce como el cementerio de los imperios.
Lo anterior no significa que Afganistán no sea un gran negocio para los contratistas privados. Estados Unidos gastó 2.26 billones de dólares en 20 años de intervención, un promedio de 300 millones de dólares diarios.
Esos recursos se utilizaron en armamento, tecnología, capacitación, pago de salarios, comida de las tropas, entre otras cosas. Pero este gasto no trajo consigo la paz ni la mejora del nivel de vida de la población.
Ahora le toca el turno a China, quien está en negociaciones con los talibanes. El objetivo político es ganar posiciones en el Medio Oriente y limitar el terrorismo, el extremismo y el separatismo y, por el lado económico, convertir a Afganistán en aliado a través del desarrollo de infraestructura y de extracción de minerales.
Sin embargo, hay que señalar que es difícil que se avance en el desarrollo de este país con un gobierno teocrático del pasado como el que representan los talibanes.