a multinacional Nestlé, la empresa de alimentos más grande del mundo, reconoce que más de 60 por ciento de los productos que elabora no cumplen con los estándares sanitarios reconocidos. Es más, el documento de referencia señala que algunas de las categorías y de los productos que fabrica nunca conseguirán ser saludables; bajo los criterios vigentes no hay ningún grado posible de renovación en cuanto a su elaboración. El lema de Nestlé: Buen alimento, buena vida
ha quedado al descubierto. Esta es una empresa muy cuestionada por largo tiempo y que provoca polémicas recurrentes.
La cuestión se expuso en un documento interno de la firma y fue visto
por el diario londinense Financial Times, según la nota que publicó el pasado 31 de mayo.
Nestlé opera alrededor de 2 mil marcas distintas conforme a la información de la empresa y, en México 80 de ellas. En las zonas urbanas y muchas de las rurales en todos los lugares, no hay manera de evitar toparse con algunas de ellas y la mayoría de los consumidores no sabe que provienen de esa empresa. Este solo hecho indica ya la magnitud del impacto que tienen las compañías que producen alimentos y una diversidad de bienes y servicios en todo el mundo.
Ese es el poder de las marcas y de la publicidad machacona. Por tipo de alimentos en Nestlé se cuentan: comida para bebés, agua embotellada, cereales, chocolates y golosinas, café, productos culinarios (fríos y congelados), lácteos, bebidas, salud y nutrición, helados, alimentos para mascotas. De todo.
Una persona podría consumir productos de Nestlé prácticamente desde recién nacido hasta el final de su vida. La empresa lo sabe muy bien y eso es parte de su gran poder económico. Nestlé reconoce que el ambiente regulatorio de los gobiernos se ha vuelto más estricto, asociado con las medidas de las agencias sanitarias para prevenir la obesidad y las enfermedades asociadas con ella. En un país como México este asunto es muy relevante, por la alta incidencia de la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, todo esto afecta severamente la salud de la gente e impone un enorme costo a la salud pública y la seguridad social.
También ha ido cambiando la demanda de los consumidores, que son más exigentes y disponen cada vez más de productos alternativos. Estos alimentos no están por definición exentos de cuestionamientos desde diversos ángulos, materia que exige una mayor atención. La innovación en la industria alimentaria es muy grande y variada; la disponibilidad de alternativas orgánicas, vegetarianas, veganas y productos basados en plantas o proteínas crece rápidamente. En México la oferta de este tipo es aun bastante limitada comparada con otros países. La cuestión tiene que ver, por supuesto, con los precios, usualmente más elevados que otros productos sustitutos o complementarios, lo que tiende a limitar su difusión. También importan los gustos creados y las costumbres en materia de comida, bebida y consumo de productos azucarados. No menos relevante es, por ejemplo, la polémica en torno a la alimentación de los infantes.
Según el documento, los directivos de Nestlé consideran renovar los compromisos asociados con la nutrición. No podrían decir ahora otra cosa. Tendrían que hacer esto en marco de rentabilidad de la inversión que sus accionistas consideren suficiente. Las dos partes de esta condición son difíciles de cuadrar en el balance y el estado de resultados. Lo que no se dice, por ahora, es hasta dónde puede llegar una revisión de ese tipo en el marco de su estructura productiva, financiera y comercial, y cuales pueden ser sus consecuencias en el corto plazo y en algún periodo consistente fijado para una transición sostenible. ¿Quién vigila la transparencia? Se afirma que se contempla el conjunto de sus productos a “lo largo de las distintas fases de la vida de la gente para asegurar que… contribuyan para alcanzar las necesidades nutricionales y soportar una dieta balanceada”.
¿Qué pueden esperar los consumidores, cómo se manifestarán sus preferencias en los mercados, tanto en el caso de los enterados de estas disputas como la masa de ellos que no está enterado de la situación, ni de las polémicas y cuestionamientos en torno a Nestlé? ¿Cómo se debe proteger el derecho a una alimentación, primeramente, suficiente y, luego, lo más sana posible? La base para aproximarse a este objetivo es generar ingresos suficientes para que las familias accedan a la canasta básica de consumo –cuyo contenido debe redefinirse de modo periódico en función de criterios sanitarios y económicos–, esto es lo que indica el nivel de pobreza laboral, que se ha ido deteriorando de modo significativo en el país.
Hace unos días surgió un asunto relativo a la sustentabilidad del medio ambiente que involucraba a la empresa Shell, pero que se extiende por necesidad al conjunto de la industria de la energía. Ahora se trata de la poderosa industria de la alimentación y en torno al gigante Nestlé.
No son coincidencias. Hay que hurgar en las cambiantes condiciones sociales del sistema económico global y sus distintas expresiones nacionales, regionales y locales. La sociedad debe jugar un papel en estas tramas que le afectan de modo directo. Los gobiernos deben hacer su parte de manera clara. ¿Pueden? ¿Quieren?