n las últimas dos semanas los contagios de Covid-19, que fueron a la baja durante varios meses después de alcanzar un alarmante pico a principios de año, se han incrementado en el país, empezando por entidades de intenso flujo turístico, como Baja California Sur y Quintana Roo. Ello ha llevado a las autoridades sanitarias federales a marcar en amarillo y naranja el semáforo de la alerta epidemiológica en varias entidades, incluida la capital de la República que volvió al amarillo.
El hecho obliga a recordar que la epidemia de SARS-CoV-2 dista mucho de haber sido superada y lleva a preguntarse por los factores que inciden en este fenómeno.
Por principio de cuentas, es indudable que las medidas de reducción de la movilidad, el distanciamiento social y el protocolo sanitario –como la sana distancia, el lavado frecuente de manos y el uso de mascarillas– lograron disminuir el ritmo de las infecciones tras la segunda oleada de la pandemia, que tuvo lugar a fines de 2020 y principios de 2021, coincidiendo con las fiestas decembrinas y la temporada de frío. Es indudable también que el avance del Programa Nacional de Vacunación ha tenido un impacto decisivo en la reducción del número de hospitalizaciones y fallecimientos por Covid-19, así como en la mitigación de los contagios.
Sin embargo, tras un indudable agotamiento económico y psicológico por las medidas sanitarias, tanto el establecimiento de semáforos verdes en la mayor parte del país como el optimismo por el creciente porcentaje de población vacunada parecen haber llevado a una relajación apresurada de las medidas de seguridad por parte de la población, esto explicaría la tendencia de la pandemia a intensificarse, lo que ha llevado a dar marcha atrás en varias medidas de desconfinamiento, como el retorno a clases presenciales en algunas regiones.
Este efecto paradójico del retorno a la alta actividad de la pandemia, después de que ésta parecía a punto de ser superada, ha ocurrido incluso en países de Europa y América que llevan la delantera en sus procesos de inoculación masiva. El caso más dramático es el de Chile, que el mes pasado debió volver al confinamiento a pesar de ser una de las naciones con las tasas más altas de vacunación contra el Covid-19.
La conclusión es inequívoca: la nueva normalidad no es la normalidad previa a la pandemia y el reinicio de actividades en todos los ámbitos de la sociedad debe llevarse a cabo en observancia del distanciamiento social y el resto de medidas sanitarias establecidas. Hasta ahora, nuestra nación ha logrado evitar una tercera ola pandémica como la que se ha abatido en otros países y resulta imperativo reducir al máximo el riesgo de que ello ocurra. Para ello no hay más remedio que reforzar las precauciones a fin de evitar contagios en tanto se consigue vacunar a la gran mayoría de la población adulta del país, una meta que en el mejor de los casos se alcanzará en octubre, habida cuenta del ritmo de producción de los biológicos en México y en el mundo.