La realizadora hace de la región maya donde se extrae el chicle protagonista y antagonista de su filme // También aborda el mito de Xtabay, mujer dual
Martes 8 de junio de 2021, p. 7
La selva no sólo es un ecosistema. También es una entidad compuesta por espíritus que rigen su existencia. Puede darte todo pero, de igual forma, quitártelo. Es un paraíso y un infierno.
Yulene Olaizola decidió hacer de ella un personaje complejo y mágico que puede ser protagonista y antagonista. Ahí, creó una historia fílmica que tiene esencia de documental, de ficción mística –que se basa en la mitología maya–, y de un western contextualizado en la selva de la frontera entre México y Belice, en los años 20 del siglo XX. Su historia está basada en la leyenda de Xtabay (que representa a dos mujeres, una casta y otra puta
), y por el libro de Rafael Bernal, Caribal, el infierno verde, que aborda la salvaje explotación del chicle en esa época.
En Selva trágica, su quinta película, se ve sangrar a los árboles y también al alma de los humanos.
Además, muestra la línea divisoria entre la realidad y los sueños. Dar a los lugares un sitio protagónico es el leitmotiv de las historias de Olaizola, quien para realizar esta película sobre el monstruo verde se hizo acompañar de un gran equipo. Y no nos referimos a la parafernalia de producción ni a la cámara Arri que, bajo el ojo de la fotógrafa Sofía Oggioni, captó la sustancia de la selva, sino al grupo humano compuesto, incluso, por trabajadores mayas que aún extraen el chicle y que fueron parte fundamental del filme.
Así como esa frontera mezcla tradiciones, culturas y herencias raciales, la cinta trata de ser ese abanico multicolor de mezclas y estilos
, cuenta a La Jornada Yulene Olaizola, realizadora de películas como Epitafio, Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, Paraísos artificiales y Fogo.
–¿La selva es la protagonista y la antagonista?, –se le pregunta.
–Sí. Es clara la intención de que la cinta gire alrededor de ella como una identidad con vida propia; con su magia y su manera de defenderse. Esa idea viene de leer a escritores de la península acerca de la explotación del chicle. Todos la describen como una entidad con un poder sobrenatural. Para mí, era importante rescatar eso.
La selva no es un entorno amigable, comenta. Es hostil, pero quisimos plasmar su atmósfera con la cinefotografía, la música y el sonido. Es intimidante, incluso, para el más experimentado de los chicleros, que por más que conocen el lugar siempre tienen miedo a perderse
.
Relata que conoció el sitio hace unos 10 años, cuando fue a vacacionar. Quiso encontrar algo que contar de la zona. Una segunda idea para filmar ahí, vino luego de ver cómo se hacía la extracción del chicle; de cómo se sangraba a los árboles para sacarles la resina. Era un espectáculo digno de filmarse. Y la tercera fue la experiencia de retratar a la selva con su aire místico-mágico. Terminó de afianzarse cuando me encontré con la leyenda de la mujer Xtabay (la engañadora) y el libro de Rafael Bernal
.
Segura de que sus películas siempre han surgido de la misma manera, señala: Escoger el lugar donde voy a filmar, un espacio o una geografía específica
.
En este caso, la atraía una historia “que tiene que ver con lo salvaje de esa zona, la cual va corrompiendo los corazones de los humanos. Cuando encontré la leyenda de la Xtabay pude moverme en un terreno místico y de misterio, e introducir un toque de western. En los años 20 del siglo pasado se vivía como en el Viejo Oeste. Era tierra de nadie. Cada quien hacía justicia por su propia mano; entonces, eran comunes estas cuadrillas de chicleros y hombres armados que defendían sus productos y contrabandeaban”.
En Selva trágica, la manera de filmar el proceso de extracción del chicle es muy documental. También los animales que aparecen se filmaron de esa forma. El sonido de los insectos (captado por José Miguel Enríquez Rivaud) y las armonías electrónicas del diseño sonoro de Álex Otaola se fusionan de tal forma que no se sabe qué parte es música o sonido real.
Actores no profesionales
Yulene trabajó con actores no profesionales, para lo cual realizó un casting con gente que se dedicara al chicle. De unas 100 personas eligió a seis, e incluyó a tres actores profesionales (Gabino Rodríguez, Eligio Meléndez y Gilberto Barraza). El trabajo con histriones amateurs enriqueció la producción.
Con la mayoría de ellos no hubo un método de trabajo único
, comparte la directora y escritora de la historia, junto con Rubén Imaz, infaltable cómplice de Olaizola. Depende de quién es la persona o de qué mundo viene. No es lo mismo dirigir a los dos chicos mayas que a Indira Andrewin (joven beliceña) que quizás es más cercana a ver tele o cine, pero los chicos mayas no veían nada. Los escogí para que nos adentraran en el mundo de la goma. Nos enseñaron (entre ellos Mariano Tun Xool y José Alfredo González Dzul) y nos orientaron en el proceso. A los actores profesionales les enseñaron a subirse a los árboles y cómo caminar, a su vez, los primeros los guiaron en sus diálogos. Fue un intercambio
.
–No es difícil quedar atrapado por la selva. A ti, ¿qué te dio?
–Estoy conectada con esa región. Recuerdo que al regresar a la ciudad, luego de filmar, y al caminar por las banquetas ponía atención en dónde pisaba, miraba para abajo siempre, algo que no acostumbraba a hacer. Esas enseñanzas, por supervivencia, te quedan de manera automática. Cuando estás en la selva te das cuenta de lo torpe e indefenso que eres ante la naturaleza.
–¿La leyenda de Xtabay la incorporas como una connotación feminista?
–Una vez que decidí incorporar ese mito, una de las cosas que conscientemente encontré fue esa posibilidad: hablar de un personaje femenino con dualidad, de vulnerabilidad y empoderamiento. En el contexto de hoy, tiene ese mensaje, sin forzarlo, pero es una más de las ideas del filme. La cultura maya es muy avanzada para su tiempo. La mayoría de sus leyendas, a diferencia de lo que dejó el catolicismo de conservadurismo y cerrazón, está plena de relatos que tienen qué ver con la sexualidad abierta. Xtabay está inspirada en dos mujeres mayas: una puta y otra casta; curiosamente la primera es de buen corazón y la segunda, personifica la maldad.
Yulene es una enamorada de la narración audiovisual. A los 18 años comenzó a estudiar cine, pero su interés por el séptimo arte viene desde pequeña, en casa, haciendo los videos de familia. Esa cosquilla se concretó profesionalmente luego de egresar del Centro de Capacitación Cinematográfica.
El cine es un oficio complejo y desgastante; una aventura de vida; te obliga a vivir la de otros. Así como el espectador ve una película que lo puede transportar a una selva, el cineasta hace lo mismo, pero por más tiempo, porque lo proyectos nos llevan años
.
–¿Se disfruta el proceso de filmar o se sufre?
–Hay sufridos y chidos. Tiene que ver con los tiempos y la espera, porque cuando tienes una idea no puedes trabajar en ella de inmediato. Debes conseguir dinero, escribir el guion; además, todo el tiempo se ponen en tela de jucio tus ideas.
La película cuenta con la música original de Álex Otaola, y la participación de Jaime Baksht y Michelle Couttolenc, recién galardonados con el Óscar, en la mezcla de sonido.
Olaizola escribió Selva trágica junto con su compañero Rubén Imaz, con quien también hizo la cinta Epitafio; ambos fungen como productores de la película, junto a Pablo Zimbrón.
Por estos días se puede disfrutar en pantalla grande en la Cineteca Nacional y, a partir de mañana, en Netflix.