Monstruos
n Monstruos ( Monstri, 2019), su primer largometraje, el rumano Marius Olteanu ha procurado, según sus palabras, explorar una cuestión sólo en apariencia sencilla: ¿Por qué dos personas, en todo muy distintas, deciden permanecer juntas?
Para ilustrar el caso de una pareja crecientemente distanciada, luego de 10 años de matrimonio, el director construye, a partir de un guion propio, un relato dividido en tres segmentos, para filmar los dos primeros en un formato cerrado, cercano a la pantalla de un teléfono celular, retomando para el tercero un formato tradicional.
La primera parte del filme narra el arribo en tren a Bucarest, luego de un viaje de trabajo, de Dana (Judith State), una mujer de 40 años, quien en lugar de dirigirse al domicilio conyugal, elige postergar su llegada y permanecer largas horas en un taxi al lado de un conductor misántropo (Alexandru Potecean). Hasta ese momento poco o nada se sabe de la identidad del marido, excepto los breves mensajes que la pareja intercambia por teléfono y que sugieren un posible desencuentro afectivo.
En la segunda parte, el relato se centra en Arthur (Cristian Popa), quien luego de practicar sus rutinas en un gimnasio y merodear después en el apartamento nuevo al que habrá de mudarse con su esposa, Dana, se libra a un encuentro erótico, a través de la aplicación Grindr, con Alex (Servan Pavlu), un hombre maniático y reservado que, como Arthur, vive su orientación homosexual en la clandestinidad del clóset.
Es justo la naturaleza furtiva y temerosa de esta breve relación fallida entre Alex y Arthur, y la sensación confusa o penosa con que la esposa vive el desencuentro con su marido, lo que capta la fotografía de Luchian Ciobanu en su formato cerrado.
En la tercera y última parte del relato la pareja aparece finalmente reunida a cuadro y el formato se ensancha, como también lo hace el círculo de personas que los rodea.
Arthur y Dana entran así en contacto con amigos y familiares, hambrientos de poder o sujetos por conveniencia a las normas sociales, donde afloran la desconfianza y los prejuicios. Ante estas personas la pareja habrá de reivindicar su negativa o su imposibilidad de tener hijos, o la libertad de organizar su relación sentimental muy al margen de la opinión ajena.
En este cine rumano, herededero de la nueva ola de directores de finales del siglo pasado, los relatos más intimistas tienen siempre un fuerte componente social. Los demonios interiores que viven los protagonistas son también reflejo de los miedos colectivos de una sociedad rumana que aún padece los saldos de un viejo autoritarismo. Esos son los monstruos a que alude el título de la cinta. Y ese clima social claustrofóbico tiene aquí, como un eco elocuente, el desaosiego de una pareja que sin poder separarse, tampoco encuentra con facilidad la fórmula ideal para seguir unida. Pese a todo persiste en el empeño, siendo éste el sentido liberador de la cinta. En palabras de Jessica Kiang (de la publicación Variety ), se trata siempre de perseverar cuando el romance es imposible, pero todo otro tipo de amor permanece
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Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 11:45 y 16:45 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1