Del chip
original
n desplegado, pagado por la bebida oscura CC sobre su contribución para conseguir un mundo sin residuos, promoviendo un reciclaje inclusivo con base en abrir espacios de esparcimiento para la infancia trabajadora en la recolección de residuos (¡!), nos remite, antes que al propio escándalo ante este cinismo mediático típico de nuestra civilización, a recordar cómo, hace apenas 40 años, no existía el concepto de basura en las comunidades zapotecas de la Sierra Norte de Juárez, pues todo era inteligentemente reciclado hasta su natural integración en la naturaleza. Exactamente como sucede con los ciclos de vida útil de los humanos (fenómenos consignados en mi tesis de doctorado).
Pero, con el virus pandemial del chip, aparecido en la posguerra en los laboratorios de informática de los países vencedores y captadores (o captores) de los cerebros más brillantes de cualquier nación, la tecnología en desarrollo imparable desde el siglo XIX hasta la industria de la guerra en el XX, catapultó la producción industrial de bienes y desechos a la masa inmanejable que hoy nos sepulta gracias al circuito integrado o chip, elemento que vino a sustituir el cerebro del homo sapiens, tanto en lo beneficioso como en lo demoniaco, lo primero cuando aún es comandado por equipos de humanos con ética, pero lo segundo cuando se desatan generaciones de chips sin rumbo, productivos productores de falsos bienes que sólo sostienen rascacielos en las carpas de ilusionistas ilusionados con un progreso y ciencia que justifican su autoaclamación de superioridad sobre el resto de la humanidad.
En otras palabras, un microelemento se apoderó de nuestra civilización mediante un ilusionismo que se muerde la cola, a saber: la inteligencia humana se mide por su capacidad para aprender a manipular los alcances de un chip, pero los chips están diseñados para manipular la inteligencia desde la infancia hacia ciertos límites útiles para el trabajo repetitivo destinado a las mayorías y sólo accesible para la élite que deberá emprender el desarrollo informático y productivo que coinciden con la acumulación de capital.
Debemos interrogarnos y respondernos sobre la relación que existe hoy entre la lógica humana, creadora y desarrolladora, con la lógica informática, sin la cual no tenemos acceso a la mayoría de los campos de la actividad económica y social y, por ende, al trabajo remunerado y a las relaciones sociales; preguntarnos sobre la preponderancia de la informática en nuestro modo de vida material y en nuestros estados emocionales. Interrogarnos sobre la inconmensurable concentración de fortunas, en dólares contantes y sonantes, salida de estos mismos circuitos integrados. Y la relación de éstos con la producción de la chatarra alimentaria, cuyos envoltorios, empaques y publicidad son además basura creada para reciclar y producir más dinero a unos y más pobreza y enfermedad a los más. Es tiempo de recobrar nuestro chip original.