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Racismo antichino y disculpas
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ace 110 años tropas maderistas tomaron la ciudad de Torreón, Coahuila. Esta fase del avance de la Revolución en La Laguna provocó acontecimientos trágicos contra la población china de la ciudad, que han sido invisibilizados en la historia nacional y casi desconocidos fuera de la región.

El próximo 17 de mayo, el presidente Andrés Manuel López Obrador participará en una ceremonia de desagravio en Torreón. Pedirá perdón por la masacre de personas chinas en la ciudad ocurrida en 1911.

Por primera vez en 110 años el Estado resignifica la historia, me comentó Carlos Castañón, historiador local y director del Archivo Municipal de Torreón. Esta propuesta dignifica la memoria y reconoce a los chinos después de ser asesinados y borrados de la historia, como sucedió en Torreón los días 13, 14 y 15 de mayo de 1911.

El 13 de mayo de aquel año las tropas maderistas entraron en Torreón cruzando el río Nazas desde la ciudad de Gómez Palacio, Durango. Las tropas federales empezaron a abandonar las huertas que habían ocupado –propiedad de chinos– y comenzó la matanza. En tres días por lo menos 84 personas de descendencia china fueron asesinadas en sus huertas y propiedades a manos de los revolucionarios.

La noche del 14 de mayo Woo Lam Po, gerente de un banco chino en Torreón, circuló un boletín en su idioma advirtiendo a sus compatriotas de la violencia que veía venir. Señaló que lo más prudente era no resistirse a los saqueos y después buscar una indemnización.

Pero lo que pasó el 15 de mayo de 1911 no fue un intento de saqueo y robo de negocios chinos de los maderistas. Fue una masacre cruel, un intento de aterrorizar y desaparecer por completo la comunidad china lagunera.

En una entrevista realizada en 2016, un año antes de su muerte, el historiador Sergio Corona me contó que fueron 303 personas. Se calcula que podría haber sido la mitad de lo que era la población china en La Laguna. Fue la masacre más grande en América de personas chinas.

La mayoría de las víctimas de la masacre eran trabajadores humildes, aunque también fueron asesinadas personas de mucha influencia en la ciudad. La lista de propiedades despojadas de la comunidad china en Torreón es larga: 40 tiendas de abarrotes, cuatro lavandarías, cinco restaurantes, 10 puestos de verduras, 23 puestos de comida y siete huertas importantes.

A finales del siglo XIX los migrantes chinos –en su mayoría hombres– empezaron a llegar a México. Muchos iban de paso para Estados Unidos, pero otros decidieron quedarse.

Torreón fue de los lugares donde la comunidad china tuvo más éxito económico y más visibilidad social. En este contexto, los chinos fueron convertidos en chivos expiatorios de los problemas económicos que provocó la Revolución en el norte del país.

No sólo fue el racismo científico del porfiriato o el ejército maderista que promovieron el racismo antichino, con consecuencias mortales para cientos de personas.

Por lo menos desde 1906, los hermanos Flores Magón abogaron por la prohibición de la migración china. Y cuando su Éjercito Reconstructor Nacional ocupó por última vez Torreón, en 1916, Pancho Villa prometió proteger la propiedad de todos los residentes, menos los estadunidenses y los chinos.

Según el doctor Marco Antonio Pérez Jiménez, profesor en el Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural Interculturalidad de la UNAM y miembro del colectivo Copera, hay una herencia de racismo antiasiático que subyace permanentemente en México. Se percata, según el investigador, en un momento como el surgimiento de la pandemia o en el racismo disfrazado de humor que ha aparecido en periódicos mexicanos a lo largo de dos siglos.

En 2020 hubo un incremento sustancial de ataques contra personas de origen asiático en Estados Unidos. Apenas el 17 de marzo, ocho personas, seis de ellas mujeres, fueron asesinadas en una serie de crímenes de odio en Atlanta, Georgia.

En Canadá, investigadores y activistas han documentado mil 42 incidentes de racismo antiasiático desde que comenzó la pandemia. Las más afectadas son mujeres, y los ataques ocurren con más frecuencia per cápita en ese país que en Estados Unidos.

Tenemos datos bastante certeros de lo que pasa allá, pero en está tradición de invisibilizar, negar y no llamar el racismo como tal en México, pues no lo tenemos aquí, me comentó el doctor Pérez Jiménez. México borró por dos siglos las estadísticas étnicas, en esta ideología de que todos somos mexicanos, leyendo de que somos igual a lo mestizo.

No cabe duda que el reconocimiento oficial del racismo antiasiático en México –y de la masacre en Torreón como el episodio más cruel y sangriento de esta historia– es importante.

Pero hay mucho más que hacer. Toca reconocer el racismo antiasiático que ha perdurado en la sociedad mexicana, y promover la educación y la acción para eliminarlo, junto con todas las demás formas de racismo.

* Periodista canadiense y autora de Capitalismo antidrogas y Guerra neoliberal: desaparición y búsqueda en el norte de México