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Pasiones y emociones
L

a fábula de las abejas. Mandeville llegó a la conclusión de que el vicio, en desacuerdo con las virtudes cristianas de su tiempo, era una condición necesaria para la prosperidad económica. Tanto Adam Smith como Mandeville creían que las acciones colectivas de los individuos generan un beneficio público. Sin embargo, lo que distingue su filosofía de la de Smith es su catalizador para ese beneficio público. Smith creía en un virtuoso interés propio que da como resultado una cooperación invisible. Mandeville, en cambio, creía que era una codicia despiadada la que conducía a una cooperación invisible. Era su creencia declarada en La fábula de las abejas que los vicios privados por la diestra gestión de un político hábil pueden convertirse en beneficios públicos.

Confianza y reputación. Elinor Ostrom –la segunda no economista y primera mujer en ganar el Premio Nobel de Economía (2009)–, enfrenta directamente la teoría del agente racional: tener una teoría que explica como los individuos alcanzan resultados casi óptimos en los mercados, pero falla al explicar cómo se vota o cómo se realizan contribuciones voluntarias a las campañas políticas no es un estado satisfactorio del conocimiento en ciencias sociales. (2007) Señala que es mejor concebir a los seres humanos como criaturas adaptativas que intentan hacer lo mejor que pueden dadas las restricciones que enfrentan. Concluye que para mejor explicar las acciones cooperativas deben revisarse las relaciones de confianza entre los participantes, las reputaciones que tienen a los ojos de los demás y, dadas esas circunstancias, las posibilidades que utilicen normas de reciprocidad.

La coyuntura actual. Se trata de entender cómo y por qué emergen tantas emociones y pasiones en el espacio público. Es claro que el disparador de éstas es el propio presidente López Obrador. En primer lugar, AMLO gana las elecciones de 2018 de manera contundente y con un voto que le concede mayorías legislativas también, un precedente que desde 1994 no había ocurrido. Pero gana en un momento de profunda crisis en instituciones claves para la democracia, notablemente el sistema de partidos.

Las batallas ganadas de AMLO. Ya he mencionado, en otra entrega, lo que me parecen los dos triunfos centrales de los primeros años del actual gobierno. La batalla de los símbolos en la cual enfrenta a un sistema generalizado de corrupción con la austeridad, la honradez y el combate a la corrupción. A lo anterior está la segunda victoria respecto de la definición de qué es la política. Así en esa versión, la política es todo aquello que favorezca al pueblo, es decir, a quienes fueron ignorados por el neoliberalismo.

El poder acumulado. Lo que preocupa más, tanto a opositores, a adversarios y a no pocos simpatizantes críticos es el efecto que pueda tener el poder concentrado en el Ejecutivo sobre el armazón institucional de la democracia constitucional al grado de debilitarlo y desfigurarlo.

Es una preocupación válida que debe ser discutida y debatida.

Las batallas ganadas sin dar la batalla. Empero, hay otro aspecto que contribuye a acrecentar el poder concentrado. En algunos contrapesos típicos de las democracias predomina la mala reputación pública, como es el caso del Poder Judicial o el sistema policiaco. En otros priva la desconfianza en la capacidad de proveer bienes y servicios, como ocurre con los gobiernos locales. Pero algunos actores que podrían ser eficaces contrapesos no ejercen esa función, porque cargan con antecedentes políticos o personales cuestionables que pueden ser exhibidos en su contra como ocurrió con un ministro y un líder sindical.

Nada de esto es deseable, pero es necesario entenderlo para apreciar la magnitud del poder concentrado.

Volveré a estos temas en mis dos siguientes entregas. En un caso desde de la novela de dictadores y en otro, teniendo en mente las elecciones de junio.

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