Domingo 27 de junio de 2021, p. 4
Para celebrar los 10 años de la publicación de la novela Persona normal, el escritor Benito Taibo (Ciudad de México, 1960) presenta una edición que suma una decena de capítulos nuevos en los que Sebastián y su tío Paco, los entrañables personajes del relato, afrontan la pandemia de Covid-19 de la mano de la literatura.
Se trata de un libro que me cambió la vida, pues me hizo tomar un destino, un derrotero, distinto al que en algún momento pensé
, reflexiona el autor al agradecer la generosidad de varias generaciones de lectores que durante una década han mantenido vigente esa obra.
Sin embargo, el también poeta no llama éxito a la popularidad que tiene Persona normal (editorial Destino), pues explica que su padre, el periodista Paco Ignacio Taibo I (1924-2008), les puso los pies en la tierra a él y a sus hermanos al decirles que “‘el éxito es una cosa hecha de arena que se va al infierno a la menor provocación’, por tanto ni lo considero, ni jamás diré algo que tenga que ver con esa cosa extraña. Mi oficio lo hago con el mayor de los cariños del mundo y es poder contar historias, poder decir a los jóvenes que se acerquen a la lectura porque ahí hay un mundo espectacular”.
En entrevista con La Jornada, reconoce que hace 10 años tenía una visión mucho más optimista del mundo. No digo que me he vuelto un cínico, porque no lo soy; sigo mirando con los ojos del asombro y sigo creyendo en lo que creía, a pesar de que me han decepcionado algunos en el camino; sin embargo, sigo creyendo en la posibilidad de la justicia, en la restitución de una tabla común donde podamos comer todos, en la desaparición de las brechas económicas
.
Benito Taibo considera que los jóvenes en la actualidad están leyendo mucho y con gran diversidad: “fantasía épica, libros sobre género, un montón de novela gráfica. Cuando me preguntan qué deben leer los chicos respondo, invariablemente: ‘que lean lo que se les dé su pinche gana’, porque los niños y jóvenes tienen que crear el canon, nosotros no tenemos que imponerles el nuestro. Podemos decirles qué cosas nos cambiaron la vida, pero ellos tendrán que encontrar las que cambien las suyas.
Cuando un adolescente tiene un libro en las manos no sólo lee palabras apiñadas en líneas que se convierten en párrafos y que cuentan una historia. Están leyendo intenciones, están leyendo el mundo, el alrededor; se están leyendo a sí mismos, por tanto, hay que crear un nuevo canon donde se incluya la desaparición final del patriarcado como posibilidad y como meta.
El autor reitera que los libros en papel y los digitales “van a convivir el resto de la historia juntos. En lugares donde es difícil encontrar una librería, pues cada día son más escasas; lo digital tiene una enorme posibilidad, en tanto que el libro en papel no va a desaparecer, lo sabía perfectamente bien Umberto Eco en sus conversaciones con Jean-Claude Carrière, incluidas en la obra Nadie acabará con los libros, que es una de mis biblias junto con el altar de la ciencia ante el cual me postro”.
Benito recordó que “una de las pintas más bellas que hubo durante la revolución estudiantil de 1968, primero en París y luego en México, decía: ‘la imaginación al poder’. Estoy convencido de ello y sigo propugnando porque eso suceda, por que veamos más allá de la apariencia y demos un paso agigantado hacia imaginar un mundo más justo y mejor para todos, y que el libro se incluya en la canasta básica.
“No hay que tener miedo a imaginar. Hay que tomar un libro, comprobar que no muerde, que lo puedes dejar en cualquier momento, que tus derechos como lector están a salvo y uno de ellos es terminar o no el libro, o leer el final, o llenarlo de manchas de mole.
Hay que dejar de ver al libro como objeto sagrado al que hay que rendir culto; hay que convertirlo en compañero de viaje que se puede caer y saber que no se le caerán las letras, que va contigo adonde vayas y aguanta todo lo que aguantas.
El autor dice que no tiene la menor idea de cuántos ejemplares ha vendido Persona normal durante una década. Cuento historias, no libros
, recalca, “pero sin duda son muchos. Tampoco está traducido en otro idioma, pero no me preocupa, tengo un público enorme en América Latina y España, y lo agradezco.
“Un día, en Mazatlán, una chavita se me acercó y me dijo: ‘el año pasado lo escuché hablar sobre libros. Déjeme decirle que soy hija de un narco y que me tocaba ser la siguiente generación, porque mataron a mi padre, pero gracias a su conversación de cómo los libros cambian a las personas, me alejé de ese mundo’.
“Me quedé congelado bajo el calor tropical mazatleco, pero diciendo: ‘¡qué inmenso poder tienen los libros! No mi libro, sino la literatura y sus armas para enfrentar a los monstruos y los demonios de la vida”, concluyó el escritor.