a violencia por motivos electorales en el Valle del Yaqui no es nueva. El artero asesinato de Abel Murrieta en Ciudad Obregón, candidato a alcalde del municipio de Cajeme por Movimiento Ciudadano, no es un hecho desligado de la violencia social y política que impera en ese municipio sonorense. El antecedente más inmediato de violencia electoral en esa demarcación fue otro crimen, éste contra Eduardo Castro Luque, diputado electo por el PRI en 2012, asesinado por su propio diputado suplente, Manuel Alberto Fernández Félix, joven que pretendió quedarse con la diputación de Castro Luque, a dos días de tomar posesión del cargo.
Si alguna vez el PRI ha tenido una escuela política canallesca en la que sus propios cuadros sin escrúpulos se traicionan para arrebatarse puestos y canonjías, esa escuela floreció en Ciudad Obregón, la sede de agricultores y negociantes acaparadores del agua, de los terrenos, de los negocios mayores; los enemigos de la tribu yaqui.
En esa escuela también se educó Abel Murrieta, quien el 5 de junio de 2009, día del incendio de la guardería ABC, era procurador de Justicia del estado de Sonora, gobernado por Eduardo Bours. El mismo procurador que para encubrir la responsabilidad del gobierno del estado en la tragedia, dijo que el incendio se debía a un corto en un enfriador de aire, denominado en la jerga sonorense con la palabra inglesa cooler. Abel abandonó su responsabilidad de procurador de Justicia, plegándose a la táctica de negociación de Eduardo Bours y del presidente Felipe Calderón, interesado en cubrir a los parientes de su esposa Margarita Zavala, inversionistas de la bodega que funcionaba como guardería.
Al contrario de lo que han pregonado comentaristas del centro del país, Abel Murrieta no se destacó por la procuración de justicia aunque permaneció en el mismo puesto en el gobierno de Guillermo Padrés, que sucedió al de Bours.
Uno de los casos escandalosos en que demostró indiferencia fue el asesinato de Nepomuceno Moreno, a pleno mediodía y casi en el centro de Hermosillo, en enero de 2011. Nepomuceno fue un padre desesperado que buscaba apoyo para localizar a su hijo desaparecido y había ingresado al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, sin recibir atención de las autoridades sonorenses. Tras el asesinato de Nepomuceno, obligado a renunciar, Abel empezó su carrera de político bajo el padrinazgo de los Bours.
Nadie está diciendo que por estos antecedentes Abel Murrieta merecía ser asesinado tan cobardemente, sino que habrá de profundizarse en las pesquisas judiciales acerca de lo que él había aportado como abogado en el caso de la masacre contra los miembros de la familia LeBarón, ocurrida en 2019, y paralelamente analizar la actuación de los dos cárteles más fuertes que están en pugna en Ciudad Obregón. ¿Por qué, si como procurador había tenido que encausar a toda laya de delincuentes, se negaba a utilizar protección?
En las condiciones de una campaña electoral feroz entre PRI, PAN y PRD, y el bloque de Morena, el asesinato de Murrieta se ha usado para golpetear a la Cuarta Transformación y con ello a Alfonso Durazo, dejando de lado las implicaciones de la renuncia de Ricardo Bours como candidato al gobierno de Sonora por Movimiento Ciudadano, para unirse al bloque del PRI y PAN encabezado por El Borrego Gándara. Ahora, debido a la dificultad de borrar espots programados, a través de algunas estaciones de radio, aún puede escucharse a Bours hablando pestes de Durazo, pero también contra El Borrego –al que ahora está unido– y de lo mal que le iría a Sonora si alguno de ellos llegara a la gubernatura.
Lo más destacado de Ricardo era la idea de que él sí podía acabar con la delincuencia organizada, mostrando su prepotencia frente al candidato de Morena; sin embargo, en términos avícolas, resultaron más las echadas que las ponedoras. Ahora Sonora, en una paradoja extraña, se encamina a la elección más importante de las últimas décadas. La paradoja consiste en que está señalada para el 6 de junio, un día después del aniversario de la tragedia de los niños de la guardería ABC en Hermosillo. No sólo eso, pues El Borrego Gándara era presidente municipal en ese entonces. Como alcalde, El Borrego tuvo que ver con los permisos y la instalación de la guardería, sobre todo en materia de seguridad. Pero aun en los momentos de la tragedia fue, ya sea omiso, o incapaz de hacer que las fuerzas de seguridad bajo su mando actuaran en el rescate de los niños. ¿No tenía otro candidato el PRI, no tenía otro candidato el PAN? Con qué cara se le ocurre presentarse a los comicios? No cabe duda de que los dioses ciegan a aquellos que quiere perder. Ahora, si las trampas de la reacción no lo entorpecen, el camino está libre para Morena.
* Profesor e investigador de El Colegio de Sonora