uando en abril de 1962 murió el poeta Emilio Prados, León Felipe le decía a sus contertulios del legendario Café París, ubicado en la avenida Cinco de Mayo: es hora de irnos a otro lado porque la de la guadaña nos está buscando
. Lo mismo expresó al morir en noviembre de 1963 Luis Cernuda, otro de los grandes intelectuales obligados a dejar España huyendo de las garras del fascismo. Pero el autor de ¡Oh, este viejo y roto violín! no se movió de la colonia San Rafael, donde vivió hasta fallecer en 1968.
La de la guadaña ha hecho de las suyas los últimos meses entre amigos muy queridos. Primero, con Andrés León Quintanar, el editor, promotor de la lectura y participante activo en la fundación de La Jornada. Luego, el político, analista y escritor Luis Martínez Fernández del Campo. El mes pasado, el admirado pintor, escultor y diseñador Vicente Rojo, igualmente muy vinculado con nuestro diario. Luego, Jorge Bustamante, quien tanto ayudó a conocer los problemas que existen en la frontera con Estados Unidos. Muchas de sus reflexiones se publicaron en las páginas de este periódico. Vino luego la del poeta y reportero cultural Javier Molina, fundador como los anteriores de nuestro diario. La semana pasada, la de Pablo Mulás del Pozo, un científico sobresaliente, y la de Marco Antonio Cruz, que en estas páginas mostró su espléndido trabajo como fotorreprotero.
En una excelente semblanza sobre Bustamante que hace Pedro Ochoa, secretario de Cultura de Baja California, menciona el entusiasmo que mostró su amigo por la creación de la Universidad Benito Juárez en dicha entidad. Estaría dedicada al estudio de las migraciones y con programas de posgrado en salud pública, derechos humanos, relaciones binacionales y protección y restauración ambiental.
Poco se habla de las aportaciones de Bustamante sobre este último tema. Él siempre insistió en la urgencia de utilizar racionalmente los recursos naturales de la frontera común. Con María Cristina Castro (que luchó sin éxito para que Cancún y la Riviera Maya crecieran sin tanto daño ambiental y social) y el dirigente de Pronatura Guillermo Barroso Montul, fuimos los primeros integrantes por México del Comité Ciudadano (1994-98), parte de la Comisión Ambiental de América del Norte, con sede en Montreal. Jorge aportó diagnósticos y soluciones a los problemas más agudos, como el agua y la conservación de la fauna y la flora; también en que no fuéramos basurero de los desechos industriales de Estados Unidos y que las empresas de ese país y Canadá establecidas en México cumplieran con rigurosas normas de protección a la salud y el ambiente. Y mucho más si utilizaban en sus procesos productivos sustancias tóxicas y peligrosas. Lamentablemente, las propuestas que ese comité hizo no tuvieron todo el éxito esperado. Hoy el muro y otros factores muestran un panorama nada alentador en la frontera común.
En cuanto a Pablo Mulás del Pozo, se doctoró en 1965 en la prestigiosa Universidad de Princeton; la de Salfrod, Inglaterra, le concedió en 1993 el honoris causa. Su actividad académica la realizó en el Departamento de Ingeniería Nuclear y en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional. También en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue fundamental en el quehacer del Instituto de Investigaciones Eléctricas (IIE), que dirigió con éxito. Incluso fue figura destacada en diversas instituciones nacionales y del exterior.
Pionero en la necesidad de impulsar las energías renovables. Gracias a su apoyo, el IIE y el Centro de Ecodesarrollo realizaron en 1978 la primera reunión sobre la energía solar en México. Asistieron más de 100 especialistas de centros de investigación y organizaciones sociales. El reto entonces era dar autonomía energética a las más de 80 mil comunidades agrarias que contaban entre uno y 500 habitantes, y a las cuales llevarles el servicio comercial
era muy costoso.
Con Pablo visité en 1979 los institutos que en India y China trabajaban en nuevas fuentes de energía, la eólica y solar especialmente. A nuestro regreso planteamos a las instancias oficiales la necesidad de invertir en ellas. No tuvimos eco: nadábamos en petróleo, se nos dijo. Y la prioridad, aprender a administrar la abundancia. Todo eso fue un engaño. El mundo de este siglo camina hacia las fuentes alternas de energía, no de los hidrocarburos.
México está también en deuda con Pablo Mulás del Pozo. Mientras, la de la guadaña no descansa.